Trumpismo, colapso y caos
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Estados Unidos arde en protestas masivas contra las políticas de Donald Trump, logrando lo impensable: unir a demócratas, republicanos y apolíticos. Como un día dijimos en este diario: la era de las tinieblas para la humanidad ya está aquí. No obstante, ante sus arrebatos despóticos, los primeros en reaccionar con enejo han sido los que se oponían a su elección como Presidente; pero vienen acompañados por una parte de los 77.3 millones que lo apoyaron y que en menos de cien días se sienten contrariados por su voto, inducidos por el caos institucional, económico, legislativo y democrático que hoy son más evidentes, ante la autodestrucción del imperio.
Movimientos como “Hands Off” (Manos Fuera) y “50x50x1”, parecen haber encendido la chispa de la indignación popular, dentro y fuera del país; contra la Plutocracia, las políticas tributarias que benefician a los más ricos y los recortes con motosierra a programas sociales hacen a los pobres, más pobres. Protestas que dejaron claro que los ánimos del pueblo norteamericano se exacerban frente a lo que consideran políticas injustas y autoritarias, canalizando está indignación en un esfuerzo coordinado y descentralizado.
La diversidad de participantes es asombrosa, y aunque la lucha no es por abolir la propiedad privada sobre los medios de producción, como resultado de la lucha de clases que transforma la historia, según Carlos Marx; es evidente que la resistencia crece y se radicaliza, en un imperio que ya entro en su etapa de decadencia.
LA CENSURA: EL NUEVO DEPORTE NACIONAL
En un país que se jacta de su libertad de expresión, resulta irónico que las imágenes de estas protestas sean más difíciles de encontrar que un oso polar disfrutando las cálidas aguas de una playa del Caribe. Los grandes medios optan por el silencio, mientras que plataformas como Facebook enfrentan acusaciones de bloquear publicaciones relacionadas con las manifestaciones ¿Coincidencia? Difícil de creer. Curiosamente, estos mismos medios no tienen reparos en amplificar imágenes de caos en Cuba, cuando vándalos destruyen vidrieras de tiendas o agreden a policías en la Habana y Cárdenas, o cuando un grupo de vecinos sale a la calle en Puerto Padre a reclamar a sus autoridades gubernamentales mejoras para aliviar la situación que han provocado más de sesenta años de guerra y asfixia económica. El doble rasero es evidente.
Sin embargo, medios alternativos como Democracy Now y The Intercep han cubierto las protestas, destacando su magnitud y diversidad. Aun así, la cobertura palidece frente a la atención que recibían por Fox News y CNN, las noticias relacionadas con la economía, los conflictos internacionales y las políticas migratorias, además de otros menos trascedentes, como escándalos de celebridades o eventos deportivos, relegando las protestas a segundos planos. Cortinas de humo, pan y circo; además del doble rasero mediático.
Pero la represión no se limita a lo que se ve en los titulares. En las sombras, y protegidas por el mandato presidencial, las instituciones gubernamentales han intensificado su papel como herramienta de control, llevando el miedo a niveles comparables a los que se vivieron en la Europa del siglo XX, cuando las cacerías de comunistas, sindicalistas y judíos por los paramilitares de las SS (Schutzstaffel), la Policía Secreta del Estado (Gestapo) y los soldados de la Wehmacht, terminaban con detención, deportación y exterminio en campos de concentración nazis.
ICE: EL BRAZO EJECUTOR DEL MIEDO
La Agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) se ha convertido en un símbolo de persecución. Ya no se trata solo de inmigrantes ilegales como prometió Trump: “Vamos a deportar a todos los inmigrantes ilegales”. Ahora, cualquier persona con un estatus legal puede ser objetivo. Incluso ciudadanos estadounidenses han sido detenido por ICE, tomando como evidencia culposa el color de la piel.
Como dijo Martin Niemöller: “Primero vinieron por los comunistas, y no dije nada porque no era comunista… Luego vinieron por mí, y no quedaba nadie para hablar por mí”. La banalidad del mal, como lo describió Hannah Arendt tras cubrir el juicio del oficial nazi Adolf Eichmann, se manifiesta aquí en su máxima expresión: un sistema que opera sin cuestionamientos, destruyendo vidas en nombre de la “seguridad”.
Mientras el caos social y político se intensifica, la economía no queda exenta de los estragos. Las políticas de Trump han desencadenado una tormenta financiera que amenaza con hundir el barco, dejando a los más vulnerables a la deriva.
LA ECONOMÍA DEL TITANIC EN CÁMARA LENTA
Pareciera que la economía estadounidense está en un curso de colisión y que “Hacer grande a América otra vez” (MAGA por sus siglas en inglés), se ha convertido en el iceberg que encontró en su trayectoria, aunque el buque ya venía haciendo agua. A Trump, en su guerra contra China, parece haberle salido por la culata. Las bolsas caen, el dólar se desploma, las inversiones se marchan y los despidos aumentan, en medio del cachumbambé de sus decisiones e indecisiones.
Lejos quedaron los ideales de Abraham Lincoln sobre un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Hoy las elites financieras perpetúan un sistema que beneficia a unos pocos mientras el resto observa cómo todo se desmorona.
CONCLUSIÓN: ¿Y AHORA QUÉ?
Las protestas son un recordatorio de que el poder reside en la gente, no en los líderes que pretenden representarla. Donald Trump puede intentar silenciar a sus críticos, pero no puede apagar el fuego de la indignación. Como dijo un manifestante en Nueva York: “Ningún cartel es lo suficientemente grande para expresar todas las razones por las que estoy aquí”. Todo un grito de esperanzas que, como rayo de luz, atraviesa la oscuridad más abismal.
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