God of War Ragnarök

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God of War es una de las franquicias más importantes dentro del mundo del videojuego. Inició en 2005, consta de las sagas griega y nórdica (las cuales se inspiran libremente en sus respectivas mitologías), y las diferencias entre estas dan fe de la madurez alcanzada por el medio.

La saga griega está compuesta por títulos repletos de testosterona. Aquí conocemos al gran protagonista de la función: Kratos, guerrero espartano a quien Ares engaña para que asesine a su esposa e hija. A lo largo de la trilogía principal —hay varias precuelas, además— lo vemos derrotar y sustituir en el puesto al dios de la guerra heleno (por ello el nombre de los juegos), así como también extender su venganza al resto de deidades del Olimpo, con Zeus a la cabeza. La violencia, el sexo y la sangre están presentes en todo momento.

A la saga nórdica, en cambio, la conforman dos producciones que reflexionan sobre la madurez, la culpa, el perdón y las relaciones paterno-filiales. Kratos emigró a una nueva tierra con el propósito de comenzar de cero. El reinicio suave que fue el God of War de 2018 (Juego del Año en The Game Awards) arranca tras la muerte de su segunda esposa, Faye. Este acontecimiento lo lleva a emprender un peligroso viaje junto al vástago de ambos, Atreus, con el objetivo de cumplir la última voluntad de ella: esparcir sus cenizas en el pico más alto de los Nueve Reinos.

A lo largo de la travesía, Kratos enseña a Atreus cómo valerse por sí mismo, mientras que el niño ayuda al progenitor a descubrir la importancia de la empatía y a confrontar los fantasmas del pasado. El espartano comienza así el proceso para dejar de ser una figura paterna autoritaria e insensible.

El vínculo mutuo alcanza un punto decisivo en God of War Ragnarök, secuela estrenada en PlayStation 5 hace dos años, y en PC este 2024. Aquí, ambos personajes no solo deben enfrentar los peligros externos del inminente apocalipsis (el Ragnarök es el fin del mundo en la mitología nórdica; evitarlo, el motivo que hace avanzar la trama), sino también las tensiones internas derivadas del conflicto intergeneracional.

Atreus creció; ahora es un adolescente impetuoso, decidido a toda costa a descubrir el significado de su naturaleza divina y el papel que debe desempeñar en el mundo.

Kratos intenta apoyarlo en esa búsqueda, mas el temor a perderlo o a que repita sus errores lo lleva a sobreproteger al joven más de la cuenta. La relación se convierte en un delicado tira y afloja, donde ambos deben aprender a confiar el uno en el otro, a pesar de las diferencias en los enfoques y metas.

Problemas de índole similar persiguen a otros personajes claves de la obra. A Freya la marcan el dolor por la muerte de su hijo y la búsqueda de justicia.

Thor solo encuentra paz ahogándose en hidromiel. En apariencia una máquina de destrucción, es en realidad alguien completamente dominado por Odín, su padre y antagonista principal del juego.

No obstante, al guion le juega en contra la obsesión de los creadores, Santa Monica Studio —compañía propiedad de Sony—, por contar todo en un plano secuencia.

Tal decisión creativa proviene del título previo, donde sí funcionaba a las mil maravillas. Pero a God of War Ragnarök le afecta. La cantidad de malabares que realiza el juego en pos de mantenerlo llega al ridículo: Kratos va a dormir, enemigos atacan; Kratos vuelve a ir a dormir, transición forzadísima a (y desde) escena onírica; a falta de elipsis, distorsiones espacio temporales para hacer progresar la narrativa…

Asimismo, las partes de gran carga emotiva, si bien efectivas con el plano secuencia, dejan la sensación de que mejorarían con un acercamiento más adecuado a lo que desean transmitir. Santa Monica Studios necesitaba dotar a la secuela de identidad propia, no imponerle una ajena.

Fuera de lo anterior, el principal problema radica en las secciones jugables de Atreus, bastante inferiores a las de Kratos, lo cual plantea serias dudas de cara al futuro de la franquicia (en Valhalla, contenido que actúa a modo de epílogo, Kratos hace las paces consigo mismo, completa su arco de redención… ya no da más de sí como personaje). Por lo demás, se trata de un título excelente en el resto de apartados, el cual cierra de forma notable la etapa nórdica de God of War.

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