Vivir y sentir el arte de Andrés

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Andrés es todos los días espectador de sus propias creaciones. En esta época de tanto calor suele vérsele sin camisa, sentado en los escalones de acceso a su vivienda o bien meciéndose en el sillón de la sala, mientras escucha la radio y observa, desde la ventana, el devenir de las horas, una tras otra. Andrés Abelino Villa García tiene 76 años y de él puede decirse, no tanto por la edad, sino por las costumbres, que es un hombre de los viejos tiempos.

Contrario a la mayoría de las rutinas, la suya posee el encanto de las numerosas obras pictóricas que lo rodean, una galería que comenzó a perfilar en la vejez y cautiva por ser, a fin de cuentas, el retrato más fidedigno del autor: humilde, religioso, auténtico. Allí, en ese primer espacio de su morada, los cuadros se iluminan por sí solos.

Tras casi 45 años de trabajo en los sectores de Educación y Deportes, el retiro terminó por sumirlo en aquella vocación que cultivó de pequeño, cuando estudió en la Escuela Pública No.11, de la demarcación de San Lázaro. “Eso fue —narra— durante el gobierno de Bastista. Tuve una profesora que enseñaba artes manuales, y con ella mi hermano jimagua (fallecido) y yo aprendimos a dibujar y tallar.

“Era algo que sabía, y entonces, en 2009, Santiago Hermes comenzó en el barrio el proyecto Trazos Libres y me sumé a la iniciativa. En esa etapa, recuerdo, Wayacón —una de las cimas del arte naif en Cuba — vio algunas de mis piezas y dijo: ‘haz esto, esto y esto’. Por él, además de pintar, empecé a concebir los cuadros en madera”.

La casa de Andrés transpira arte desde la fachada con una gran obra que lleva su firma, al amparo del Mural Infinito soñado por Hermes para el ahora Distrito Creativo La Gloria, programa que impacta en 40 manzanas de la ciudad de Cienfuegos. Al interior del domicilio, cuelgan de las paredes varias de sus creaciones, en tanto otras se amontan sobre los muebles.

Andrés sentado en los escalones de acceso a su vivienda, donde suele vérsele con frecuencia. / Foto: Yandy Santana Perdomo

Por un lado, despuntan los cuadros de temas religiosos tallados en madera, a través de los cuales se aproxima a hechos y pasajes bíblicos como la crucifixión de Cristo o el enfrentamiento entre David y Goliat. Aparecen también recreadas en lienzos las leyendas locales, junto a figuras y acontecimientos significativos de la historia nacional: el Che, Benny Moré, el crimen de Barbados y la muerte de Fidel.

Impera en todas las piezas una estética y visión personalísimas que ni siquiera Andrés alcanza a comprender, pero que los jurados de prestigiosos salones de arte naif en el país han reconocido en más de una ocasión. “En 2010, en Santa Clara, luego en Santiago de Cuba, y hasta fui invitado dos veces a la Bienal de La Habana. ¡Ah, para qué te voy a contar! Incluso —relata jocosamente—, los pintores profesionales me preguntan ‘¿cómo tú logras esto?’, y yo les respondo: si ustedes no saben…”.

El creciente interés de visitantes cubanos y extranjeros por la gestión artística y comunitaria de Trazos Libres abrió, en su momento, nuevas oportunidades para el vecino de Hermes. No solo pudo comercializar las primeras obras, sino llegar con ellas a diferentes países del mundo. Hoy afirma con orgullo que algunas se encuentran en Alemania, Estados Unidos, Brasil, Argentina y República Dominicana.

Tal vez, como dice Andrés, su fe lo guio por esos caminos en el crepúsculo de los años. “Para mí —sostiene—, el arte naif es maravilloso, y no únicamente porque me hace feliz. Yo lo vivo, y lo siento”.

Varias obras de Andrés se hallan en diferentes países del mundo y otras han sido premiadas en salones nacionales de arte naif. / Foto: Yandy Santana Perdomo

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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