El No importa, del Mejunje
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No importa es una frase que sustituye a otras infinidades de locuciones, por la multiplicidad de sentidos que suele cobrar. Ella, solo poniéndose en sintonía con el ambiente, con cualquiera de las circunstancias y los contextos, puede revelar, explorar o esconder sentimientos y conseguir una diversidad de matices de las más recónditas actitudes humanas, e incluso revelar posturas, actitudes e intenciones.
La expresión pauta relaciones entre personas; de estas con las cosas o los procesos. Sobre todo evidencia con mucha claridad la intención de quien la utiliza. Es un enunciado que en su forma más simple o en su restringida expresión lingüística no puede confinarse al sentido de las dos palabras que la forman.
“No importa” es el título de una puesta en escena, dirigida por Adrián Hernández Hernández, que la compañía teatral Mejunje, de Santa Clara, exhibe en su repertorio. Es un trabajo que llega a la Perla del Sur por invitación del Consejo Provincial de Artes Escénicas para desarrollar la jornada Villanueva y festejar el aniversario 62 del Centro Dramático de Cienfuegos.
La obra parte de una estimulación muy común y empleada en el teatro y en muchos otros medios o expresiones artísticas: el reencuentro de un grupo de amigos. Pero en este caso, una nueva cita en la que nuevas circunstancias redefinen las actitudes, y la satisfacción e inconformidad se desgarran en una batalla cruenta; la misma que mucho antes sostuvieran las aspiraciones y los miedos, o los sueños y las realidades. Un enfrentamiento despiadado que arranca piel, músculo, tendones, carne, para dejar el esqueleto a hueso limpio y que entre la estructura humana se puedan visualizar todas las vísceras, los órganos, todos los procesos y, fundamentalmente, el bombear constante del corazón mandando sangre al cerebro.
Cuatro pedazos de historias defendidas actoralmente por Geidy Leisy Orozco, Zuleira Lorenzo Gómez, Ernesto García Domínguez y Adrián, el propio director, armonizan en fragmentos con pasajes que se traducen en intentos, propósitos o anhelos. El andar ligados los incita a tomarse las manos y a su vez compartir los sueños, alianza que los define como necesarios, imprescindibles en la vida del otro, y los convierte en otra razón de sus anhelos.
Las narraciones desarmonizan en el firme propósito de alcanzar la meta y en la diversidad de caminos que se pierden y enturbian con tantas curvas y espacios oscuros o secretos. Cuatro seres humanos que se desprenden de sus vestimentas, trapos, adornos o maquillajes interiores para mostrarse desnudos y transparentes ante nuestros ojos.
Las proximidades y distancias entre las historias de cada uno dejan los surcos necesarios para que se acomoden muchas similares, en todo el cromado de matices a lo largo del extenso pentagrama humano. Se revela el ser como mezcla indisoluble de voluntad, meta, capacidad, formación, sensibilidad, egoísmo, inseguridad y pasión. Un hombre intrépido, osado, dispuesto, expone su cuerpo al comercio e intenta saltar las barreras del pudor y romper los límites que nos ponen los principios y la moral. Una mujer inconforme arremete contra los procesos sociales o políticos. Denuncia a viva voz, de todas las formas posibles, con mucha energía, pasión y mirada particular los errores de estos. Otra mujer lucha por vivir con felicidad y sobrellevar la enfermedad que le aqueja. Otro hombre batalla con romanticismo contra sus miedos en pos de ser feliz.
Es una historia de seres vivos que batallan por alcanzar sus metas; que diseñan propósitos y tareas en dirección a ese objetivo. Los personajes viajan en un constante zigzag entre libertades y prisiones, entre la razón y la sensibilidad, entre el camino y los pasos y entre andar y avanzar. A esos cuatros seres les une el amor por el otro, el apego legítimo por el amigo con el que se identifican y por el cual someten las pasiones. La unión entre ellos puede conformar una nación en la que aportan todo cuanto pueden a ese superlativo concepto. Cuatro formas de interpretar la vida como el proceso armónico de ser consigo mismo, de este con la naturaleza y con todos los procesos que le acompañan.
La pieza resulta una construcción dramática cuya expresión escénica se hilvana en la emisión de frases precisas, redimensionadas en sus significados desde la colocación exacta en el contexto, la precisión en los tiempos y las formas de decir. Una puesta que si aun prescindiera de esa música, muy bien utilizada, continuaría siendo musical y palparía la sonoridad precisa de cada personaje que da sentido armónico y melodioso a toda la obra. Una secuencia de sonidos y silencios, de palabras y pausas constreñidas para producir y violentar sentimientos.
