El Viejo Elpidio y el huapango

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Sería imposible escribir la historia del huapango sin mencionar a Elpidio Ramírez Burgos (Jojucapan, 1888-1960, Ciudad de México). Más conocido como el “Viejo Elpidio”, fue un violinista veracruzano que, nacido en el campo, tocaba la jarana y el violín.

Al “Viejo Elpidio” se le debió en 1938 la adaptación más famosa de La Malagueña, Son Huasteco o Huapango del que existen muchas versiones, aunque ninguna como la lograda por él.

Según explica el musicógrafo Gabriel Pareyón en su Diccionario de la Música en México, “Malagueña, en este caso, es más bien sinónimo de belleza femenina que suele representarse por la sirena, personaje que se encuentra sobre todo en las malagueñas huastecas”.

A esa pieza puso Elpidio la música, mientras Pedro Galindo se encargó de la letra. Todas las que le precedieron, aunque parecidas, consistían en coplas cantables y bailables. Gracias a las innovaciones del “Viejo”, el género Huapango pudo desbordarse de los grupos huastecos para llegar a ser música ejecutada por mariachi.

Fueron incontables sus méritos. Fue miembro del grupo Los Trovadores Chicanos. Más tarde formó su propia agrupación, la de Los Trovadores Huastecos del Viejo Elpidio, con la cual realizó giras por varios lugares de México y grabaciones.

Otro mérito de Elpidio Ramírez data de 1948 cuando compuso y grabó el Cielito lindo huasteco, otra carta de presentación musical de México para el mundo.

Además de músico, compositor y arreglista, hizo aportes trascendentes a la música regional, en particular la de la región huasteca. Investigador consumado, recorrió su geografía para rescatar viejos sones huastecos que formaban parte de la tradición oral.

Transcribió muchos sones huastecos evitando que se perdieran en el olvido. Tanto les puso de sí, que aparecen varios de ellos con su nombre como si hubiese sido el autor, cuando en verdad solo les hizo los arreglos.

Gracias a su labor, muchos de aquellos sones dejaron de momento su zapateado tradicional para convertirse en piezas de salón.

En cuanto a la vida personal de Elpidio Ramírez, se dice que era de personalidad recia, aunque de gran nobleza. Sabía montar a caballo; tanto, que alcanzó el grado de Capitán Primero de Caballería del Ejército Mexicano. Dominó de tal modo el arte ecuestre, que se destacó en la realización de suertes charras. Y era buen ajedrecista, además.

Murió a la edad de 72 años. Pudo haber dado más a la música de su país, aunque tuvo la satisfacción de haber incorporado el Son Huasteco o Huapango al pentagrama tradicional mexicano. Lo sacó de las entrañas de la región huasteca para proyectarlo por derecho propio, entre los géneros representativos de la tierra que lo vio nacer, y donde murió, un 14 de julio de 1960.

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