Aplausos a la hora del crepúsculo (+Fotos)

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“Cuando el sol enamorado/ la luna ve/ es un crepúsculo dorado/ la cita fiel”. Esta es parte de la letra de una hermosa canción popularizada en la década de los años 60 del pasado siglo por el quinteto argentino Los Cinco Latinos.

Justo, desde la ribera del río de La Plata, en la Rambla de las Américas de Colonia del Sacramento, por cierto, de donde se divisan con nitidez los edificios altos del Buenos Aires que vio nacer y crecer al afamado grupo vocal, cada tarde cientos de colonienses se dan cita para aplaudir el espectacular momento en que el astro rey parece sumergirse en las aguas de la corriente, mientras una áurea y brillante estera fluorescente se refleja en la superficie del inmenso estuario.

Tal maravilla de la naturaleza me transportó, en emociones, recuerdos y sentimientos hasta el litoral de la bahía de Jagua, en mi añorado y distante Cienfuegos. Evoqué mentalmente, entonces, las veces que he disfrutado en ese lugar, desde los muros del malecón, similar acontecimiento, cuando el disco luminoso se esconde tras el paisaje marinero, al oeste de la Linda Ciudad del Mar.

Mi imaginación me hizo revivir en la memoria leyendas asociadas a nuestra hermosa bahía de bolsa. La propia denominación de la rada evoca la maravillosa narración del surgimiento de las aguas y los cayos que la habitan. Según la tradición aborigen Jagua fue la esposa de Caunao y la que dictó las leyes a los pacíficos siboneyes; la que les enseñó el arte de la pesca y de la caza, el cultivo de los campos, el canto, el baile y la manera de curar las enfermedades.

Sin embargo, más allá de la mística, fue este entrante del Mar Caribe, de 88,46 km² de superficie, el que le otorgó el desarrollo y esplendor a la ciudad de Cienfuegos desde su fundación en el siglo XIX. Pero ya desde el siglo XVI, era testigo de visitas de piratas y por muchísimo tiempo antes, el sostén principal de los nativos cubanos de la zona.

A tal punto este privilegiado punto de la geografía insular está asociado a la vida de los cienfuegueros que no podría prescindir el uno del otro. Su entorno ha sido escenario de múltiples acontecimientos históricos, políticos, económicos y sociales a lo largo del tiempo.

Los amantes de los cordeles y los anzuelos encuentran en las cristalinas aguas el lugar perfecto para desarrollar a plenitud su afición. La familia, por su parte, disfruta de los baños veraniegos en las populares playas del litoral. Otros encuentran el motivo para reunirse a la vera y rememorar tiempos vividos. Y no faltan los enamorados que, al ritmo de las olas, susurran sus votos de amor, a la vista del atardecer o bañados por los rayos plateados de una hermosa luna cienfueguera.

Hermoso atardecer en la bahía de Jagua./ Foto: Ildefonso Igorra.
Hermoso atardecer en la bahía de Jagua./ Foto: Ildefonso Igorra

También esta hermosa bahía atesora una rica historia. Cuentan que el mismísimo almirante Cristóbal Colón, durante su segundo viaje a las Américas, en 1494, se proveyó de agua y leña en este lugar. Por su parte, piratas y corsarios famosos incursionaron por estos lares, tal es el caso de los renombrados Jacques de Sores,  Guillermo Bruce, Juan El Temerario, Alejandro Oliver Dexmolin y Francis Drake. Precisamente, para enfrentar los azotes de tales aventureros de los mares fue construida la Fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua, obra terminada en 1745 a la entrada de la bahía.

Y si de nombres y de historias se trata, La Plata también posee una ascendencia legendaria. Según los historiadores cuando el navegante español Juan Díaz de Solís y su expedición llegaron, en 1516, a la desembocadura del río, encontraron a los nativos indígenas intercambiando objetos de plata, lo que lo llevó a creer, erróneamente, que la corriente estaba llena del metal precioso, y con esa gracia lo bautizó el peninsular.

En realidad, La Plata está formado por la convergencia de los ríos Uruguay y Paraná. Es considerado el más ancho del mundo, con aproximadamente 230 Km en su punto más amplio. Además, su profundidad varía desde unos pocos metros en las zonas costeras hasta más de 30 metros en el canal principal. Su extensión, con forma triangular, es de aproximadamente 290 km, desde el nacimiento hasta desembocar en el océano Atlántico sur.

Algo que llama mucho la atención de las aguas rioplatenses resulta su peculiar cambio de color. Debido a la presencia de sedimentos y minerales arrastrados por las corrientes que lo alimentan. Las tonalidades puede variar desde un marrón hasta un azul verdoso brillante, dependiendo de las condiciones climáticas y las estaciones del año.

Este recurso hidráulico, considerado por muchos geógrafos como un gran estuario más que un río, ha sido históricamente una vía fluvial importante para el comercio y el transporte, principalmente entre las capitales de Uruguay y Argentina, Montevideo y Buenos Aires, respectivamente, a la vez que sirve de frontera entre ambos países sudamericanos.

Como también este medio acuático alberga una rica diversidad de vida silvestre. Sus aguas proporcionan un hábitat vital para numerosas especies de peces y además es una importante área de paso y alimentación de aves migratorias. Asimismo, las playas a lo largo de ambas márgenes son muy populares para actividades de baño, deportes como las regatas y los paseos en bote.

Se dice que el estuario guarda numerosos misterios. De hecho, una gran cantidad de naufragios históricos, aviones e incluso globos aerostáticos yacen en el fondo. Esto lo ha convertido en fuente de inspiración para muchas leyendas y mitos a lo largo de los años, como aquella muy popular que cuenta que en algunas noches de luna llena, una hermosa sirena emerge de las aguas, y que su canto hipnotizante atrae a los marinos y pescadores, que se ven tentados a seguirla hacia el fondo del lecho.

Y de nuevo volvemos a Colonia del Sacramento, la primera ciudad del Uruguay fundada por portugueses en 1680, a orillas de La Plata. Esta urbe, turística, por excelencia, dispone entre otros muchos atractivos de una rambla costanera de poco más de 15 km, en forma circular y que se extiende a lo largo de un amplio tramo del litoral del río..

Además de los balnearios con que cuenta, esté es el sitio ideal para reuniones familiares cada tarde, en la que los lugareños disfrutan del convite con amenas charlas, mate mediante, mientras la brisa ribereña acaricia sus rostros, al tiempo de deleitarse con el magnífico paisaje rioplatense.

Luego, bien vale el aplauso a la hora del crepúsculo, esa misma que, entre nostalgia y añoranza, recuerda la música de la década prodigiosa.

¡Plausible tradición evocadora!

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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