De acero y miel, Villma

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¿Cómo podía combinar en una misma persona tanta dulzura y firmeza a la vez?

¿Cómo ser la muchacha delicada, con una voz hermosa y también la que encaraba a los esbirros sin temor alguno?

Ninguna injusticia le fue ajena a Vilma Lucila Espin Guillois; por eso muy temprano despuntó como luchadora revolucionaria. En consecuencia, y llegado el momento,  se sumó a la lucha en las montañas de la Sierra Maestra y allí también dejó una huella hermosa y de profunda huella.

Y esas huellas se multiplicaron a lo largo de su fructífera ejecutoria en la Revolución. Lo ha dicho nuestro líder eterno, Fidel Castro Ruz:

(…)Consagró toda su vida a luchar por la mujer cuando en Cuba la mayoría de ellas era discriminada como ser humano al igual que en el resto del mundo, con honrosas excepciones revolucionarias (…)”.

No hubo tema relacionado con las mujeres, niños y el pueblo  que le fuera ajeno. Quizás tengamos a los círculos infantiles como una muestra visible de su impronta; mas a su accionar debemos las cubanas legislaciones como el Código de la Familia de 1976, antecedente directo del actual Código de las Familias que enseñorea al amor como la principal ley.

Este 7 de abril cumple Vilma 95 años. Y se reafirma lo expresado por la Teniente Coronel de la Reserva, Alicia Martínez, quien durante 30 años acompañó a Vilma: “El recuerdo de Vilma es diario. Vilma no es mujer de flores de un día, ni de recordarla en una fecha. Su rica vida hay que estudiarla y apreciar sus enseñanzas a diario”.

Y justo allí está su transcendencia. En el legado que nos dejó. Que su dulzura, firmeza, sensibilidad y entereza sean parte de nuestro cotidiano hacer. Que su ejemplo siga siendo  inspiración  para, entre todos, hacer una Cuba mejor.

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Tay Beatriz Toscano Jerez

Periodista.

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