La jungla de asfalto y el hombre ¿nuevo?
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Confieso que estuve a punto de parafrasear el título de ese cuento del escritor Senel Paz: El lobo, el bosque y el hombre nuevo, que rompió cánones en la literatura, el teatro y el cine cubanos, a inicios de los años 90, cuando la homofobia se entronizaba; pero como no comentaría sobre ese mal que todavía y, pese a un gran esfuerzo, encontramos en la sociedad, solo rocé su expresión semántica. Me gustaría compartir con los lectores sobre la sensibilidad humana, ese valor que se tambalea hoy entre quienes tenemos, se supone, un cerebro superior.
Son apenas las 10:00 a.m. de un día de semana, y el Bulevar de la ciudad de Cienfuegos se aprecia activo, en un ir y venir constante de personas conectadas en qué comprar para llevar a la mesa hogareña, y topar con el menor precio posible, la ecuación más practicada en tiempos de dura economía.
En la primera cuadra de la arteria peatonal, San Fernando y Prado, junto a los bancos de mármol con jardineras, permanece un hombre tirado, una mugrienta mochila a su lado y un bastón gris, escena que atraería la atención de cualquiera, sin embargo, no sucedía así.
El ir y venir de transeúntes no para, mientras dos muchachas y un señor mayor, tratan de mirar por la escena descrita, pero ellos, lamentablemente, no están interesados en el hombre tirado sobre el granito; buscan en cambio, a un gatico que maúlla y no logran ver. Más tarde se le une en la búsqueda de misifú otro joven que vocifera desde el otro lado, quien al parecer encontró una huella; mientras, el homo sapiens continúa allí, tirado, la cara muy roja, emitiendo un sonido gutural y algo de espuma se asoma por las comisuras de su boca.
Alguien de la redacción del Periódico, instalada de manera provisional en el local de una tienda en pleno Bulevar, aprecia la escena, se acerca y corre por un pomo de agua con azúcar, mientras le pide a la recepcionista que llame a la ambulancia. Y ante el alboroto de Yaneysis, una afrocubana corpulenta que atiende allí Recursos Humanos, bajó Oscar, un vecino de los altos de Cartoqui, con un plato de arroz con frijoles, picadillo, espaguettis y un pomo de agua fría, en compañía de la Niña, su perrita.
Jorge, que así se llama la persona –identificada más tarde por un conocido-, al parecer deambulante, y esta es una presunción de quién escribe, recuperó al rato la conciencia con el agua con azúcar (líquido que es oro en estos tiempos), deboró la ración que aportó Oscar, y lo recostaron a una de las jardineras acomodado con su mochila, cuando llegaron los paramédicos.
No es intención de esta periodista cuestionar quién está primero, es decir el orden para salvar a una mascota o a un hombre, eso debe quedar a la elección de cada cual; pero en este caso era muy evidente, demasiado, que Jorge necesitaba ayuda, no importa que se tratara de un alcohólico, o de una persona que tiene familia y no le amparan, vaya usted a saber los motivos… A los seres humanos se nos tiene que encender el bombillo de la ayuda, porque de no ser así estaríamos ante una disquisición en la escala de valores, ya mellada por la situación económica desfavorable que nos circunda, y eso nos colocaría en una cuerda floja: ser o no ser.
Al final de la mañana de aquel día, Jorge recibió ayuda profesional de médicos y paramédicos, pero fueron Yaneysi y Oscar quienes le salvaron la vida, porque al parecer, Jorge estaba sufriendo de una hipoglicemia, y el tiempo en que lograron estabilizarlo, resultó vital.
Quizá para algunos resulte un asunto de Perogrullo, cuando las personas en situación de calle aumentan en Cuba, sin que se encuentre una solución final al asunto, incluso cuando conozco se trabaja en resolverlo; en mi opinión personal quedan muchas instituciones que aún no se involucran en resolver el fenómeno desde el diseño y puesta en práctica de una política pública efectiva, porque no es solo prerrogativa de Salud, no, el tema debe ser abordado desde la multifactorialidad.
Y mientras, ay de aquellos que caminan y no miran a los lados, hacia abajo, que no tienden la mano… Gracias a Oscar, que ama a su niña perruna, pero quien se estremece y solidariza con sus semejantes; gracias Yaneysi, que salvó con sus manos y su enorme corazón a Jorge. La jungla de asfalto precisa del hombre nuevo, del verdadero, y es urgente.
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Muy buen comentario. Gracias por escribirlo, porque nos toca llamar la atención sobre situaciones que no tienes discusión: la vida del señor era lo más importante en ese momento… sin discusión. En cuanto al papel de las autoridades con las personas “de la calle” ya deben tomar cartas en el asunto. Santiago de Cuba y La Habana han demostrado cuanto se puede hacer.
Creo que también la Iglesia debe tomar cartas en el asunto, con más fuerzas, de TODAS las denominaciones, desde su carácter caritativo, he visto deambulantes durmiendo en el portal del Obispado, y los portones muy bien cerrados!!! Yo hasta he pensado en fundar un tipo albergue-refugio donde se puedan bañar, comer, descansar, sanar de las heridas cotidianas… Pero me faltan los recursos. Hacer algo al estilo Quisicuaba, que por cierto, es una institución religiosa. Es cierto que Cáritas hace mucha labor social, pero falta. Y de la insensibilidad a nivel social, por favorrr!!! Pero no podemos cansarnos en los medios, las escuelas, los barrios y en la familia, de preconizar los valores humanos, eso NUNCA