Las exportaciones y el ají chile habanero

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Resulta complejo tratar el tema de las exportaciones en los medios de comunicación, porque no se entiende qué para tener hay que invertir y vender. Cualquier economía, de cualquier país del planeta TIERRA, necesita adquirir productos que no se tienen, ya sea por el clima o la latitud, si son agrícolas porque “no se dan”; o por la tenencia de riqueza natural, y ahí se incluye el petróleo, que tantas guerras ha causado con un alto costo para la humanidad toda.

Pero muy difícil es explicarlo a los cubanos, que no tenemos petróleo (el natural no alcanza ni para un municipio, para usar una metáfora) ni trigo, sólo para mencionar e ilustrar.

Sin embargo, la provincia de Cienfuegos tiene potencial, industrial y de muchas ramas de la economía, recursos que bien explotados, en el mejor sentido de la semántica, podían engrosar la liquidez precisada.

No quiero mencionar en mi comentario las cifras, porque creo “con palabra propia”, que quienes nos leen, escuchan o ven a los comunicadores, precisan de no ser apabullados por los números _por aquello de que la cuartilla aguanta…_, y sí en cambio comprender el fenómeno de la necesidad imperiosa que tiene Cuba, y Cienfuegos en particular, de aportar a ese fondo común de los dineros, de donde se saca para comprar materias primas, adquirir medicamentos, pan, aceite y alimentos para las masas vacuna y porcina, solo por citar renglones que hoy definen la vida cotidiana, y de qué manera.

Sin embargo, podríamos comentar sobre esas potencialidades a las que me refería, y que ostenta este territorio del centro-sur de Cuba, bañado por el mar, con una de mejores bahías de la Isla grande, una de bolsa, tierra fértil con montañas, y mucho para dar y recibir.

En la lista no pueden faltar el azúcar y el tabaco, tal como Don Fernando Ortiz, intelectual cubano, en lo fundamental antropólogo desde la Sociología y casi descubridor de Cuba por sus estudios, lo acotara en su ensayo Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Obra en la que significó, en la temprana fecha de 1940 cuando se publicara, la importancia cultural y ECONÓMICA de contar para nosotros y el mundo con estos renglones.

Escribo el término “ECONÓMICO” en mayúsculas, porque va a modo de grito. En la enumeración le siguen: café del Guamuhaya, ron, miel de abejas y sus derivados, productos del mar (como tierra marinera al fin), carbón vegetal (hecho con marabú, que hay de sobra en nuestras tierras), cemento, entre otros que dejo a su elección para no hacer interminable este comentario que comparto con ustedes, los lectores.

Podríamos incluir los servicios, porque si de algo presumen en la Perla _no la de Ormuz precisamente con la que nos ilustra Rubén Darío en “Sonatina”_ es del capital humano que acá brilla y vale en la condición de territorio industrial de raíces francesas. Entre los que podríamos citar, creadores digitales, de sofware, asesoría técnica, profesores universitarios, músicos, artistas visuales, poetas, y hasta… bailarines.

Juego con las palabras, a modo de metáforas, porque la imperiosa carestía económica que vivimos requiere de expulsar el estrés, refugiarnos en la Literatura y el arte, porque aunque no solo de pan vive el hombre, hoy la alimentación dicta la pauta de lo inmediato y cotidiano.

Y es verdad, resulta difícil, muy difícil, comprender que se exportan renglones dificitarios, pero les juro que no será repitiendo hasta el cansancio que el ají chile habanero resulta nuestra tabla de salvación, porque lo que soy yo, no quiero ni mencionarlo, aun cuando en verdad aporte a la economía como enfatizan quienes lo cosechan y exportan.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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