¿Un cienfueguero en la última corrida de toros en Real de San Carlos?

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Cuentan que un fanático a la lidia de toros bravos, supuestamente cubano, llegó a Colonia del Sacramento procedente de Argentina tras el afamado torero español “Gabardito” (Emilio Gabarda). Los rumores por aquellos lares, entonces, afirmaban que el forastero era un descendiente de comerciantes valencianos, asentados en la ciudad portuaria de Cienfuegos, al centro sur de la Mayor de las Antillas.

Desde luego, el antillano no sabía que asistiría a la última corrida de toros en la Plaza de Real de San Carlos, enclavada en la cabecera del departamento de Colonia. Luego, sin proponérselo, el advenedizo fue testigo del postrimero espectáculo para los amantes del arte taurino en tierras uruguayas. Era el 11 de febrero de 1912.

La minuciosa descripción de Mariana Paola Dacuña Morotti, guía turística por muchos años en la localidad, nos permitió transportarnos en el tiempo, al 9 de enero de 1910.

Cartel promocional de una de las lidias de toros en la plaza de Real de San Carlos/ Foto María Elena Llanes.
Cartel promocional de una de las lidias de toros en la plaza de Real de San Carlos./ Foto: María Elena Llanes.

Ante una multitud enardecida por la fiesta bravía se realizaba la apertura oficial de la primera corrida en la plaza de toros de Real de San Carlos. Al grito de “olé” alrededor de ocho mil voces animaron la función inaugural a cargo de los famosos toreros españoles Manuel Torres “Bombita III” y su hermano Ricardo Torres “Bombita”, con toros, trajes originales y demás atuendos traídos de la Madre Patria.

El inicio en la historia de la tauromaquia en Uruguay se remonta al año 1776, fecha en que se construyó la primera plaza de toros en Montevideo. Hay que recordar que los españoles eran muy aficionados a las corridas. El escenario, construido totalmente en madera y de forma octogonal, subsistió hasta 1780.

En 1789 se levantó otro recinto en la Plaza Matriz que funcionó hasta 1790. Más tarde en un circo levantado en la calle Mercado se llegaron a celebrar hasta 122 espectáculos.

Luego pasarían algunos años sin que volviera a repetirse esa clase de función hasta que en la primera mitad del siglo XIX aparecieron dos nuevas instalaciones dedicadas al arte taurino, una durante la dominación portuguesa, en el centro de la ciudad, y la otra construida tras la independencia del territorio Oriental, en 1835 en la zona del Cordón. En definitiva, en todo ese período la capital uruguaya albergó seis plazas de toros, y por aquí desfilaron toreros de renombre mundial.

Parte del ruedo y de la gradería, antiguo escenario de las memorables funciones en la plaza./ Foto: María Elena Llanes.
II

“La instalaciónde Real de San Carlos fue construida en ocho meses con el aval del parlamento uruguayo. El estilo neomudéjar y de otras características arquitectónicas eran muy similares a otras de su tipo existentes en España.

El material utilizado para su edificación fue suministrado por la fábrica de ladrillos y mosaicos La Arenisca, con áridos de la misma localidad, en tanto las estructuras de hierro procedieron de Inglaterra. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto croata Josip Marković y del ingeniero Dupuy”, precisa Mariana Paola.

Agrega la especialista que el recinto formaba parte de un complejo turístico, el que contaba, además, con hotel, casino, usina eléctrica, frontón para pelota vasca y muelle o atracadero (Real). Este último fue edificado para las personas que deseaban llegar y retirarse del lugar por la vía fluvial, principalmente en vapores desde Argentina, convirtiéndose así en una atracción de esparcimiento para cientos de espectadores.

Los antecedentes de la pasión por la tauromaquia en Colonia del Sacramento estuvieron hacia la segunda mitad del siglo XIX hasta que el Estado uruguayo dictó una ley que suprimía de forma definitiva las corridas de toros a partir del 31 de marzo de 1890. Esto se debió a la muerte de un “espada”, ocurrida en esa fecha.

Uno de los pasillos interiores en el museo de la Plaza de Toros de Real San Carlos./ Foto: María Elena Llanes.

