Las esquinas: donde se palpa la vida

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Son las esquinas espacios donde convergen calles y avenidas de cualquier sitio de la ciudad; resultan preferidas por muchos, ya sea para debatir sobre un juego de pelota o fútbol, de la olimpiada o hasta de los precios de los productos, cada vez más altos e irreverentes al bolsillo del cubano. Constituyen, en fin, lugares bulliciosos y de significativa concurrencia, en las cuales tramitan las más insólitas cuestiones de la vida real y hasta “del más allá”.

Pero de un tiempo a acá, las esquinas apenas nos sirven. Ya no se escuchan a los niños del barrio cantar en ellas “a la rueda, rueda, / de pan y canela…”; “alánimo, alámino, / la fuente se rompió…”; “¡mariquita 1, mariquita 2, el que no se escondió se quedó!”, todo ello alrededor del poste, en la mismísima intercepción.

Hoy no se lo permiten los mayores con sus juegos (dinero de por medio y a la vista de todos) de dominó y otros, con el sonido estresante de las fichas sobre las mesas, las palabras obscenas y hasta alguna que otra amenaza.

Muchas esquinas han sido invadidas por abundantes aguas negras, pestilentes, desbordantes; llenas de basuras —dejadas allí por indolentes—, cubiertas de escombros, con los canales repletos de cuanta cosa inservible existe y es botada a la calle sin la menor “piedad”, obstruyendo la salida de las aguas pluviales. Te aconsejo que no vengas a mi barrio cuando llueve, pues un río arrastra las “jabitas” con los desechos, lanzadas sin el menor reparo para que lleguen “felices” hasta el tragante de la esquina, donde lo cubren y hacen que el agua suba, y suba… hasta entrar a los hogares.

También las esquinas están oscuras desde hace muchos años, por la falta de un foco, bombilla o como prefiera llamarles; o están ocupadas hasta altas horas de la madrugada —incluso amanecen ahí— por borrachos, indecentes y desocupados en su gran mayoría, quienes gritan a “diestra y siniestra”, cualquier tipo de palabrotas, no aptas para ninguna edad ni sexo.

Una verdadera desfachatez y falta de respeto a sus congéneres. En la noche las voces se escuchan más altas, dado por el propio silencio de la ciudad y sus habitantes, aquellos que descansan merecidamente, porque al otro día deben partir a laborar, estudiar o atender las faenas domésticas.

Esta ciudad siempre se distinguió por su higiene y el porte de la gente, no por gusto nos han tildado de “orgullosos”. Se impone rescatar las buenas costumbres, el respeto a los demás, hacer más placentera la convivencia vecinal, velar porque nadie nos empañe el esplendor, así como evitar la indolencia de aquellos decididos a quebrantar lo dispuesto en legislaciones, decretos, resoluciones…

Recuperar las esquinas deberá constituir desde ya el reto de los pobladores de esta ciudad, para que las mismas vuelvan a convertirse en verbos de las“tribunas” de la calle, donde los amantes alcancen a robarse un beso, los conferencistas de todo y conocedores de casi nada tertulien con comedimiento. Entonces lograremos atrapar ese latir de lo cotidiano, porque ellas son grandes ajiacos humanos, en las cuales, con cierta exactitud, se puede palpar la vida.

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Mercedes Caro Nodarse

Licenciada en Comunicación Social. Directora del periódico 5 de Septiembre. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales.

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