Hugo: una historia de amor por el magisterio (+ Video)

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Conversar con Hugo Abreus Ramos es adentrarse en un universo donde priman el amor y la entrega hacia una profesión gratificante: el magisterio. Más de cuatro décadas entre pizarrones y pupitres configuran en él una personalidad que trasunta pasión por el camino que escogió transitar, sin darse apenas cuenta, cuando asumía el papel de profesor en las horas de juegos infantiles.

Para mí no existe nada más importante que el trabajo que desempeño, de manera ininterrumpida, hace 47 años. Nada me ata más que los estudiantes y la familia”, afirma con sinceridad evidente.

No había cumplido los 17 años cuando se colocó frente a un aula, convencido de que para eso había venido a este mundo. “Es algo que llevo en mi sangre. Desde muy pequeño, reunía a todos los muchachos de mi cuadra y yo hacía de maestro, imitaba a los que me impartían clases. Como sabemos, el magisterio es una obra de infinito amor. Pero, siempre lo digo a los estudiantes, es necesario tener vocación, pues de lo contrario, el efecto no es el mismo. Para mí es algo maravilloso poderme desenvolver en esta profesión”, comenta Hugo.

Aunque en la actualidad es licenciado en Defectología Integral, este cienfueguero, formador de varias generaciones, ha dejado huellas en diferentes enseñanzas. Inició por la de Adultos, en el año 1977, en los centros escolares 5 de Septiembre y José Antonio Saco, donde impartía clases a trabajadores que buscaban obtener el 6to grado.

Más tarde, como profesor titular de Física en el nivel medio básico, pasó a la Secundaria Obrero Campesina, destinada a las personas adultas que aún no habían alcanzado el 9no grado. Luego vino la etapa dedicada a la formación de adolescentes, en la antigua escuela taller 13 Congreso.

Un punto de giro en la carrera de Hugo ocurrió en 1980, cuando decidió incursionar en la enseñanza especial, esta vez en la Escuela Especial Héroes de Yaguajay.

¿Qué lo llevó a realizar ese cambio?

“A mí siempre me ha gustado trabajar con niños que tienen determinadas patologías y ello me motivó a cambiar de enseñanza. Es por eso que me hice maestro terapeuta. Después, me licencié en Defectología Integral.

“Comencé en la Escuela para Niños con Retardo en el Desarrollo Psíquico Héroe de Yaguajay. Posteriormente, me fui al centro José Rafael Siverio Taravella. Ahí permanecí varios años. Al inicio, impartí clases a estudiantes con discapacidad intelectual leve y luego a alumnos con necesidades educativas especiales más complejas. Fueron muchos años de entregar mi corazón, mi alma, mi vida para que esos niños avanzaran y aprendieran. De esa etapa tengo recuerdos inolvidables, así como de toda mi carrera que ha sido, ya le digo, de una entrega infinita”.

El año 1985 marcó otro hito en la profesión de Hugo. En esa época se estrenó en la modalidad de maestro ambulante, la que ejerce hasta el presente. “Trabajo con alumnos que por su diagnóstico clínico no pueden ir a una institución educativa y necesitan recibir las clases en el hogar. Hay que destacar que esta obra representa un éxito rotundo de nuestra Revolución, la cual jamás ha desamparado a ningún estudiante por compleja que sea su limitación. Es algo muy bonito, que me ha llevado a distintas zonas, incluso a lugares intrincados. Los padres me adoran, yo adoro a los niños. Es muy gratificante”.

La labor docente de este cienfueguero no solo se remite al aula o al hogar. Con la misma pasión que conduce a los pequeños por los caminos del conocimiento, fomenta en adolescentes el amor a la profesión. Responsable de la orientación y formación vocacional en su especialidad en las secundarias básicas de la ciudad, motiva a los alumnos de dicho nivel a continuar estudios en carreras pedagógicas de ese perfil.

¿Hugo, según su parecer, cuáles son las cualidades que deben caracterizar a un buen maestro?

“En mi opinión, las cualidades que deben siempre estar presente en un buen maestro son la honestidad, el amor al trabajo, a la carrera, a los niños, a la familia. El ser un ejemplo vivo dondequiera que se encuentre. Tener una buena caligrafía y expresión oral es muy importante. No cualquiera puede ser maestro, sino quien de verdad sienta vocación y amor por lo que hace y piense, sobre todo, en ese estudiante que tiene sentado del lado de allá”.

Corona a las cerca de cinco décadas de consagración al magisterio resultan los no pocos reconocimientos merecidos por Hugo. La Distinción por la Educación Cubana, la Medalla Rafael María de Mendive, el Sello Conmemorativo de la Fundación de la Ciudad de Cienfuegos y la Medalla José Tey figuran entre ellos. “Me emocionan notablemente y me recompensan mucho”, asegura. Sin embargo, no hay para este eterno enamorado del magisterio premio mayor que el cariño y el agradecimiento de alumnos y familiares.

Pronto alcanzará los 65 abriles, mas, para entonces, la jubilación no significará un adiós a las aulas, sino un breve bostezo antes de retomar el camino porque “lo requiere el sistema de Educación, lo necesitan los alumnos y la nueva generación de maestros a quien debo transmitir mi experiencia”.

¿Qué consejo les daría a estos jóvenes?

“Que estudien profunda y sistemáticamente, que trabajen con el corazón en la mano, con interés total y mucha entrega”.

Tales valores adornan la trayectoria laboral de Hugo, recorrido que lo lleva a escribir cada día un nuevo capítulo de su historia de amor por el magisterio.

En video, la pasión de Hugo por el magisterio. Realizador: Miguel Antonio Sarduy.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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