La superación musical en los jóvenes
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“Hay una lengua espléndida, que vibra en las cuerdas de la melodía y se habla con los movimientos del corazón: es como una promesa de ventura, como una vislumbre de certeza, como prenda de claridad y plenitud. El color tiene límites: la palabra, labios: la música, cielo. Lo verdadero es lo que no termina: y la música está perpetuamente palpitando en el espacio”.[1]
La música cubana con sus diferentes géneros, estilos, variedad de instrumentos y agrupaciones musicales, ha constituido la expresión artística por excelencia dentro del quehacer cultural de la nación. También se le reconoce por ser eje y factor transformador de identidades, con el fin de generar espacios que reflejen un orden simbólico común y a su vez responda a las demandas colectivas. Sin lugar a dudas es el sector juvenil -por ser considerado actor estratégico dentro del desarrollo de una sociedad- el que mejor se aviene a estas realidades de transformación y modernización en medio de disímiles contextos en los cuales se identifican con sus propias características y necesidades, determinan e influyen en sus gustos.
Los jóvenes cubanos necesitan para la construcción de la futura sociedad, el avance de una política cultural no complaciente que tenga en cuenta el acumulado espiritual cubano. No se trata de alcanzar solo niveles de vida sino, más a fondo, calidad de vida. No se trata de un retorno al pasado sino de un presente nutrido de una riqueza acumulada durante siglos, y que le dio personalidad propia a la cultura cubana en el conjunto universal.
Por otra parte, concebir y facilitar para las nuevas generaciones un camino en el que puedan desarrollar a plenitud sus capacidades musicales, intelectuales y espirituales, fomentará en ellos la creatividad e independencia en sus conocimientos, así como elevados valores y gustos estéticos. Esto contribuirá a fomentar un hombre libre y culto, capaz de vivir y participar activa y conscientemente en la edificación de una mejor cultura.
La superación musical será la clave para conquistar el camino de los jóvenes intérpretes que integran orquestas de música popular bailable, las cuales se han extendido por todo el país. De la constancia y el esfuerzo de este grupo poblacional, dependerá en gran medida la calidad de su posterior desempeño en este tipo de agrupaciones, pues crearán la independencia, habilidades y capacidades en el dominio de las obras musicales.
Desde esta perspectiva, sería conveniente que cada proyecto musical tuviera un manual con una selección de las piezas más representativas de su repertorio con el objetivo de facilitar la preparación, fundamentalmente de los músicos más jóvenes. Estas canciones pertenecientes a varios géneros de la música tradicional cubana, conformarían la dramaturgia de los espectáculos, las cuales según su aire y ritmo se situarán en diferentes momentos de cada actuación. Para la selección de las mismas es importante que se tengan en cuenta los valores asociados a la identidad nacional, amor a la patria, costumbres y tradiciones. Entre los ejemplos sobresalen Rosita Fornés, Elena Burke, Omara Portuondo, Farah María y Ramón Calzadilla, este último fundador además de la cátedra de canto lírico de la Universidad de las Artes (ISA). Ello le imprimirá riqueza, autonomía y exclusividad. Además se ampliará la sonoridad, apreciable a partir de la variedad tímbrica que muestran.
Los textos de estas canciones, brindarán la información correspondiente a autores y géneros, lo que marcará el estilo en cada interpretación.
La música cubana se exhibirá a través de géneros campesinos, españoles y afrocubanos. El mambo, el cha cha chá y el son se fusionan en mezcla legítima de elegancia y criollismo para definir la estética del lenguaje corporal, a lo que se agrega un popurrí de sones tradicionales. Vale mencionar la canción balada y el bolero con fuerte interpretación, lo que diversificará los diversos repertorios.
De esta forma, a través de la preparación de los jóvenes músicos, los espectáculos contarán con mayor calidad.
[1] White”, Revista Universal, México, 25 de mayo de 1875, t. 5, p. 293. En: Diccionario del Pensamiento Martiano, Ramiro Valdés Galarraga.
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