“No importa” es una oferta puesta sobre el escenario con milimétrica precisión y con un mínimo de recursos; elementos de utilería que conforman la escena y algunos aditamentos precisan el vestuario de los personajes para conseguir caracterizarlos. Cuatro maletas como un sentido, un significado y único recurso escénico para componer los espacios en función de los acontecimientos, sucesos de la fábula y representar la historia. Importante papel juega la exactitud en el diseño, en las colocaciones espaciales y sobre todo en la ejecución impecable de los intérpretes. Un desempeño que empasta con toda naturalidad con los ritmos, los tonos y las atmósferas de cada uno de los momentos.
Es un ejercicio coreográfico de circulación en el espacio, de reposos, posturas y gestualidades, donde la coordinación se engrandece para lograr profundas y complejas acciones colectivas, en los mismos tiempos y compases sonoros y visuales. Se explotan eficazmente todos los sitios escénicos, lo cual, combinado con el uso adecuado de los niveles y portes ofrecen una dinámica ajustada a la puesta.
Resulta importante destacar el ritmo de las acciones, intensificándose en función de la progresión dramática y disminuyendo en los instantes que se precisa ver las emociones o los sentimientos. También prescindiendo del baile de casino, es una puesta pautada sobre un justo ejercicio coreográfico muy limpio y exacto.
Evidentemente no se puede prescindir del baile de casino, porque más que un ejercicio danzario, es un elemento dramático que aporta contenido a los enunciados de la puesta. Tampoco se pueden relegar las canciones y la música incidental porque son el complemento idóneo para comunicar todo el discurso de la escena. De ellos se valen también los actores para revelar su mundo interior, llenar de autenticidad todo cuanto dicen y hacen. De ellos se sirve también la dirección de la puesta para matizar esos altibajos, muy bien logrados en los conflictos y en cada una de las situaciones dramáticas.
Es una puesta que nos agita, exalta, controla, estimula y, sobre todo, nos habla. Alude al oído, a los ojos, a la piel y a las sensaciones. Es una propuesta que nos conduce en un inmediato sistema de pensamientos, de dudas, de inquietudes y cuestionamientos. Que nos arrastra de manera consiente en el placer de disfrutar la visualización de estas cuatro vidas. Con ellos vivimos sus emociones, sufrimos sus frustraciones y nos retorcimos en su mundo de conflictos. Es una puesta que habla de verdad, con verdad y sobre la verdad; un ejercicio de sinceridad que pone vida en la escena, un diálogo transparente de un colectivo teatral, de un director y de un grupo de actores con su público. Es una comunicación que rompe todas las barreras y se apertrecha de los más insignificantes canales para lograrla.
Es un texto contundente, bien logrado dramatúrgicamente, con una dirección que encontró los resortes idóneos y necesarios de la escena, para decir la verdad y llevar a los actores a los niveles demandados por cada situación. Bien la música, la escenografía, la utilería, la coreografía, las intenciones, los matices y las actuaciones. El logro más contundente de este regalo son las interpretaciones, cuyas individualidades, como la puesta, emplea solo los recursos específicos e imprescindibles.
He visto al individuo chocar con sus límites, a un hombre acosado por otros hombres, manoseado y experimentando las dolorosas sensaciones de ser objeto. He visto una mujer excluida por expresar sus filosofías y sus conceptos. He visto a otra que muere y se agarra de las flores que adornan su muerte para seguir viviendo. He visto a un hombre vivir con sus miedos, andar con sus inseguridades y sus recelos, pero andar. He visto vida que me ha invitado a vivir, he visto pasión, entrega, comunión y sueños.
“No importa” es una puesta que he venido a ver dos veces a la sala teatral cienfueguera Guanaroca, el pasado viernes 16 y sábado 17 de enero. La disfrutaría una vez más, porque me pareció que no la aplaudí lo suficiente. Tengo la seguridad de que ese colectivo se merece que lo abrace varias veces más. El director debía escuchar las gracias muchas veces más. A los actores debía abrazarlos, una y otra vez, hasta dejarlos sin aire. A las actrices tenía que besarlas, hasta que los besos se agotasen.
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