Ada Caride sí tiene soberanía alimentaria
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Los 60 años de edad no atentan contra el deseo de la campesina Ada por hacer mucho y bien.
Ada Caride Machín exhibe un rostro de mujer con agallas. Vive en Covadonga, posee una finca en la que cultiva varios alimentos y es una mujer convencida de su valor como cubana. “Aquí hay dos caballerías – dice en tono bajo – hay arroz, malanga, plátanos, mango y llevo esta finca hace un año más o menos. Todo lo que haya que hacer en el campo, yo lo hago. Si hay que recoger mangos, llevo la merienda para la gente que está en el campo, hago el almuerzo… lo que haya que hacer. Y al voltearse hacia el arroz asegura que “si hay que arrancar motas, las arranco también.
Ada nació “más para adentro” – refiere así cuando recuerda que vivía en la zona de la Ciénaga de Zapata – cuando pegaron los cambios de tierras, nosotros cambiamos allá adentro y vinimos para aquí.
La siembra se aprecia bien limpia. Todo está escardado, señal de que hay mucho sacrificio en la labor que Ada desarrolla junto a su familia. Y es, entonces, cuando me mira y dice: “la gente llega aquí y dice ¡ay, qué lindo está esto aquí! Y no piense usted que es fácil; hay que luchar y estamos en el momento en el que si te descuidas, te llevan las cosas.
Un perro delgado, las gallinas y los gallos sueltos, pero en su zona de confort, los carneros recogidos en su corral y los cerdos un poco más allá conforman una parte de los animales que posee esta cubana ataviada con una blusa roja, sin maquillaje y con las manos listas para hacer del campo un mejor lugar.
Los 60 años de edad no atentan contra el deseo de Ada por hacer mucho y bien. Habla del beneficio de tener siembras variadas con las que no tiene que buscar alimentos fuera de su propiedad, “y dentro de poco tendré hasta café”, dice apuntando a la pequeña plantación con un verdor intenso y, a pesar de que están directas al Sol, con salud en el follaje. “Yo recogí un poquito de café este año porque hay unas cuantas matas más viejas”. Y vuelve a sorprender con su seguridad al exhibir los arbustos, unos pocos, pero florecidos nuevamente.

Entonces, ¿se puede lograr la soberanía alimentaria? y no hay demora en la respuesta: “claro que sí, trabajando. Aquí estamos igual que en todos los lugares, pero yo tengo aquí de todo. Hay que guapear.

Sin embargo, hace tiempo que el mayor problema de Ada tiene que ver con las personas que se dedican a robar y plantea que “tienes que vivir pendiente porque te roban esto, te roban lo otro; de aquí no te puedes mover. Y si uno sale, quiere defender lo suyo porque hay que sudarlo. No vas a dejárselo a uno que viva de ti.
El enojo es notable, pero ella misma apacigua el momento cuando habla de la sequía y mucho más con la idea que demuestra su determinación ante la igualdad de deberes en el género. “Nosotras podemos hacerlo también; como muchos hombres trabajo yo. Y cuando entrego mis cosechas siento mucha satisfacción por el aporte a mi cooperativa”.
Ada Caride Machín trabaja la tierra con dignidad. No acompaña, ella hace y a veces mucho más que el resto de la familia. Su único problema es el deseo desmedido de unos pocos por hurtar lo ajeno en Covadonga, en Guanal, en Pozo cercado y en tantas comunidades rurales del municipio de Aguada de Pasajeros. Pero Ada confía en los que deben hacer valer la autoridad y no dejará de producir alimentos.
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