En Cienfuegos: Robertico, cátedra y símbolo del “14 de Julio”

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Tal vez sea el azucarero más longevo en activo de toda Cuba, pero a él no lo encontraremos entre los trapiches del ingenio, ni operando tachos o centrífugas, ni tampoco de puntista; eso sí, sabe, en esencia, de todos los puestos, y del “pi al pa”, dicho en buen criollo, no hay quien lo supere en conocimientos del proceso de fabricación de la dulce gramínea.

Empero, si quieres encontrar a Roberto Pérez Valero tienes que ir a su “medio natural”, a ese al que por más de 60 años le ha dedicado cuerpo y alma, y también cabeza, inteligencia y sobre todo, corazón. Allí, rodeado de carpetas, files bien organizados, memorandos, planes de trabajos y notas del día, lo encontramos en su rutina diaria como jefe de Despacho del director general de la Empresa Agroindustrial Azucarera 14 de Julio.

Como es habitual nos recibió con la muy suya sonrisa fraterna del buen anfitrión que ha sido siempre. “¿Entrevista?, oh, no, periodista”, nos espetó como otras tantas veces. Pero a tanta insistencia y “provocación” a su intimidad profesional, al menos accedió al dialogo para dar riendas sueltas al cúmulo de anécdotas y recuerdos anclados, también, al mismo vetusto buró de caoba que lo ha acompañado por años.

“¿Mi primer acercamiento al central? Imagínese que toda la familia estaba ligada a esta industria: mi abuelo, especialista en turbogeneradores y máquinas de moler; mi tío, jefe del taller de maquinado, mi padre, jefe de la fábrica y por demás Héroe del Trabajo de la República de Cuba, todo gracias a este sector; y mi hermano, subdirector aquí mismo, además de mis primos y cuñada… Ahora solo quedo yo”.

De mano de su padre fue la primera vez que Robertico, como lo nombran todos, vivió de cerca el traqueteo de los molinos, el calor de las calderas y sobre todo, sintió el olor del guarapo y la melaza que le arrobó para siempre el alma. Desde entonces el embrujo de aquella maquinaria encantó para siempre sus sueños; mas, los derroteros de la vida lo llevaron por otros caminos para acercarse a esta industria.

“En períodos de zafra mi familia venía a residir en el batey, pero en el llamado tiempo muerto vivíamos en la casa de Cienfuegos. Entonces, ya en Secundaria me embullé por hacer la carrera de Secretariado, y la hice de oyente, porque no tenía la edad; pero como obtuve buenas calificaciones, me tuvieron que dar el título honorífico. Después quise afianzar mis conocimientos, y seguí la misma especialidad en la Academia Martí, en la que aprendí mucho con María Emilia, sobre todo taquigrafía”.

A la sazón otras obligaciones y reclamos le deparaban al adolescente y a la postre vendrían nuevas y enriquecedoras experiencias. Como otros miles de jóvenes se “enroló”, como califica esa noble acción, en la Campaña de Alfabetización, y con cartilla, manual y farol en mano, marchó en 1961 a las montañas de la Sierra Maestra.

“Recuerdo que me ubicaron muy cerca de Cinco Palmas, el sitio histórico donde se encontraron Fidel, Raúl y los pocos expedicionarios del Granma que pudieron reagruparse allí. Me asenté en casa de un matrimonio y sus hijos, que aunque todos sabían leer y escribir necesitaban repasos”.

De regreso a su natal provincia, el “bichito” de maestro improvisado lo llevó a continuar llevando la luz del conocimiento a quienes lo necesitaron entre los trabajadores del central 14 de Julio:

“Entonces _cuenta_, tuve el privilegio de enseñar las primeras letras a José Ramón Quintero y a otro trabajador de Palmira, del que ahora no recuerdo el nombre”.

Poco después, ya con un poco más de edad, Pérez Valero engrosó la plantilla del central conmigo, no como un obrero directo a la producción como había pensado inicialmente, sino como secretario del director: “Hasta los días de hoy desde hace 62 años _reconoce_, y me gusta lo que hago porque soy una persona minuciosa y organizada, me inmiscuí en este puesto, lo amé, y nunca quise irme, ni los directores me dejaron.

“¿Anécdotas y reconocimientos? He sido estimulado con la condición de Vanguardia Nacional del sector, además de recibir la medalla de Cincuentenario, entre otros muchos estímulos. Recuerdo que aquí llegó un director un poco de incógnito una vez. Cuando entro a la oficina me lo encuentro revisando mis papeles en el archivo, le mostré mi inconformidad por aquello. Me dijo entonces que, ‘el método de él era este y este, que si no me gustaba podía irme’.

“Aquello, por supuesto, me molestó mucho, no obstante seguí en mis funciones. Poco después se me presentó una oferta de trabajo en Cienfuegos, y cuando se lo comuniqué, me respondió: ‘oye, no pienses que te vas a ir porque no te voy a dejar; si te marchas, más atrás me voy yo’”.

Por iniciativa propia y de conjunto con dos profesoras de las universidades de La Habana y Sancti Spíritus, han conformado una suerte de cátedra para impartir conferencias sobre Secretariado en centros de altos estudios de todo el país, con la participación de casi todos los organismos de Cuba.

Pero también Robertico es un apasionado investigador de la historia del otrora central Manuelita. Hablar de sus orígenes y de las 193 zafras ininterrumpidas que ha hecho este ingenio lo llena de orgullo, además de la admiración que siente por el antiguo dueño de esta fábrica de azúcar, Javier Reguera.

“Fue un gran patriota, exalta, y así lo reconoció José Martí en carta enviada a Gerardo Castellano Leonard, primer comisionado enviado a Cuba después de constituido el Partido Revolucionario Cubano. El Apóstol de la Independencia, en la misiva fechada el 4 de agosto de 1892, resaltaba el apoyo y simpatía por la causa de los cienfuegueros, y en particular de los trabajadores y el propietario de este central que, ‘sigue nuestro Movimiento con ansia y se declara seguidor de la Revolución’, escribía el Héroe Nacional”.

Y en esa trayectoria de tantos años y bregar, el decano de los secretarios en el sector, señala como condición básica para que el “14 de Julio” haya ganado el puesto cimero y prestigio entre sus homólogos de la nación, “la tradición azucarera y por la clase de trabajadores que tenemos, con sentido de pertenencia y amor por su industria”, reconoce.

“Por eso me enorgullezco de formar parte de este colectivo. Siempre he dicho que esta es mi casa grande, y como tal me siento en familia”, afirma emocionado quien, por derecho propio, se ha convertido en el símbolo humano del “14”, como cariñosamente define a este otro hogar.

 

 

 

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

Un Comentario en “En Cienfuegos: Robertico, cátedra y símbolo del “14 de Julio”

  • el 26 diciembre, 2023 a las 10:13 am
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    Excelente trabajador, compañero, un ejemplo de consagración a la agroindustria azucarera.

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