Mamá adolescente: los desafíos de cambiar juguetes por bebés

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No lo tuvo fácil. Apenas 16 años y, sobre sus hombros, el peso de una situación inesperada, una circunstancia para la cual no estaba instruida, de la que no podía escapar y la dejaba atrapada en una celda  de sueños y proyectos postergados: sería mamá. Mas, para ella, la noticia no traía el hálito de felicidad que la suele acompañar.

Esta joven, de 30 años en la actualidad, hubo de recorrer un camino espinoso al estrenarse en la maternidad cuando todavía era prácticamente una niña. De no haber contado con una red de ayuda familiar: padres y abuelos que asumieron el papel que le correspondía a ella, su historia hoy no sería la de la muchacha que desgranó años de intenso sacrificio para completar una carrera y abrirse paso en el universo laboral.

El suyo no es un caso aislado, pero no todas corren igual suerte, pues el embarazo constituye un obstáculo en el desarrollo educativo, económico y social de la adolescente. A la vez, tiene un impacto negativo en la salud, mientras constituye uno de los principales desafíos en el panorama demográfico de la Isla. De ahí que autoridades políticas, sanitarias y otros actores sociales pulsen el botón de alarma ante este fenómeno que demanda una mirada integral.

La maternidad a edades tempranas en la mayoría de los casos redunda en la deserción escolar de las muchachas, limitan su acceso a la superación y al empleo, al tiempo que las vuelven más vulnerables a la violencia doméstica y a la precarización de sus condiciones de vida.

Por esta causa, muchas dejan atrás la vida social propia de sus años para encarar el nuevo rol, que les demanda tiempo y demás sacrificios. Otras, sin embargo, y dado su grado de inmadurez, descuidan sus deberes maternales en el afán de continuar con el nivel de movilidad y participación de que antes gozaban.

Según la Dra. Matilde de la Caridad Molina Cintra, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, el tema reclama la multi e interdisciplinariedad, donde se interrelacione lo psicológico con lo demográfico.

“Desde lo psicológico, el embarazo afecta el desarrollo armónico de la personalidad de la adolescente, aún en formación. La proyección futura y la elaboración de planes se hacen cada vez más inmediatos y a corto plazo se daña la representación futura y la búsqueda de nuevas oportunidades”, explica la especialista.

De acuerdo con el Anuario Demográfico de Cuba, en 2022, el 50,6 por ciento de los niños nacidos en el país vinieron de muchachas con edades de entre 15 y 19 años, incluso menores. En el caso de Cienfuegos, el 41, 6 por ciento de los tres mil cinco nacimientos registrados, pertenecen a madres de este grupo etario. Si bien el centro sureño no figura dentro de los territorios con mayor incidencia del fenómeno, alarma constatar aquí la curva ascendente en la tasa específica de fecundidad adolescente.

La tendencia al crecimiento de dicho indicador deviene una desarticulación del comportamiento reproductivo en un país como Cuba, con niveles reducidos de fecundidad, donde, además, desde finales de la década del 70, no se cumple la línea de reemplazo.

Más grave aún resulta el hecho de que, a estas edades, el embarazo no necesariamente conduce a la maternidad, pues las tasas de aborto son superiores a la de fecundidad y ello muestra cómo no pocas jóvenes acuden a dicha práctica como método anticonceptivo, con lo cual ponen en riesgo su salud.

El inicio precoz de las relaciones sexuales (a edades más tempranas cada vez), la escasa información, la baja percepción de riesgo, el restringido acceso a métodos anticonceptivos, así como la propensión a repetir patrones (una muchacha con madre y abuela joven es más proclive a tener descendencia a una edad prematura), aparecen como determinantes de este fenómeno.

Que una niña se convierta en mamá, casi siempre de forma no intencional, acarrea un fenómeno con alcance a toda la sociedad, no solo a sí misma o a la familia. El freno a esta situación reclama el concurso de cada una de las instituciones y factores de la comunidad. Dotar a las muchachas y los integrantes del hogar de una mayor preparación en temas de educación sexual y reproductiva, instruirlas sobre la capacidad de decidir, y ayudarlas a concebir proyectos de desarrollo personal serían prácticas que contribuyan al esperado descenso en los índices de fecundidad adolescente.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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