Pepe Guízar, el pintor musical de México

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José Guízar Morfín transformó un atril en caballete y usó como lienzo el pentagrama. Con las notas, cuales trazos de colores, encima de las cinco líneas de cada franja matizó estampas que se hicieron inmortales.

Don Pepe se inspiró en bellezas naturales, pueblos, costumbres y tradiciones. A través de su música aprendemos cosas de su tierra; cada una, a la par que provoca deleite al oírla, incita a hurgar para enterarnos más de cada tema.

Pepe Guízar, como se le conoce en el mundo entero, nació en Guadalajara, Jalisco, el 12 de febrero de 1912. Su repertorio abarca prácticamente todos los géneros populares del cancionero mexicano. La época de oro del cine en su país – lo mismo que la radio – sirvió de plataforma para darlo a conocer. Eran tiempos en que Jorge Negrete y Pedro Infante acaparaban los protagónicos del celuloide azteca, y Pepe Guízar nutría sus repertorios con aquella música que se ganó la eternidad.

¿Quién no recuerda al Charro Cantor interpretar Acuarela Potosina? Pepe Guízar la compuso a finales de los años cuarenta del siglo pasado, y al oírla nos enteramos, entre otros detalles, de la posición geográfica de San Luis Potosí. Tanta fama alcanzó, que los potosinos acogen esa Canción Ranchera como himno local.

A los yucatecos sucedió algo semejante cuando el pintor musical de México dio a conocer Ciudad Blanca, como llaman a Mérida, capital del estado de Yucatán. Otra de ella es Veracruz transparente, a la que por su estirpe jarocha llama “barcarola morena, un puñado de arena, murmullo de eterna canción del mar”. O Tehuantepec, que humaniza la marimba comparándola con la voz de una mujer de esa hermosa región istmeña.

Una tras otra cada pieza musical de Pepe Guízar recorre lugares y lo hace fiel al estilo de cada región a la que va dedicada. Y lo mismo que a lugares, le compuso a costumbres y tradiciones; ese es el caso de títulos como Pregones de México, Maderas de mi tierra, China poblana y Sarape de Saltillo. Con estas y otras composiciones nos lleva de un lugar a otro para darnos a conocer la tierra que tanto amó.

Hay una que de todas es la más universal. Me refiero a Guadalajara, de sus primeras creaciones nacida a finales de los años treinta, y dedicada a la ciudad que lo vio nacer. Al visitar la Perla de Occidente y caminar por Colomos se siente la embriaguez de una belleza irrepetible. Desde que la creó, no es posible imaginar esa ciudad sin la presencia incorpórea de quien como nadie se inspiró en ella.

Escribí al comienzo que Pepe Guízar cultivó varios géneros tradicionales de su país. El secreto de su versatilidad radicó en que recorrió todo México, sus pueblos, ranchos y lugares más distantes. Lo hizo, según sus propias palabras “para saber cómo hablaba, cómo cantaba, como pensaba. Y así fue como poco a poco fui forjando mi geografía musical” (*)

Además de los géneros tradicionales, eminentemente campiranos, el pintor musical de México compuso piezas de corte romántico. De todas ellas, la más conocida es Sin ti, un bolero inmortalizado por el trío Los Panchos que a la fecha sigue siendo una declaración de amor para los corazones sensibles que todavía quedan en este mundo.

Este compositor excepcional dejó de existir en septiembre de 1980. Con sus pinturas musicales, Pepe Guízar llenó de colorido el pentagrama mexicano. Fue tan genial que consiguió hacerlo con una policromía que venció al tiempo y perdura.


(*) Silencio… Genios Trabajando. Los artistas que yo conocí. Héctor Madera Ferrón. Editores Asociados Mexicanos, 1993

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