Un binomio inseparable: música y masonería

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 43 segundos

La música siempre ha acompañado los rituales esotéricos desde los albores de la civilización, y aquellos ligados a la masonería no son una excepción. Tal vez sea el momento de plantear un tema que no es frecuente en la masonería, o al menos no lo parece a primera vista. La música como parte de la masonería y la masonería como parte de la música.

Este arte ha constituido elemento primordial en los ritos masónicos, pues en palabras de Alfredo Melgar, Maestro  masón de la Logia Concordia IV, al Oriente de Madrid, la música “simboliza la armonía del mundo y, muy en especial, la que debería existir entre todos los masones de la Tierra”.[1] En este sentido constituye el paradigma masónico musical La flauta mágica, del francmasón Wolfang Amadeus Mozart, obra de obligatoria escucha en reuniones, ceremonias más solemnes como las iniciaciones de profanos, exaltaciones de grado, o las aperturas de templos. Sin embargo, se debe tener en cuenta las características comunes que muestran la música y la masonería, sin obviar los clásicos que han formado parte de la historia musical masónica.

La música es el arte de combinar los sonidos de la voz humana y/o de los instrumentos musicales para causar un efecto estético nacido de la conmoción en el alma o en el espíritu de quien la escucha. Combina los sonidos siguiendo las normas de la armonía, de la melodía, del ritmo, del timbre y de la forma.

  1. a)   El ritmo: es la disposición más o menos simétrica de sonidos fuertes y débiles, y de notas largas y cortas.
  2. b)   La melodía: es la progresión lógica y agradable de los sonidos diferentes por su entonación, duración e intensidad. Inicialmente las combinaciones de sonido que la constituyen eran muy sencillos, pero con el tiempo ha ido adquiriendo mayor libertad y riqueza de intervalos, ganando en su poder expresivo.
  3. c)  La armonía: es la simultaneidad de varias notas, formando acordes.
  4. d)  El timbre: depende de los sonidos armónicos o secundarios que acompañan a uno fundamental. Esto quiere decir que una cuerda de violín, por ejemplo, frotada para producir una nota determinada, produce no solamente esa nota, sino una serie de otros sonidos que en conjunto con la nota nos permiten reconocer que se trata de un violín.
  5. e)  La forma: es el factor que da sentido y organiza los demás elementos de la música. La forma musical más simple comprende, por ejemplo, una Exposición, el Desarrollo y la Recapitulación.

La masonería es la práctica de otro tipo de arte, que llamamos Arte Real, que no es otra cosa que una tarea permanente de autoperfeccionamiento que el masón hace de sí mismo y cuyo resultado transmite a la sociedad en que vive.

Si de todas las artes clásicas la música es la que más escasamente informados nos ha dejado de su pasado, los orígenes de la masonería se pierden, a su vez, en la nebulosa del mito, de la leyenda y de lo incierto. La música tiene una larga biografía cuyo registro data de un tiempo relativamente corto. En las diversas culturas, a través de la historia, la Música ha cobrado y cobra un papel importante en los acontecimientos de toda índole más relevantes. Ejerce un rol mediador entre lo intelectual y lo espiritual. Así, adquiere singular importancia en ceremonias rituales, por su capacidad de crear atmósferas de especial recogimiento y emotividad. Constituye la música un lenguaje universal de gran variedad dentro de un equilibrio ordenado.[2]

En la masonería, la música representa una de las siete artes liberales, simbolizando la armonía del mundo y especialmente la que debe existir entre los masones. A través de la belleza de los sonidos y de la armonía de los ritmos se llega a la sabiduría del silencio. La música es el arte de organizar los sonidos. Todo arte consiste en organizar un material de acuerdo con las Leyes y un propósito. La música es, en ella misma y por esencia, una forma de masonería, una construcción de carácter iniciático. Los elementos que la componen no son los sonidos, piedras brutas, sino las notas, piedras trabajadas hasta llegar a ser perfectamente cúbicas y pulidas. Los tres elementos que precisa el trabajo masónico, es decir, el trabajo en la piedra, los precisa el sonido:

La Fuerza, que reside en la densidad. La Sabiduría, en su tempo o longitud.
La Belleza, en su altura o frecuencia.

Las piedras justas y perfectas del edificio musical deben ser ensambladas: la música es una construcción, una arquitectura, un «arte real» que nos revela las leyes universales de la «Gran Obra» que podemos organizar en tres etapas.

El Silencio, vacío necesario antes de la manifestación, es el estado de aprendizaje. El Sonido, la manifestación, la toma de conciencia, el despertar del compañero. La Melodía, la organización del sonido por el maestro.

Se puede encontrar otra analogía en tres etapas, entre el método de formación del músico y del masón:

El Aprendiz: Estudia la música en sí mismo (canta). Aprende a decodificar unos símbolos o signos (solfeo) y escoge su/s instrumento/s. Para ello precisa de un maestro o instructor.

El Compañero: Alcanza la soltura en la interpretación de los signos y en la utilización de su/s instrumento/s. Colabora con otros compañeros en el canto y en la interpretación (polifonía, conjuntos instrumentales). Estudia la historia, los estilos y a los grandes maestros. En esta etapa el compañero entra en un proceso de auto-formación.

El Maestro: Su tarea es alcanzar una interpretación personal, una vivencia que haga posible la transmisión de la obra. El maestro trabaja en soledad, pero precisa de un aprendiz, del cual aprende todo lo necesario para alcanzar la auténtica maestría. Con esta relación se cierra el ciclo.

Por lo que si la masonería es una ciencia de moralidad, velada por alegorías y expresada e ilustrada mediante símbolos, la música es un sistema (ciencia) de expresión sensible, manifestado mediante símbolos. La masonería y la música constituyen sendos sistemas de construcción de valores inefables y perennes en forma ordenada y complementaria: fraternidad, tolerancia, amor, armonía, melodía, etcétera, que solo se logran tras un esforzado y perseverante aprendizaje para colocar todos los sentidos del hombre en un estado especial de sensibilidad activa.


[1] Mario Durán, “Música y Masonería”, Plancha de 07/octubre/1983, RL “Germinación” Nº81, Santiago de Chile.

[2] Alejandro Horvat,  Historia y Cultura Musicales, (Editorial Salesiana, Santiago de Chile, s/a).

 

Por: Dra. C. Alegna Jacomino Ruiz

Visitas: 28

Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *