Itinerario del huapango
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Junto con la ranchera y el corrido, el huapango o son huasteco conforma la trilogía de géneros musicales campiranos de México por excelencia. Tanto se identifican la ranchera y el huapango, que muchos por error califican de rancheras a piezas que son en verdad huapangos.
Sería imposible hablar de la música tradicional mexicana si omitiéramos al huapango. Es un género en que se funden raíces autóctonas, españolas y africanas.
La ranchera genuina trata temas de amor y de la vida cotidiana en los ranchos del occidente de México, donde la gente se dedica a la ganadería. Es por eso que cuenta historias en las que el ganado vacuno y equino ocupa un lugar preponderante junto a los charros, quienes son los protagonistas humanos.
Con el huapango o son huasteco sucedió distinto. Este género fue tan campirano como la canción ranchera, pero la actividad económica principal de sus campesinos fueron el cultivo de maíz, frijoles, calabaza, chile, café, cereales, cítricos, otros frutales y caña de azúcar. También se destacan como alfareros y elaboradores de textiles.
La ganadería ha estado presente entre los huastecos, aunque nunca ha ocupado el primer lugar entres sus faenas de supervivencia. Los huastecos también se han caracterizado como buenos comerciantes de los bienes que producen, algo que los ha hecho ir de un lugar a otro con sus mercancías e incluso con su música.
La ganadería había prosperado en el occidente de México, y el comercio se extendió por todo lo alto. Aquella bonanza abrió paso a la música ranchera, que un día llegó acompañada de mariachis para instalarse en la capital mexicana hasta convertirse en prototipo de la mexicanidad.
El huapango o son huasteco, en cambio, estaba relativamente confinado en su región de origen. Ese fenómeno contribuyó a mantenerlo puro durante algún tiempo.
La región donde nació y se desarrolló el huapango se conoce como la “huasteca”, que comparte partes de los estados de Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Tamaulipas, Puebla, Guanajuato y Querétaro. Es algo más que una geografía, pues posee una particularidad sociocultural. Aunque mexicana, conserva elementos ancestrales e instrumentos propios.
El huapango o son huasteco surgió para ser bailado. Las parejas lo hacen encima de tarimas o tablados en las que hace sonar sus zapatos. Por ello, algunos estudiosos vinculan el origen de la palabra huapango a la voz náhuatl “cuahuitlipanco”, cuyo significado es “sobre el leño de madera”, que hace alusión a la tarima donde se baila.
Surgió a finales del siglo XVII con la llegada de los fandangos y ritmos flamencos de España. De ahí el parecido entre el son huasteco y el zapateo cubano que tienen una raíz común. El zapateado forma parte de la musicalidad del género al tiempo que le imprime la categoría de espectáculo.
Es de suponer que si la conquista de México partió desde Cuba, quienes acompañaron a Hernán Cortés llevaran consigo sus tradiciones musicales. Veracruz fue el punto de inicio de la conquista, cuando la presencia hispana llevaba ya buen tiempo en nuestro país.
El huapango o son huasteco creció un tanto aislado, lo que le posibilitó mantener inalterable su identidad.
Al ritmo de huapangos se baila; igual se canta mediante coplas improvisadas en las que se destaca la voz del falsete. Es un género habitual en las fiestas campiranas.
En cuanto a su formación, casi siempre es tocado por un trío que incluye guitarra huapanguera, jarana huasteca y violín; los dos primeros, son modalidades de instrumentos de cuerda pulsada, originarios de la región, creados a partir de referentes hispanos.
Gracias a Elpidio Ramírez Burgos, a quien hace meses dediqué uno de estos comentarios, el huapango se dio a conocer en todo México, en especial en su ciudad capital. “El viejo Elpidio”, como era llamado, realizó un trabajo de campo loable para el rescate de piezas del género huapango que son tesoros del folclor regional huasteco.
Se hizo popular en salones de Ciudad de México, cuando la canción ranchera tocada por mariachis ya se había entronizado. Aquellas coplas folclóricas influyeron en muchos compositores, para dar lugar a lo que conocemos hoy como Huapango lento o Canción huapango.
Salvo excepciones, esta nueva modalidad derivada de la huasteca, empezó a ser tocada por mariachis donde el cantante solista emitía por momentos giros de falsete. En algunos casos los mariachis incorporaron la guitarra huapanguera y la jarana para darle más aire de huapango a las piezas. Del violín, sabemos que forma parte intrínseca del mariachi.
Entre los intérpretes más destacados del Huapango lento o Canción Huapango, figuran Miguel Aceves Mejía y Lola Beltrán, aunque no fueron los únicos. La lista de autores musicales es más extensa. Fue un género aprovechado y recreado, entre otros, por Nicandro Castillo, Tomás Méndez, los hermanos Záizar, Rubén Fuentes y José Alfredo Jiménez.
Existen canciones huapangos o huapangos lentos, lo mismo alegres que melancólicos. Llegó a la popularidad para compartir una supremacía con el corrido y la canción ranchera, para ser confundido muchas veces con esta última.
El huapango tuvo que correr un itinerario largo y esperar a ser redescubierto. Ese fue un acontecimiento feliz que salvó uno de los géneros más cautivantes de la música en México.
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