Un tropel reverente perpetúa la leyenda de Fidel

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No importa el cordial sustantivo de “compañero” o el eterno epíteto de Comandante; lo cierto es que la saga vive y vislumbra la certidumbre de los bellos sueños. 

Aquel 25 de noviembre, ante la infausta noticia del deceso, transida la calma rigió la fe en su eternidad, porque la confianza infundida emergió en cada acto, porque el respeto fue mayor que el recelo o el dolor.

Y es que nunca faltó a su arrojo, a su sinceridad sin límites y la muerte no podía borrar su imbatible leyenda, esa que forjó al desbrozar la historia, desandando mares y montañas para defender quimeras, las más altas en la escala de valores universal.

¿Qué místicos poderes engrandecen a los justicieros? Buscamos frases de los sabios y llama la atención una referencia del Héroe de la República de Cuba, Antonio Guerrero, otro gigante, quien reseñaba en su diario en cautiverio: “entusiasmo, en su etimología  significa ‘tener a los dioses dentro’”.

Fidel en similares momentos también profetizó optimismo y prodigó laureles a las ideas justas. Cumplió prisión durante la gesta del Moncada y desde su celda los escritos mostraban palabras encendidas, con fe en la redención y el mejoramiento humano.

Sin dudas, es ese el halo que exhala la vida de los grandes, firmezas superiores, ni un instante de flaqueza, ni un minuto bajan su frente.

Hoy es una fecha de simbolismo y alegoría, esos signos que el enemigo increpa, por ser regentes de una fe adorable, esos hados de la fuerza, pletóricos de optimismo, capaces de acorazar principios para amar la inmensidad.

Por eso, ahora más que nunca,  un tropel reverente perpetúa su epopeya de magnanimidad y amor.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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