Juan Arvizu, el tenor de la voz de seda

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Así lo llamaron por la suavidad de su voz. Se afirma que con ella acariciaba el oído al interpretar una canción. Es recordado hoy como uno de los cantantes líricos mexicanos más sobresalientes del siglo veinte, incomparable intérprete de piezas de autores que marcaron época, entre ellos María Grever, Agustín Lara, Jorge del Moral y Joaquín Pardavé.

Obras de muchos compositores latinoamericanos vibraron también en su voz.

Agustín Lara, quien fue su amigo, evolucionó y creció como compositor en tiempos que le acompañaba al piano. Del “Flaco de Oro” acopió joyas musicales para su repertorio, entre ellas Azul y el vals titulado Súplica; esta de las primeras creaciones del músico-poeta.

Juan Nepomuceno Arvizu Santelices había nacido en 1900 en la ciudad de Querétaro, capital de la entidad federativa homónima, ubicada en la zona norte-central del mapa mexicano. El mismo Querétaro de las artesanías hechas con varas de sauce y los morralitos que atraen por su variedad y colorido. En su tierra natal, de pequeño formó parte de un orfeón infantil.

Allá nació y creció hasta que dos décadas después viajó a Ciudad de México a cursar estudios de música, y cantó óperas en el teatro “Esperanza Iris”. De sus inicios como intérprete, se afirma que el también actor de cine Joaquín Pardavé fue el primer compositor seleccionado por Arvizu para estrenarse como solista. De aquel tiempo es Varita de nardo, canción tradicional con musicalidad y ternura singulares. En aquella ocasión también cantó de Pardavé Ventanita Morada.

No fue la única que de ese autor llegaría a grabar. Entre varios títulos de Pardavé, prefiero escucharle a Arvizu No hagas llorar a esa mujer, canción fuera de época cuya letra apela a considerar a las féminas, cuando el machismo –aún latente -, se empecina en lo contrario.

En 1930 fue invitado a la inauguración de la emisora XEW “La Voz de América Latina desde México. Cinco años después visitó Argentina para el estreno en Buenos Aires de LR1 Radio El Mundo. Tanta aceptación tuvo que firmó un contrato que lo mantuvo allá durante dieciocho años, estancia interrumpida temporalmente cuando en 1942, viajó a Estados Unidos también en misión inaugural de otra radioemisora, en aquella ocasión la Cadena de las Américas, de la Columbia Broadcasting System.

Además de canciones tradicionales mexicanas, Juan Arvizu interpretó boleros, tangos y milongas que en su voz asumieron un sello singular. Cuba le fue cercana. Nos visitó para cantar y también con propósitos cinematográficos. Producciones cubanas y mexicanas que adecuaban sus historias a la posibilidad de hacerlo cantar.

Juan Arvizu sigue siendo uno de los intérpretes más prominentes de la música popular mexicana. Hoy se cumplen treinta y ocho de su partida física.

Con el estilo que impregnó en cuanto interpretó, será por siempre recordado como “El tenor de la voz de seda”.

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