Embromando a los conspiranoicos
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Hay gente que cree y promueve que la tierra es plana; que los libros de astronomía y la NASA nos están mintiendo. De una afirmación tal se reiría muchísimo el autor de Mundodisco, e incluso Galileo, y hasta Colón.
Hay un chiste que, con el temor de saltarme alguna regla, voy a reproducir íntegro:
“Las gallinas conservaban la memoria genética (de cuando podían volar). Entonces sabían que en América había maíz… Hicieron todo lo posible por enviar a los humanos acá… Primero a los vikingos, por otra parte a los del Pacífico que solo llegaron a la isla de Pascua, a los egipcios y finalmente al Navegante… Por algo hay una gallina en las líneas de Nazca…
#gallinas-alienígenas
Síganme para más teorías que creería un terraplanista”.
Los comediantes de hoy hacen reír con igual sutileza
Algunas de las comedias vintage actuales se suman a las polémicas suscitadas bajo el prejuicio de que “el sistema nos miente”. Lo hacen combinando todas las aristas del asunto para terminar con una broma excelentemente elaborada.
Es el caso de la dramedy reciente ‘Fly me to the moon’, que retoma, en tono paródico, —incluso autoparódico—, la añeja duda de que si el hombre llegó o no llegó a la luna. Pero más que nada, desarrolla en clave de humor la publicidad previa al hecho que convirtió a Neil Armstrong en un héroe nacional.
En aquella época de carrera espacial, se entiende que los rusos, como parte de la Guerra Fría, intentaron desacreditar la hazaña norteamericana. El filme mencionado embroma a esos conspiranoicos del momento presentando a un tiempo lo que sucedió y lo que dicen que no sucedió. No añado nada más para que sonrían con la solución del conflicto.
A grandes rasgos el filme trata sobre la chica Kelly Jones (personaje delicioso, interpretado por Scarlett Johansson), que pretende vender el ambicioso proyecto del Apolo 11 no solo a toda la masa de televidentes, sino también convencer a aquellas figuras políticas que se mantenían reticentes sobre su funcionalidad e importancia. Hay una historia de amor, desde luego, que combinada con el propósito de ambos protagónicos, consigue una ensalada emotiva muy disfrutable tanto para el espectador común como para aquellos que están en el ajo de los subtextos manejados.
El largometraje, de excelente escenografía epocal y convincentes actuaciones, nos deja (en medio de toda la red de mentiras y manipulaciones) un valor muy tradicional: “no mientas a quien amas, aunque pagues un alto precio”.
Así, extrapolando esta certeza íntima a la esfera social, se le propina un puñetazo sin puño a todos los conspiranoicos, sean rusos o de cualquier país, al tener la humildad de reírte de las evidencias, de las experiencias, pese a que los malintencionados las consideren (o consideraron) falsas.
Es que tal humildad y seguridad emanadas de los propios actos, se cimentan en aquella frase de los antiguos: “las palabras mueven pero los hechos arrastran”.
Ya en el plano artístico, resulta también un acierto de los realizadores la combinación de una heroína elegante y astuta, con una escenografía que refleja la variante conservadora de la cultura pop estadounidense, pues de tal fusión resultan no pocas escenas disfrutables. Por ello considero que el guion de Rose Gilroy merece una atenta mirada de la Academia.
En conclusión: Scarlett Johansson, interpretando a una femme fatal publicista; el alunizaje del Apolo 11 representado como espectáculo internacional y competencia política durante la Guerra Fría; una historia de amor, y una bien urdida broma hacia los conspiranoicos; son elementos suficientes tanto para pasar un grato momento audiovisual como para reconocer al cine de calidad.
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