“Más humanos que los humanos” (o de las atribuciones insólitas)

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El antiguo sueño del superhumano, retomado por Nietzsche (“yo os anuncio al superhombre”), tuvo un cauteloso dispositivo de control en las tres leyes de la robótica enunciadas por Isaac Asimov: no hacer daño a los humanos, cumplir sus órdenes y preservarse a sí mismo.

Sin embargo, ‘Pluto’, una de las recientes series de anime japonés, remueve otra vez las inquietantes cuestiones relativas a la Singularidad: ¿Se harán sensibles las máquinas? ¿Qué responsabilidad tenemos los humanos sobre el algoritmo emotivo de los robots y las tecnologías? ¿Prevalecerán sobre la humanidad como una nueva especie de terrícolas?

Basada en la novela gráfica homónima (manga), publicada en 2009 por Naoki Urasawa, la adaptación cinematográfica de ‘Pluto’ (transmitida por Netflix a fines del 2023), revisa tópicos de la ciencia ficción psicológica tales como la herencia mental y cultural, el uso y el borrado de la memoria infinita, y la posición social de las máquinas en relación con los humanos.

La complejidad funcional: mentir e imaginar, procesar rápido y… ¿sentir?

Grosso modo la serie parece un thriller policíaco más, donde una enigmática IA muy poderosa perpetra varios asesinatos selectivos contra siete robots veteranos de 39a Guerra de Asia, quienes poseen capacidad de destrucción masiva. También elimina a sus representantes humanos: abogados y activistas a favor de los derechos legales de los androides. El inspector Gesicht (uno de los siete), representante de la Europol, se encargará de poner en alerta a sus amigos.

Aunque los primeros minutos apuntan a una historia de asesinatos, explosiones y golpizas, enseguida la trama da un giro en profundidad hacia otro tema controversial que atañe íntimamente a todo ser humano: ¿Qué significa estar vivo y tener conciencia?

En otro clásico del género ‘Ghost in the Shell’ el programa informático conocido como El Puppet Master afirma: “La vida es como una encrucijada que nace a partir del flujo de la información. Como especie viviente que utiliza el ADN como sistema de memoria, el hombre ha alcanzado la individualidad a partir de sus recuerdos. Mientras que la memoria puede ser tan sólo una mera fantasía, es por estos recuerdos que la humanidad existe”.

—¡No tiene sentido! —le replica airado su contraparte humana—. No importa lo que diga. ¡No tiene ninguna prueba de ser una forma de vida!

—Es imposible probar tal cosa. Ni siquiera la ciencia moderna puede definir lo que es la vida.

No obstante este razonamiento, la actitud de los personajes humanos hacia los personajes robots ha sido históricamente de total desprecio clasista (o en el mejor de los casos, de condescendencia o paternalismo).

Así, vemos en obras literarias llevadas al cine como “Yo, robot”, la actitud despectiva del detective Spooner: “Los seres humanos sueñan, robot. Incluso los perros sueñan; pero tú no. Tú solo eres una máquina, una imitación de la vida”.

El oficial K, replicante y sicario autorizado de “Blade runner 2049”, recibe el apodo peyorativo de “pellejudo”, es despreciado y acosado por vecinos y compañeros de oficio; y aunque se enorgullece de no haber retirado nunca “a alguien que tuviera alma”, recibe la cruel réplica de su jefa: “a ti te ha ido bien sin una”.

En “AI”, de Spielberg, el asunto discriminatorio alcanza el grado de brutalidad legal que poseía el circo romano: los cazadores de las Ferias de la Carne, se divierten destrozando a los cyborgs y mecas sin dueño, al tiempo que demonizan, altoparlante en mano, a todos los amantes y creadores de la tecnología inteligente.

Sirvan estos ejemplos para ilustrar cómo las creaciones tecnológicas del ser humano (IAs, cyborgs, etc), reciben el tratamiento de mera posesión o trato de esclavos sin alma, pese a que superan a la mente humana en complejidad funcional a la hora de memorizar, procesar y analizar datos, almacenar y borrar información y… ¿sentir?

