Guerra Chiquita: nuevo empeño emancipador en Cuba
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Transcurridos diez años de cruentas batallas, en la Cuba de 1878 parecía respirarse aires de apacibilidad. Al menos así pensaron quienes habían firmado el Pacto del Zanjón, el cual estableció la paz, aunque sin independencia, para la Isla. Pero tal convenio no extinguió en su totalidad el ideal emancipador que ardía dentro de algunos jefes mambises. Desde la emigración, Calixto García se dio a la tarea de organizar un nuevo proceso libertador que pasó a la historia con el nombre de Guerra Chiquita.
El 24 de agosto de 1879, el general Belisario Grave de Peralta protagonizó, en Holguín, el levantamiento que dio inicio a este segundo esfuerzo anticolonialista. Otra vez la bandera tricolor de estrella solitaria ondeaba en los campos de batalla.
La chispa revolucionaria prendió en otras regiones del Oriente del país y, dos días más tarde, se efectuó el alzamiento en la zona oriental. En Santiago de Cuba, José Maceo, Guillermón Moncada y Quintín Banderas, salieron con sus tropas a la batalla, después de un enfrentamiento con autoridades coloniales, según reseña el investigador Grabiel Vargas Guevara.
Sin embargo, la insurgencia no fue simultánea en todo el país, las tropas carecían de recursos y desde el inicio resultó evidente la carencia de unidad.
Además de eso, no contaron con la oportuna presencia de las figuras claves de dicha contienda: Calixto García y Antonio Maceo. Los orientales se vieron obligados a enfrentar al enemigo sin el apoyo de otras regiones.
De acuerdo con Vargas Guevara, el racismo constituyó la principal arma esgrimida por los españoles para dividir a los revolucionarios cubanos. Con el ánimo de mitigar la oleada racista, el general García había tomado la fatal decisión de no enviar a Maceo como jefe de Oriente desde la primera expedición, lo cual propició el rápido desencanto de los soldados que lo esperaban.
Tras muchos avatares, en mayo de 1880 Calixto García desembarcó en Cuba en compañía de unos pocos seguidores. Buena parte de los mambises, diezmados por el hambre y la falta de medios, ya se había acogido al indulto otorgado por los españoles. Maceo no logró llegar a la Isla, lo que privó al movimiento de uno de sus ideólogos fundamentales.
Enfermo de gravedad, sin haber podido contactar con las escasas tropas de Oriente que se mantenían en la manigua a mediados de 1880, y sin vínculo con las huestes dispersas por Las Villas, el general García se acogió al indulto peninsular. El hambre, las precarias condiciones, la casi nula ayuda del exterior, la carencia de unidad y organización, la no existencia de alzamientos en Occidente y Camagüey, hicieron fracasar el intento revolucionario. En diciembre los últimos mambises regresaban a sus casas.
A pesar de los problemas internos y de no consolidar la creación del Estado nacional, la Guerra Chiquita constituyó un momento imprescindible dentro de la historia patria. Demostró la validez del ideal independentista, de la inquebrantable decisión del pueblo cubano de obtener su emancipación. Sirvió para descaracterizar el contenido ideológico del autonomismo, cuya campaña racista pretendía desvirtuar los verdaderos principios de la insurrección. Más significativo aún, marcó el debut de José Martí como líder de la contienda venidera.
Desde un pequeño club en La Habana, hasta sustituto de Calixto García en la emigración, la Guerra Chiquita propició que el Maestro adquiriera una vasta experiencia y le allanó el camino para entrar en contacto con las masas populares del exilio, su futura base social para una nueva revolución. Aunque breve, esta contienda demostró cuánto ardía aún la llama emancipadora en los cubanos anhelantes de sacudirse el yugo colonial.
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Este lunes se presentará un libro titulado: La Guerra Chiquita: Miradas desde la contemporaneidad . Realizado por un colectivo de autores de varias provincias del país . Puedo hacerle llegar el libro ya que fue circulará en formato digital
Interesante artículo, amiga.Saludos.
Es muy poco tratado en la historiografía nacional la misión que encabezó el holguinero Herminio A. Leyva por órdenes del capitán general Ramón Blanco y Erenas con el objetivo de pacificar a los insurrectos contra España , a los enemigos del Pacto del Zanjón como el mismo los designa en su obra titulada : El movimiento insurreccional de 1879 en la provincia de Santiago de Cuba (La Guerra Chiquita) .
Leyva estuvo vinculado a los hechos que intenta explicar, pues apenas se descubren los primeros indicios de los preparativos fue comisionado por la Junta Central del Partido Autonomista —en connivencia con las autoridades coloniales— para convencer a los holguineros de que abandonaran los aprestos bélicos. Este partido, representante de los intereses de la burguesía criolla, desde su reciente fundación venía insistiendo en divulgar lo nefasto que, según ellos, había sido para Cuba la Guerra de los Diez Años, por el elevado costo económico y social, y al iniciarse la Guerra Chiquita.
La gestión de Leyva ante los patriotas holguineros en armas no tuvo éxito alguno, y en marzo de 1895, 16 años después y apenas iniciada la Guerra Necesaria, vuelve el Partido Autonomista a encomendarle la tarea de dirigirse a Oriente para tratar de disuadir a los insurrectos, concretamente al general Bartolomé Masó, de su disposición a mantener la lucha por la independencia. Otro tanto lo había intentado Spotorno, expresidente de la República en Armas en la Guerra Grande, ahora en las filas de los reformistas. Ambos regresaron a La Habana a dar cuentas de sus fracasos.