Brothers: A Tale of Two Sons

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Pocos juegos he sentido tan innecesarios como Brothers: A Tale of Two Sons Remake, un producto cuya única diferencia respecto al original de 2013 reside en la completa renovación del apartado gráfico. Aunque esa renovación no pudo resultar más desacertada.

Desde un punto de vista técnico, el título de febrero de 2024 luce mejor; sin embargo, carece de la esencia del primero. La nueva dirección artística, enfocada al realismo, cometió el pecado de destruir por completo la visualidad cartoon de la obra base.

La versión de este año solo puede entenderse como consecuencia de una de las corrientes predominantes en la industria actual, la de revivir videojuegos exitosos del pasado. Tal práctica no es mala per se. Si existe una verdadera intención de aunar lo nuevo y lo viejo, obtienes Resident Evil 4 (2023) o Final Fantasy VII Rebirth (2024). El problema surge cuando no hay creatividad, cuando solo persigues intereses comerciales.

Al remake de Brothers: A Tale of Two Sons le sucede justamente eso. No obstante, debo agradecer su existencia, pues supuso la excusa perfecta para hablar del verdadero, que aún conserva plena vigencia.

El material de hace once años comienza frente a la tumba de la madre de los protagonistas. Naiee, el hermano menor, recuerda el momento en el cual ella falleció ahogada.

Pronto aparece Naia, el hermano mayor, a pedirle ayuda. Necesita transportar a su padre hasta el curandero del pueblo y no puede hacerlo solo. El progenitor padece una terrible enfermedad, les informa el sanador, y si quieren salvarlo deben encontrar el mítico árbol que alberga el agua de la vida, la única sustancia capaz de obrar el milagro. Es una premisa sencilla, vista infinidad de veces, pero sabe llegar al corazón.

No hay diálogos, o al menos no en una lengua real. Tampoco texto. Y a pesar de ello, en solo tres horas habla contigo como ya desearían otros títulos. Lo hace a través de las distintas situaciones presentes en la aventura principal, o en aquellos momentos fruto de la exploración e interacción con el mundo. Reflexiona sobre la pérdida, el coraje, la esperanza, el amor fraterno…

Es una obra con las ideas bien claras, consciente del medio al que pertenece. Que la escribiera y dirigiera un cineasta (en colaboración con Starbreeze Studios) podría indicar lo contrario; pero nada más lejos de la realidad. Desde esta, su primera incursión en un medio distinto, Josef Fares comprendió que el videojuego posee un lenguaje propio.

La forma en la que ve las mecánicas de juego demuestra una comprensión profunda del nuevo sector donde trabaja. En sus creaciones no solo están al servicio de la diversión o la historia, sino también del mensaje a transmitir.

Con Brothers… rompe la convención de un mando, un personaje. Aquí controlamos a los dos muchachos al unísono, cada uno a través de un stick.

Al principio resultará difícil coordinar las acciones de ambos. Nuestras habilidades motoras no sabrán muy bien qué sucede y muchas veces acabaremos correteando en direcciones opuestas.

El viaje en el que los dos protagonistas aprenden a cooperar entre ellos, a ayudarse y a entenderse, también lo vive el jugador, quien aprende, con el progreso de la partida, a ejecutar cada vez mejor los movimientos necesarios. Hasta llegar al momento en el cual sus manos (la derecha un personaje; la izquierda el otro) se complementan a la perfección. Igual que Naia y Naiee, al final de la aventura.

Brothers: A Tale of Two Sons, merecedor de un BAFTA Games Awards, le permitió a Fares ganar reputación dentro de la industria. El tiempo lo convirtió en una figura polémica y exitosa a partes iguales. En 2017 pronunció el viral “Fuck the Oscars!” (“¡Que se jodan los Oscars!”) durante la celebración de The Game Awards. Cuatro años después, el mismo escenario lo vio consagrarse con It Takes Two, Mejor Juego de 2021.

Aunque sin importar cuánto consiga, ni los premios que insulte, algunos siempre lo asociaremos al cuento de dos hermanos que hacen lo imposible por no quedarse solos en el mundo.

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