Pasadas casi dos décadas, los espectáculos taurinos vuelven a reactivarse. En noviembre de 1908, el Poder Ejecutivo autorizó a Gaspar Dotres a realizar en Colonia unas Ferias de Sevilla, en las cuales se corrían los toros embolados y no se les mataba.

Ante estos nuevos aires el magnate naviero argentino Nicolás Mihanovich olfateó un negocio redondo. Ante este filón económico no dudó en invertir, pese al enorme riesgo financiero que significó la creación de un complejo de tal magnitud, los empresarios, asimismo, apostaron sobre seguro al construir una plaza de toros, pues ya sabían que el ambiente era muy fértil para ese entretenimiento.

La zona de ejecución del prometedor proyecto para ese entonces ya había despertado el interés de la prensa local y nacional. El periódico La Colonia comentaba: “El Real de San Carlos ha dejado de ser la comarca sencilla del santo morocho (referido al ídolo negro local San Benito), para convertirse en punto de negocios, y por más de un motivo, punto de grandes cosas por venir”.

Aclara Dacuña Morotti, que “en sus inicios las corridas se realizaron con toreros y toros llegados de la península ibérica, si bien se emplearon, igualmente, algunas reses de países sudamericanos, como Perú, o de Colombia. En verdad, este proyecto tuvo dos años de auge y prosperidad, durante los cuales espectadores de otros departamentos de Uruguay se acercaban a presenciar las lidias, aunque la mayoría siempre fueron los argentinos.

A ello contribuía que la plaza contaba con restaurante, bares, escenario y un teatro, asegurando la extensión de otras atracciones como peleas de boxeo, murgas y cantantes”.

En una nota la revista argentina Punto y Coma, fechada el 17 de febrero de 1911, reportaba que “… las corridas de toros, desde el punto de vista deportivo, constituyen un espectáculo agradable y culto, baste señalar el hecho de que el público bonaerense que asiste a las que se efectúan en el Real de San Carlos, no ha dado lugar hasta ahora a ningún incidente para que tenga que intervenir la policía uruguaya. Este sólo dato es la prueba más palpable de cultura”.

La guía turística Mariana Paolo Dacuña Morotti nos lleva de la imaginación hasta aquellos tiempos remotos./ Foto: María Elena Llanes

III

“El esplendor de la era taurina de Mihanovich apenas duró dos años”, acota Mariana. “Ya en 1912 se desarrollaba la última función, luego de 32 corridas oficiales, durante tres temporadas, si bien hubo más de ochenta, pues se continuó utilizando el espacio para espectáculos de este tipo aún bajo la prohibición de los mismos por parte del presidente José Batlle y Ordóñez, decretada ese mismo año. Eso sí, de los 182 animales que pisaron la arena, ninguno de ellos murió en el ruedo”.

Refiere Dacuña Morotti que, en 1943, el Complejo — declarado 33 años después Monumento Histórico Nacional, y único en pie en el país austral— pasó a manos del municipio de Colonia. Tras esa fecha comenzó un vertiginoso deterioro, hasta que en 2018 la Intendencia abrió un llamado a licitación para su restauración por etapas, convenio que se firmó un año más tarde.

Ahora mismo la Plaza de Toros se transformó en un centro de espectáculos diversos con un aforo de 2 mil 500 espectadores en las gradas y más de 2 mil en el ruedo, además de alojar diversos comercios como el local de Bodegas de Colonia. El lugar es visitado a diario por decenas de turistas nacionales y extranjeros.

Aquella tarde del 11 de ferrero de 1912 la fanaticada mostró un entusiasmo inusual, tal vez porque sabía que estaba en presencia de la última corrida en Colonia del Sacramento. Era de suponer, entonces, que a cada lance de “Tabardito” los miles reunidos en la gradería y palcos gritaran eufóricos el tradicional “olé”; y, por supuesto, el presumible cienfueguero entre ellos.

Auto antiguo exhibido en el otrora recinto taurino./ Foto: María Elena Llanes.
Entrada oficial de la Plaza de Toros de Real San Carlos./ Foto: María Elena Llanes.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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