Diego Rivera y el muralismo mexicano

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 53 segundos

Para conocer la historia de México necesitaríamos toda una biblioteca especializada en el tema. En cambio, para contemplarla desde la óptica de un artista, bastaría con acercarnos a La Historia de México, serie de murales pintados por Diego Rivera (1886-1957), que cubren tres enormes paredes dentro de una escalera interior en el Palacio Nacional en la capital mexicana, justo frente al emblemático zócalo.

La obra es en realidad un “mural de murales” que da la espalda a la cronología y muestra un acontecer de siglos agolpado por multitudes que abarcan desde la conquista, pasando por la lucha independentista, la guerra entre México y los Estados Unidos, la Revolución de la primera década del siglo XX, la marginación de las comunidades indígenas y un México posterior marcado por diferencias sociales profundas.

Artista y hombre de pensamiento marxista, Rivera concibió el contenido de La Historia de México y de otros murales suyos desde la perspectiva de la lucha de clases. Este destacado pintor —muralista por excelencia— resultó entre los idóneos para la búsqueda de la identidad nacional en un país hasta aquel momento signado por la camisa de fuerza del eurocentrismo, que durante el porfiriato cargó su fardo más pesado.

Tal vez muchos se pregunten por qué Diego Rivera abrazó el muralismo como su principal vía de expresión pictórica. La explicación podemos hallarla en su pensamiento político y social. La pintura de caballete era en su opinión un modo aristocrático que ponía los pinceles en función de las élites. El muralismo, en cambio, es un arte de masas; de la gente de a pie que no puede pagar la entrada a un museo, aunque sí capaz de recrear su vista con las obras que encuentra a su paso en cualquier calle o al entrar a un recinto público.

Resultó, además, elocuente que el Palacio Nacional se levante sobre las ruinas de la residencia de Moctezuma, último emperador azteca en la vieja Tenochtitlan.Edificio que fuera residencia del conquistador Hernán Cortés; luego de los virreyes de España y hoy sede del Poder Ejecutivo Federal. El lugar encierra todo un simbolismo de las etapas que ha atravesado México y puede que ningún otro posea la cualidad para contener una obra de tal relevancia histórica.

Murales de la Capilla Riveriana, en la Universidad Autónoma de Chapingo.

El artista tuvo que ajustar su obra a la estructura interior, lo cual logró con un talento que denota su elocuencia a través de figuras y colores, todos ellos con un significado donde nada falta ni sobra.

Muchas son las obras que Diego Rivera legó a su patria, y por suerte, ahí están como testimonios que dan vida a un pasado que se proyecta sobre las realidades siempre nuevas y cambiantes del México contemporáneo.

Tres muros de la escalera interior del Palacio están ocupados por cada segmento de la obra. En primer lugar el Muro Norte dedicado al México prehispánico con el dios Quetzalcóatl como figura central. La obra continúa en el Muro Oeste, donde se expone una etapa que abarca desde la conquista de México hasta el año 1930: toda una época de sangre, despojos y luchas. En tercer y último orden aparece el segmento del Muro Sur, donde el artista exteriorizó su pensamiento político y social centrado en el hoy y el mañana.

Resulta insinuante que el Muro Norte se dedique a mostrar el origen indígena de México, y que el Muro Oeste con sus guerras, conflictos y sangre revele un periodo de oscuridad, confusión y dolor. El Muro Sur, por su parte, contrasta con los anteriores al enfocarse en una perspectiva positiva gracias a su visión sobre el futuro de los desposeídos y su emancipación, algo en lo que el artista siempre creyó. Eso nos hace pensar que la orientación de cada muro y su contenido sean otra de las claves semióticas que confieren unidad temática a toda la obra.

Diego Rivera legó un caudal de obras a las artes plásticas de México, al tiempo que creó una escuela sui generis con el muralismo. A tal magnitud que su influencia se extendió durante todo el siglo pasado y continúa vigente en los días actuales.

A La Historia de México le dedicó 22 años; obra que ocupa un área de 276 metros cuadrados, tiempo consumido con creces para contar una epopeya de siglos a fuerza de pinceles.

Otras obras suyas son también admirables, como es el caso de Los voladores de Papantla, que describe el ritual Totonaca dedicado a la fertilidad; La creación y Los murales de la Capilla Riveriana, ubicada esta en la Universidad Autónoma de Chapingo, en el Estado de México. Muchos más componen la herencia de un pintor cuyo arte fue siempre consecuente con su forma de pensar.

Diego Rivera, el gran muralista mexicano dejó de existir el 24 de noviembre de 1957. Con él murieron el hombre y el artista; no así su obra y la connotación histórica dejada en ella para el presente y el futuro del país que lo vio nacer.

Los voladores de Papantla describe el ritual Totonaca dedicado a la fertilidad.

Visitas: 44

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *