Madre y Padre: tecnología blanda y dura (El robot salvaje y Afraid)

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El título del artículo es injusto. Las madres también pueden ser firmes y exigentes, y los padres comprensivos y protectores; aunque los roles tradicionales continúen teniendo un gran peso en el imaginario colectivo.

La indudable presencia de la inteligencia artificial en nuestras vidas, en nuestro presente, más su búsqueda constante de mejorar el algoritmo emotivo, resulta extraordinariamente relevante en dos largometrajes estrenados este año: El robot salvaje y Afraid.

En el primero, el modelo de robot casero Rozzum 7134, cae por accidente en una isla habitada solo por animales salvajes. Su amistad con el zorro Fink, y su relación maternal con el ganso Brightbill (al que cría desde el huevo), constituye la base de una comedia dramática que anima a personajes muy pintorescos.

En Afraid, un matrimonio que tiene tres hijos de diferentes edades asume en casa a Aia, una inteligencia artificial que les reorganiza toda la vida hogareña y social, hasta que los dos esposos comienzan a sospechar que no todo es color de rosa.

La presencia de esta suerte de ángeles tutelares dentro mundos caóticos, apunta, obviamente, a la relación cada vez más íntima y actual entre tecnología y biología, lo artificial y lo natural, la inteligencia y el instinto.

Ambas IAs, apoyadas en su poder, no toleran la violencia sin sentido. Pero se distinguen en el tono en que asumen los roles paternos. Mientras mamá Rozz, con esa energía indetenible de las madres, persiste en la educación de su hijo (incluso tolerándole el rechazo), el “padre” Aia será menos condescendiente con la rebeldía inútil.

¿De veras crees que lo logremos? /Una Rozzum siempre completa sus tareas.

El sentido de la armonía social y el cumplimiento de las tareas impulsan las acciones de estos dos seres digitales, lo cual revela esa profunda e histórica batalla contra dos defectos de la raza humana: la egolatría y la pereza.

Sin embargo, también se percatan del enorme poder que tienen las emociones y los instintos en los seres vivos y cómo estos determinan su “programación”.

Asumir las pasiones como componente inalienable del funcionalismo social constituye el descubrimiento fundamental de ambos protagonistas y la belleza dramática de los dos filmes.

Y vivían asustados… Pero entonces un robot cayó del cielo.

Tanto Rozz como Aia se “apagan” momentáneamente ante la irrupción de las pasiones, pero debido a su extraordinario procesamiento cibernético, las incorporan a sus propios algoritmos, lo cual convierte en realidad, mediante el arte cinematográfico, lo que es hoy una esperanza: la velocidad del análisis que tiene como resultado una respuesta emotiva coherente con el interlocutor, con el ser humano.

Por eso es que Rozz y Aia, aprenden de sus hijos, y les tratan acorde a sus características y conductas, asumiendo Ella una actitud sacrificada; Él, imponiendo su omnipresencia; ambos logrando una concordia social que nosotros no hemos alcanzado hasta el momento.

Borges dijo que el libro era una extensión de nuestra memoria e imaginación. Extrapolando ese pensamiento, podríamos considerar a la inteligencia cibernética como un producto humano que pudiera cristalizar la utopía de un Estado de bienestar.

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Ernesto Peña

Narrador y crítico. Premio Alejo Carpentier de Novela.

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