En “Pluto” estos robots veteranos retirados se dedican a labores humanitarias: proteger los bosques y la fauna, criar cinco hijos, tocar el piano, consolar a los atribulados, y algunos ejercen como rescatadores instintivos: tal es el caso de la niña Uran, hermana del protagónico Atom. Podría decirse que, sin excepción, sienten responsabilidad hacia la prosperidad del hombre y la conformación de un mundo mejor: pese a su superioridad en combate, el agente Robby se deja apalear por un drogadicto porque en ese momento estaba registrando en su radar un puntico en el cielo en medio de dos rascacielos gemelos, una mancha que representaba la agresión contra el hogar de activistas por los derechos civiles de la comunidad de robots.

No obstante, y pese al cumplimiento efectivo de las tres leyes de la robótica, así como la buena voluntad que (por programación) despliegan los seres artificiales, el recelo humano persiste: En la serie opera una secta secreta anti-robots. ¿Quizás por el temor a que la posición social pudiera invertirse?

¿Esclavitud, Humanismo o Transhumanismo?

Las páginas del libro donde el filósofo alemán anuncia al Superhombre, también recoge la frase de su profeta Zaratustra: “Donde quiera que he encontrado lo que es vivo, he encontrado la voluntad de dominio; y aún en la voluntad de lo que obedece, he encontrado la voluntad de ser amo”

Por otra parte, el Dr Tyrell anunciaba: “más humanos que los humanos” al ponderar la perfección psíquica y física de los androides Nexus 6 que fabricaba su compañía.

Esa admiración ante una inteligencia que puede catalogar, recuperar y decidir con precisión, se complementa en “Pluto” con la posibilidad de que los androides lloran, sufren, se cansan, se compadecen, tienen sueños y pesadillas, y aprecian el arte. O sea, desarrollan la capacidad de expresar emociones. El algoritmo emotivo, (prefigurado en Frankenstein, pasando por el Hombre Bicentenario, la mayor Makoto, y el replicante K), alcanza en el personaje Pluto-Sahad la dimensión de una IA todopoderosa que anhela cultivar flores en el desierto y pretende aniquilar a cualquier criatura que tenga el potencial de convertirse en un arma de destrucción masiva. Incluso aunque esto implique destruir a unos cuantos humanos cómplices.

Es la misma actitud de Thomson the Hammer en “El buró de ajustes”. Algo así como “Ustedes los humanos no saben elegir. Si los dejamos solos, llevan al planeta a la catástrofe”. La misma ideología del agente Smith, en “Matrix”: los humanos destruyen su hábitat. Solo una especie tiene un comportamiento semejante: el virus.

Es, en definitiva, la posición protectora y equilibrante del Ser Transhumano. Una criatura esclava que ganó en emotividad y ahora se erige como numen tutelar de los destinos del planeta.

No es casualidad que sea un osito de peluche quién disimule otra IA mucho más poderosa que Pluto. Imagen heredada del osito de Aldiss (“Los superjuguetes duran todo el verano”), que estaba especializado en proporcionar consuelo, y que, al final de aquel cuento opinaba: “Nadie sabe qué significa de verdad eso de real“. Sin embargo, en esta historia, el osito tiene otras connotaciones mucho más complejas.

Constituye ‘Pluto’ una prefiguración de las potencialidades de la inteligencia artificial que se encuentra en un futuro cada vez más cercano ¿Una alucinante alegoría sobre el traspaso de poderes de los amos a los “esclavos”, o un llamado a la convivencia pacífica? Queda a nuestra humana responsabilidad que estos últimos no hereden el odio de guerra.

Con el profuso y profundo uso de la función dramática conocida como Rescate, Naoki Urasawa nos transmite su mensaje continuo: “del odio no nace nada”. No perdamos, entonces, la Esperanza… del mundo.

*Narrador y crítico. Premio Alejo Carpentier de Novela.

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Ernesto Peña

Narrador y crítico. Premio Alejo Carpentier de Novela.

2 Comentarios en ““Más humanos que los humanos” (o de las atribuciones insólitas)

  • el 9 mayo, 2024 a las 1:23 pm
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    Ahora me ha despertado el bichito de ver la serie. Tema muy actual y preocupante este del desarrollo de las IAs.

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  • el 8 mayo, 2024 a las 12:38 pm
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    Un tema fascinate escrito en manos de un excelente autor. Algún día eso tal vez pase de la ficción a la realidad jajaja ¡Me ha encantado gracias por el aporte! 🤍

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