La Patria y los primeros indicios del nacionalismo musical

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La música cubana, –compleja en sí–, se ha originado a partir de dos vertientes que la han nutrido y la nutren de elementos culturales  que hacen que hoy se vista de largo como una de las músicas más reconocidas internacionalmente. Una vertiente está formada por elementos folklóricos y formas de expresión populares; la otra, más abstracta y compleja, proviene de la llamada clásica, erudita, culta, seria, o de concierto. Tanto la música popular como la clásica se constituyen, en la elaboración criolla, como el reflejo de las características esenciales de la formación del pueblo cubano que Fernando Ortiz definió como “un inmenso amestizamiento de razas y culturas”.[1] Ese amestizamiento devino en un proceso en el cual se tomaba lo que venía mejor o lo que podía asimilar un sentimiento propio, nacido de su realidad natural, social y espiritual. Bailes, cantos, y diversas modalidades de música fueron totalmente absorbidas, mezcladas, y combinadas  hasta quedar como expresiones de manifestaciones auténticas cubanas.

Disímiles son los estudios acerca de los orígenes de la música hecha en esta isla o sobre los géneros y compositores que forman parte de su historia. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a analizar cómo y cuándo tuvimos los primeros indicios de un sentimiento patriótico que devendría en fundamento del nacionalismo musical cubano. El patriotismo, sentimiento originario, precisa del amor a la patria, es sentimiento que tiene un ser humano por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por determinados valores, afectos, cultura e historia; es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación. Por otra parte, el nacionalismo es ideología y movimiento sociopolítico, que surgió junto con el concepto de nación, propio de la modernidad decimonónica, en las circunstancias históricas de la llamada era de las Revoluciones burguesas (Revolución industrial, Revolución liberal) iniciadas a finales del siglo XVIII.[2] El sentimiento patriótico es espontáneo, natural; el nacionalista es elaborado a partir de la idea y creación de la nación moderna.

Tanto el tema del nacionalismo, como el de nación, han sido profusamente debatidos por historiadores, sociólogos, politólogos, entre los que se pudieran encontrar a Eric Hobsbawm, Benedict Anderson, Greenfeld, John Hall, Anthony Smith, Romain Gary, Ernest Gellner, José Álvarez y Francisco Contreras. En Cuba se destaca la obra del doctor Jorge Ibarra. Una contraposición es importante. La visión dominante en Europa, expresada por Jacques René Chirac, ex presidente de la República Francesa: “El patriotismo es el amor a lo propio, el nacionalismo es el odio a los otros”.[3] Expresión antagónica y de contenido absoluto que, en su primera parte resalta el amor patriótico como el más excelso de los sentimientos y, en su segunda parte, aflora el odio, percibido en este caso desde las más abigarradas doctrinas, enfrentamientos y fronteras que las rivalidades ente las grandes potencias origina.

En otro sentido, los estudios desde el Tercer Mundo hace la diferenciación entre el nacionalismo de gran potencia y el que surge en los países dominados. En estos últimos, el nacionalismo es defensa de la patria dominada, deseo de libertad e independencia, lucha por la preservación de los valores identitarios, defensa de lo que se es y del derecho a lo que se quiere ser. En consonancia con lo expuesto sobre nacionalismo el doctor Torres-Cuevas también comenta: “se trata de connotación política, de estructura y pretensión nacionales. El patriotismo, por ser amor a la patria que me pertenece y a la que pertenezco, genera las más bellas acciones comunitarias y personales. Pero hay que cuidarlo. Ya a comienzos del siglo XIX, Félix Varela hablaba de un peligro, el patrioterismo barato, de consignas oportunistas, manipulador del amor patriótico”.[4] Y continúa alegando: “Lo cubano no se formó en un estrecho nacionalismo étnico y religioso. Surgió de un universalismo poliétnico, multicolor, multicultural y religioso tolerante. No es nacionalismo estrecho de vanidades de aldea, ‘Piensa el aldeano vanidoso que el mundo es su aldea’, al decir de Martí, ni de pretensiones hegemónicas. Lo que nosotros estamos ofreciendo es universalismo de sentimientos, formas e ideas peculiares de nuestro criollismo, de nuestra cubanía. Eso ha sido nuestra música”.[5]

De lo que se trata es de concebir un nacionalismo que tenga como cimiento, el más profundo sentido y sentimiento patriótico, de pertenencia a la nación propia, que no nacen de la política pero que la inyectan y la nutren. En la música, el nacionalismo se refiere al uso de materiales o temas que son  reconocibles como nacionales o regionales. Por ello se entiende como nacionalismo musical, al movimiento surgido a mediados del siglo XIX y que  tiene como objetivo consolidar los códigos y valores principales de la nación no solo soñada, también pensada.

No es casual que gran parte de la música naciente en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX, en pleno período de las luchas por la independencia nacional (1868-1898) cuente con obras, cuyos títulos reflejan un estado afectivo sublime, un amor de esencia patriótica; algunas de ellas fueron: Patria de Hubert de Blanck (nacionalizado cubano desde 1903), Mi patria del poeta José Fornaris, la zarzuela en dos actos denominada ¡Cuba Libre! de Manuel Fernández Caballero, que aunque nacido en tierra española, se afilió a la causa cubana, las piezas de José Marín Varona La Independencia y Mi patria; entre otras que conforman el catálogo de obras musicales que se originaron en una etapa en la que brotó por encima de todas las pasiones o emociones, el más diáfano sentimiento patriótico. Llama la atención la repetición de un mismo título en varios autores, como el anteriormente mencionado Mi patria, combinación de poseer y amar el lugar donde se nace. Otro aspecto significativo es la cantidad de músicos, poetas, y compositores foráneos que se trasladaron a Cuba para contribuir, a través de lo que mejor sabían hacer, con la soberanía de este país. Era una etapa en la que confluían procesos paralelos al calor del momento histórico que vivía el país.


[1] Fernando Ortiz: La africanía de la música folklórica de Cuba, Letras Cubanas, La Habana, p. 15.

[2] Eric Hobsbawm: The Age of Revolution 1789-1748 (traducido en español  Las revoluciones burguesas, Editado en Barcelona: Labor, 1987) y en Benedict Anderson: Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, Editado en Londres y Nueva York, 1991, ed. revisada; publicado por primera vez en 1983. Traducción española: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1983.

[3] Francesc de Carreras: Paciencia e independencia: La agenda oculta del nacionalismo, Ariel, Barcelona, 2014.

[4] Eduardo Torres-Cuevas: De lo criollo a lo cubano. Sentimiento y pensamiento de una permutación permanente, conferencia en X Coloquio Internacional Danzón Habana, 22 de junio de 2017.

[5] Ibídem.

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Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

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