Educación en Salud: la Tierra debe parir frutos y no enfermedades

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Oropouche es una localidad ubicada en Trinidad y Tobago, específicamente en la Trinidad, de unos 2 mil y tantos habitantes. Pero si ahora mismo usted le pregunta a alguien en Cuba qué significa la palabra, le responderán de inmediato que se trata de un virus malísimo que te “tira para la cama”.

Bien que puede concursar cómo la palabra del año en “Buen Idioma”, porque se repite con demasiada frecuencia. La etimología que designa la patología proviene de cuando en 1955 se aislaran allí, en la localidad de Oropouche, los primeros casos de enfermos de esta arboviroris, transmitida por insectos, según reportes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Orthobunyavirus oropoucheense resulta su nombre científico. Se trata de un ARN virus de una sola cadena que cuenta con tres segmentos y tiene una estructura esférica de lípidos; es decir, grasas, que envuelven y protegen su material genético.

En el transcurso de setenta años se han detectado brotes epidémicos en varios países del Centro y el Sur de América, principalmente en la región amazónica de Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador, y ahora más reciente, desde finales de mayo de 2024 en Cuba, específicamente en Santiago de Cuba se reportaron los primeros casos acá. Al decir del Dr. Francisco Durán, director nacional de
Epidemiología, el mosquito Culex quinquefasciatus, al que llamamos mosquito común, y un tipo de jején, resultan los agentes transmisores de la enfermedad.

Y entonces ha corrido la alarma desde mayo, mes del año en que comienza el período lluvioso; con reportes de muertes en Brasil por esta causa, aún cuando en Cuba no se registran de manera oficial fallecidos a consecuencia del Oropouche.

La enfermedad tiene dos ciclos, uno selvático y otro urbano, el primero
relacionado con los países del área de Las Américas con este tipo de geografía; y el segundo, el que circula en Cuba, quizá con la entrada de alguna persona infectada proveniente de estos países, y que encontrara acá en el Trópico, las condiciones propicias —mosquitos en abundancia, lluvias, salideros de albañales — para proliferar.

“Una vez que una persona susceptible a desarrollar la enfermedad es picada
por el mosquito infectado, comienza un período de incubación de 3 a 8 días, antes de que aparezcan los síntomas. Luego inicia el período de estado de la enfermedad que se caracteriza por fiebre, toma de estado general, cefalea (particularmente retroorbital: detrás de los ojos) y dolores en la espalda, musculares y articulares; nauseas, vómitos y fotofobia (molestia al exponerse abluz intensa)”, aparecen entre los síntomas descritos por especialistas cubanos.

“La duración del cuadro suele ser de entre 2 y 7 días. La aparición de complicaciones haría que se extendiera a entre 2 y 4 semanas, durante las cuales es posible que se eleven las enzimas hepáticas como consecuencia de la afectación del hígado y la disminución de las células defensivas. En un grupo de pacientes, por razones no del todo claras, los síntomas pueden reaparecer a un mes del cuadro inicial.

“Entre las complicaciones más graves están la inflamación de las meninges
(capa de tejido que recubre el cerebro), conocida como meningitis; o encefalitis si la inflamación ocurre en el encéfalo. Sin embargo, ambos cuadros, aunque
serios, suelen tener un curso benigno. En resumen, podríamos decir que es
muy parecida al dengue, solo que con un curso más benigno, sin la presencia de síntomas de alarma”. (1)

Dra. C. Guadalupe Guzmán, científica investigadora del Dengue./Foto tomada de Cubasí.cu

El Dengue es otra arbovirosis muy conocida en Cuba, endémica del área de
Las Américas, transmitida por el mosquito Aedes Aegypti, que sí cursa a
formas graves de la enfermedad y que puede causar la muerte. La sintomatología es similar, de ahí que
el Dr. Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, recomiende, que los pacientes deben ser valorados por los profesionales de la Salud para evitar complicaciones, al no discernir en casa, entre una y otra.

Todavía no existe una vacuna registrada, aunque sí muchos estudios científicos sobre arbovirosis, y Cuba se precia en la persona de María Guadalupe Guzmán, doctora en Ciencias y directora de Investigación, Diagnóstico y Referencia del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), así como de un gran equipo de epidemiólogos del patio, quienes destacan por sus trabajos pioneros sobre la patogénesis de esa enfermedad, el tratamiento de sus síntomas y su prevención. El dengue es una enfermedad presente sobre todo en las zonas intertropicales, que padecen cada año entre 50 y 100 millones de personas a nivel mundial.

Pero podríamos contar con una “vacuna” efectiva en el control y la prevención de las arbovirosis, aunque sean declaradas algunas como endémicas, y este tipo de inmunidad tiene que ver con la higiene del entorno en qué vivimos. Con demasiada frecuencia esgrimimos los cubanos que no se fumiga, y detrás viene a modo de justificación-certeza aquello de que no contamos con los recursos; pero con solo mirar en derredor y ver la hierba crecer en los patios y jardines comunes, el agua estancada y acumulada provenientes de salideros, tanques destapados y objetos tirados que bien podrían servir como “casa” para los mosquitos, confirmamos que es el control de cada uno de nosotros en nuestras casas y entornos, los que podrían revertir la situación epidemiológica, al partir, en primerísimo lugar, del manejo de los desechos.

No basta con que Cuba se enorgullezca de tener entre sus hijos a Carlos Juan Finlay, médico y científico descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla, ni a una Guadalupe salvadora que casi tiene la vacuna contra el dengue, precisamos una consciencia pragmática popular del cuidado por la vida.

Todavía están frescos en nuestra memoria los días de la epidemia de COVID-19, las secuelas con las que vivimos tras sufrir la enfermedad, los amigos, vecinos y familiares fallecidos; la sociedad de “patas arriba”, una crisis global consecuente a la que nos enfrentamos en desventaja. Al parecer no fue suficiente, para tomar en cuenta que la HIGIENE es nuestra mejor arma,
herramienta y vacuna, y que si cada cual contribuye desde la educación y el respeto, podríamos revertir muchas de las enfermedades que hoy asolan
tierras fértiles que debieran parir frutos y no enfermedades, haga el cambio.


Fuente consultada:

1.- Lo que necesitas saber sobre el virus de Oropouche

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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