Haciendo historia sobre la industria musical en Cuba

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos

En la segunda mitad del siglo XX, tras el triunfo revolucionario, se establecieron una serie de estrategias de trabajo cultural con el objetivo de afianzar los valores autóctonos de la nación y preservar el legado más legítimo de nuestra cubanidad. Surgen de esta forma, a nivel nacional, un conjunto de programas priorizados para garantizar las condiciones de este desarrollo cultural, teniendo en cuenta todas las manifestaciones artísticas, pero con nuevos enfoques. Entre ellos se encontraba el Programa de Desarrollo de la Música.

Después de un período de muy poco aprovechamien­to del factor económico de la música en los 60 y 70, surgió en los 80, por parte del Estado, la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM). La EGREM era la única productora musical del país, sin embargo no proveía recursos suficientes para la grabación de música de buena calidad y de distribución amplia. Esto se debía al limitado espa­cio de las cabinas, al insuficiente equipamiento, preparación de técnicos y productores musicales.

Por otra parte, el derrumbe de la Unión Soviética y la entrada en el Período Especial marcaron un paso hacia la descen­tralización de la cultura, incluyéndose la industria, significando un antes y un después en la historia del país. No hubo una esfera de la vida económica, política y social que no fuera marcada por tan impactante etapa.

La música fue, quizás, uno de los sectores más golpeados, cuyas principales consecuencias estuvieron dadas por las modificaciones en la integración del campo cultural. Las limitaciones de tipo financiero repercutieron en la logística, la realización de eventos nacionales, la participación de los artistas en giras internacionales, además se realizaron cambios en los formatos de las orquestas, asimismo se puso de manifiesto la necesidad de comercializar la música en el exterior y adaptar el mercado nacional a los requerimientos de la industria turística nacional, incidiendo de manera significativa en los modos de grabar, reproducir y vender el producto musical.

Se creó entonces para salvaguardar la industria, la disque­ra ARTEX, quitándole poder a la EGREM como la única disquera.

El Período Especial hizo necesario, primero, una nueva explotación de la venta de música en el ámbito del turismo, y segundo, un nuevo alcance económico a lo largo del mundo. En 1997, los ingresos de editores musicales extranjeros habían alcanzado 250,700 libras esterlinas anualmen­te. Con las leyes Torricelli en 1992 y Helms-Burton en 1996 aprobadas por el go­bierno de los Estados Unidos, se afectaban gravemen­te tanto a los artistas cubanos como a la industria dis­cográfica cubana entera; siendo entonces, el bloqueo, el culpable principal por el subdesarro­llo de la industria con respecto al resto del mundo. Según Johannes Abreu Asin, el aprovechamiento del mer­cado internacional por la industria de la música en Cuba, está restringido directamente a causa de los efectos del bloqueo.

En 1999, Cuba vendió 120,801 discos compactos en el exterior, de solamente 343,615 discos en total, con un valor de 3.2 millones de pesos en moneda conver­tible o divisas.

Así surge el dilema clave en la industria de la música cubana actual: de acuerdo con su funcionamiento tanto en el mercado internacional como con el pue­blo cubano, la conceptualización del proyecto pura­mente cultural, y la de una gran fuente económica, chocan.

El Instituto Cubano de la Música insiste en que la función primaria de la industria musical debía ser pública y cultural.

La política cultural cubana constituye expresión de la voluntad nacional y, como uno de sus principales instrumentos, ha comprometido parte importante de la red nacional de la enseñanza artística, para el proceso creativo en todas las manifestaciones del arte y los procesos que componen la cadena productiva, erigiendo las bases de un movimiento profesional cualitativamente superior con respecto a muchos países de la región. Todo lo anterior está en correspondencia con los programas que, desde el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de la Música se llevan a cabo para el desarrollo de la música.

Las Industrias Culturales en Cuba son un factor esencial para el financiamiento de programas y proyectos culturales que están en función de nuestro desarrollo cultural.

No obstante, es evidente que la experiencia histórica y la consolidación del pueblo como nación a través de los años, ha logrado conformar una conciencia y sentido de preservación de la memoria colectiva del país, específicamente, en el caso de la música, que hoy en día, se ha convertido en praxis cotidiana.

Durante muchos años, en el caso de la música, las diversas instituciones culturales existentes se han dado a la tarea de formar grandes artistas y creadores, para así salvaguardar y proteger la memoria musical de nuestro país. Esto se ha logrado a través de la creación de los diferentes centros de enseñanza de distintos niveles, la preparación de instructores de arte para expandir el conocimiento musical a toda la sociedad, la creación del movimiento de artistas aficionados, la fundación de orquestas sinfónicas y el desarrollo del movimiento coral en todo el país, las numerosas convocatorias de concursos y eventos musicales nacionales e internacionales, la fundación de museos destinados a preservar y mantener viva la memoria musical de nuestra nación, la creación de nuevos estudios de grabación, empresas discográficas y editoras musicales. [1]  A su vez, existen instituciones que, por su perfil, están plenamente comprometidas con la memoria musical cubana. Es el caso del Museo Nacional de la Música, el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), la facultad de música de la Universidad de las Artes (ISA), así como la EGREM; la Fábrica de Instrumentos Musicales; los estudios de grabación como Ojalá, Eusebio Delfín, Abdala, Colibrí y la Feria del Disco (Cubadisco).

Nuestro país, en medio de la limitación de mercados, ha obtenido muchos logros en materia de producción discográfica. La calidad y el valor de sus producciones es reconocido a nivel internacional. De esta manera se pueden mencionar las nominaciones y premios Grammys de varias de nuestras producciones discográficas, generando así ingresos de divisas a nuestro país. Ejemplo de ello es el proyecto Buena Vista Social Club, la cantante Omara Portuondo, los pianistas Chucho Valdés, Frank Fernández, Aldo López Gavilán, la orquesta Sinfónica Nacional, Los Van Van, Pancho Amat, Irakere y la Aragón, por solo citar algunos.

Aún con un incipiente desarrollo, la industria musical cubana parte de una propuesta de solución más justa a la contradicción existente entre la creación y la industria, Sonia Pérez Cassola[2] plantea que, la relación del creador con las productoras se manifiesta de forma diferente. Las ganancias que obtienen estas últimas van al financiamiento de otros programas culturales que no generan ingresos. Lo fundamental es comprender que la música no es solo arte, sino también industria, comercio, negocio, y que puede ser muy beneficiosa para el país en todas esas facetas pues el apoyo a la industria de la música en Cuba requiere sobre todo mucha voluntad.

*Doctora en Ciencias Históricas.


[1] Revista cubana de música Clave. Edición 13. Números 1-2-3/2011

[2] Sonia Pérez Cassola, musicóloga vinculada a la producción discográfica desde 1988.

Visitas: 19

Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *