¿Música o ruido?, dos caras opuestas

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¿Puede la música convertirse en ruido? La respuesta es totalmente afirmativa, sí. ¿Qué factores hacen que la música pueda llegar a ser percibida como ruido? Existen varios, muy comunes actualmente, más de lo que muchos quisiéramos. Uno de ellos es la amplificación desmedida, a decibeles que más que el disfrute, afectan la calidad de la audición.

Tantas veces he visto a un niño pasar por delante de un equipo de amplificación y taparse los oídos, un síntoma evidente que, para esa criatura no es música, es un escándalo ensordecedor y molesto. De permanecer ese pequeño durante un tiempo prolongado a merced de ese sonido, puede resultar perjudicial para su audición y sistema nervioso. Lo mismo sucede con los adultos, enseguida nuestro pulso aumenta, el ritmo cardiaco se acelera y de estar sometidos por mucho tiempo, nuestra audición también se afecta.

Lo más preocupante es el hecho tan común de escuchar música a altos decibeles, si el volumen no es bien alto, no es aceptado. Y nada resulta más erróneo y contraproducente.

Desgraciadamente sucede en todos los lugares, desde centros nocturnos, diurnos, grandes teatros, peñas, piscinas, escuelas, plazas culturales, playas, negocios particulares y estatales.

Hace unos años presencié un recital de un reconocido artista cubano. El saxofonista de su grupo hizo un solo espectacular, excelente, pero nunca pude disfrutarlo como merecía. La amplificación desmedida de aquel solo de saxofón hizo que el sonido se rajara, perdiera su esencia, expresividad y majestuosidad. Tal vez un sonidista apasionado, intentando resaltar el momento, terminó estropeando horas de mucho estudio de ese músico. Se perdió la magia de un instante que realmente hubiera sido fascinante escuchar.

Otro ejemplo fue un vendedor de bocinas amplificadoras, que en una conversación hacía alusión a un equipo que era muy bueno y se le había agotado. Al preguntar por la diferencia entre los que tenía en oferta y ese que mencionaba, destacó que aquel vendido poseía muy buen bajo, más potente.

Entre una sonrisa intenté explicarle que para un oído sensible era todo lo contrario. La calidad radicaba en las voces, la claridad de cada instrumento, el estéreo y la fidelidad del sonido, cercano al natural. Nada que ver con la distorsión y muchísimo menos con un bajo predominante, que también se ha puesto de moda y al que los especialistas podemos percibir como error de ecualización.

A veces nos vemos obligados a retirarnos de un lugar por lo alto del sonido, que hace imposible entablar una conversación, a menos que se grite por encima y quede como resultante un ambiente de bulla estrepitosa y distorsionada. Al alzar desmedidamente el volumen se pierde también la calidad y lo que se percibe es ruido. Desgraciadamente, el ruido nos acompaña actualmente como banda sonora cotidiana.

En una actividad cultural, un equipo de amplificación manipulado por una persona que piensa que música es ese sonido que sobrepasa los límites del buen gusto, malogra su esencia.

Lo peor es llevar eso también a las propuestas turísticas. Desafortunadamente la misma idea invade el producto cultural que se ofrece para el disfrute de los visitantes. La mala ecualización del sonido afecta la percepción del oyente respecto a la buena música y los excelentes instrumentistas nuestros. Ni nacionales ni extranjeros merecen decibeles que pueden resultar agresivos, por no entrar en el análisis de esas populares y cotidianas letras y propuestas que, además de ruido, son pura pornografía musicalizada.

Defiendo la calidad del sonido también por respeto a nuestros músicos, muchos con una preparación de excelencia. Es deprimente que el arte musical de nuestro país, que tanta gloria nos ha dado, termine destrozado por la falta de conocimiento y cultura, por la carencia de aprecio a lo que es auténtico y es arte.

La música no necesita ser gritada, amplificada de forma desmedida hasta que tantos años de tradición terminen destruidos por la bulla. Aboguemos porque impere el buen arte. Si alguna vez fuimos llamados la isla de la música, no dejemos entonces que nuestra hermosa tierra se convierta en la isla del ruido.

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Sandra M. Busto Marín

Licenciada en Música con perfil de flauta. Diplomada en Pedagogía y Psicología del Arte, Pedagogía Musical y Educación por el Arte. Máster en Arte. Todo en el Instituto Superior de Arte de La Habana.

Un Comentario en “¿Música o ruido?, dos caras opuestas

  • el 26 septiembre, 2024 a las 5:05 am
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    Excelente publicación Amiga. Deseo que pueda llegar y ser comprendida por los que tienen que ver con poner la música grabada o poner el sonido de la música en vivo.

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