Un nuevo triunfo para La Viña en Cienfuegos
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Ya se ha vuelto costumbre la llegada del grupo excursionista La Viña a Cienfuegos, impulsado por los encantos que todavía quedan por (re) descubrir en esta provincia. La nueva aventura se realizó en fechas recientes como despedida de 2024, siguiendo un itinerario que asumió un sector importante del Macizo de Guamuhaya, en el municipio de Cumanayagua.

Compuesto en su mayoría por jóvenes de la ciudad de La Habana, algunos de ellos respiraron por vez primera los aires montunos que soplan desde La Sierrita hasta el poblado de San Blas, sin dejar de lado esos detalles que hacen especial los parajes de nuestra geografía.

Uno de ellos fue la visita a la Finca Agroecológica y Agrobiológica de Plantas Medicinales Gallego Otero, enclave popular no solo por la utilidad de las especies que atesora su vergel sino también por la atractiva historia de Enrique Otero Fernández (1926-2012), defensor a ultranza de la medicina verde y de gran estima tanto en el ámbito nacional como en el foráneo.


Una caminata por más de cinco kilómetros los llevó luego hasta un sitio descollante, famoso en la zona durante los meses veraniegos al que todos llaman El Brazo. Sin grandes dificultades, el arribo al lugar satisface las fantasías naturales de cualquier explorador, pues se trata de una poceta de incuestionable belleza, signada por las aguas frías y cristalinas del afluente Mataguá en su paso zigzagueante a través de las montañas, hasta encontrarse con el río Arimao, kilómetros más abajo.


Este balneario, desconocido por la mayoría, puede competir con los más promocionados del territorio e incluso con los de otras regiones del país, por la limpieza, el color de las rocas, la vegetación que se cuela y sube por cada resquicio, y la nutrida cascada dividida en varias ramificaciones, así lo demuestran.

El periplo no acabó allí: Continuaron por toda la vía hasta la entrada oficial de la más prominente elevación de Cienfuegos y de la región central de la Isla, el pico San Juan (1140 msnm). Desde la cima partieron al día siguiente (en dirección al norte) atravesando un trayecto en extremo fatigoso de alrededor de siete kilómetros en constante cachumbambé, hasta muy cerca del Parque Natural El Nicho, durante casi 13 horas de travesía.



El grupo, adaptado ya a estos menesteres, logró la hazaña no sin tropiezos de todo tipo, ya que en la sierra de Cimarrones resulta fácil perder el rumbo y el terreno abrupto te obliga a frenar la marcha en numerosas ocasiones.

Por eso, al caer la noche, las ganas de llevar a feliz término aquel calvario eran mayores que cualquier otro anhelo en la tropa, pero una vez más la resistencia, el ímpetu y la ayuda entre todos les permitió vencer lo que quizás parecía imposible.

La Viña se anotó de ese modo otra victoria en los anales de su joven, pero siempre apasionada y aguerrida membresía.

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