Vivir y morir escribiendo
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Memorias del bufón, de Luis Marimón, (La Habana 1951-Las Vegas, EEUU, 1995), poemario que Ediciones Matanzas publicó en 2020, preocupándose una vez más por entregar los libros inéditos de ese extraordinario poeta que alguna vez habitó la ciudad, y de manera inesperada desapareció, convirtiéndose en leyenda, dejando la mayoría de su obra sin publicar, abandonada en una caja de cartón, o repartida entre amigos y desconocidos, así como una cantidad enorme de anécdotas que constantemente lo traen al presente, recordándonos que es un ilustre representante de la poesía escrita en la ciudad de los puentes y uno de los poetas cubanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
En este cuaderno, compuesto por 33 poemas, 32 señalizados con números romanos y el último, sin título, pero de sugerente encabezamiento: En la breve oquedad de la noche, encontraremos a un Marimón claro y directo, desenfadado, menos figurativo o simbólico, si se quiere, que en sus libros anteriores y posteriores, incluso, lleno de humor, pero sin abandonar la angustia y la irreverencia que siempre lo acompañaron, caracterizando su personalidad. El poeta —en estas páginas, aunque es una constante en su obra— hace del dolor humano una bandera, un centro, y una Patria. Escribe desde ellos, resistiendo y reinventándose, mientras muere y vive a la vez, en el mismo arco de tiempo, latido inatrapable. En el poemario que me ocupa, y esto es un hecho, el autor convierte la vida y la muerte en el mismo acto. Los confunde, hace que vivir sea morir y fallecer encarne cualquier nacimiento, simbolice o parezca despertar, dar a luz, resucitar, o dicho de otra manera: que morir sea vivir. Es precisamente la poesía, (como ejercicio o quehacer metafórico) lo que está en el medio de ambos elementos y une a esos dos estados diferentes, o aparentemente contradictorios, emparentándolos en su antagonismo. La poesía de Luis Marimón, aquí concentrada en renegar de su condición social como individuo, más que eco, sombra o reflejo del poema, experiencia lingüística o escritura, es el umbral entre ambas dimensiones, la puerta que separa a la vida y a la muerte, y al abrirla, o sea, al escribir, el poeta comprende que una es la otra y viceversa, intercambiándose en una perpetua e imperecedera metamorfosis conceptual. No sabemos, digo más, nunca sabremos, como lectores de su obra, cuál es cuál, qué es qué. En este libro reaparece ese umbral, como centro de irradiación y fuga inmóvil, contaminado por las profundas preocupaciones civiles que siempre animaron al autor. Aquí el poeta se preocupa por el mundo como estructura organizada en naciones, y espacio de análogas correspondencias, también como enigma o misterio indescifrable, encontrando la poesía allí donde los vínculos humanos, determinados por el Poder que los confisca como Tabula rasa, alcanzan su más alto grado de radical e irreversible inhumanidad, y se hacen sumamente complejos, crueles, brutales, sanguinarios, atroces, desalmados, mientras la Autoridad o el Imperio que las rige abusa, se anquilosa, enferma el engranaje social de principio a fin.
Al ubicar la acción del poemario en un Castillo, llamándose bufón del rey a sí mismo, invita a que reflexionemos sobre las actuales sociedades humanas, estas en las que vivimos, así como en cada habitante de la ciudad dentro de los roles establecidos por las Cortes reales: Rey, emperador, o zar, reina, príncipes, servidumbre o esclavos. Con esto nos pregunta hasta dónde es que realmente, (como sistemas socio políticos) nuestras Repúblicas se han librado del orden, la disposición y distribuciones monárquicas. Memorias del bufón, alegoría, parábola, o ficción ardiente, y por supuesto, quemante, no solo inquiere acerca de las raíces que detrás o debajo de las modernas y autoproclamadas sociedades democráticas que hemos construido reproducen el abuso y las relaciones de opresión que aseguraban la soberanía del monarca, soñándose Dios, sino que iguala, de manera drástica, al poeta y al bufón, transformándolos en el mismo objeto; son, a nivel o escala de Poder, y dentro del libro, lo mismo: payasos, hazmerreíres, idiotas, divertidores, mimos, el enano que arranca las más estruendosas carcajadas, la sordomuda en quien encarna la burla, deformaciones humanas para el siniestro show de la aristocracia: Sebastián de Morra o William Blake, Alejandra Pizarnik o Maribárbola, da lo mismo. El mundo, en el siglo XX, se me permitirá que también diga en el XXI, asegura Marimón —de verso a verso— es, o continúa siendo una monarquía en la que el poeta, hereje al fin, soñador y romántico, quiere cambiar los roles de avasallamiento, y busca, en la palabra escrita (o hablada) cualquier posibilidad de utopía. El bardo, entonces, solo podrá delirar y la poesía transmuta su sentido para ser el río blanco (e inmaterial) que atraviesa los pasillos, aposentos y habitaciones del Castillo durante la noche, la sangre invisible de la humanidad que, semejante al salidero en la llave de cualquiera de nuestras cocinas, gotea, herida abierta al infinito.
Cito el poema XX, y fragmentos del I, VIII, XII, XI
Penetro en la sala del trono y está vacía,
solo mis cascabeles se multiplican
en estos corredores
y sobre una almohadilla de damasco rojo
resplandece la corona.
Por unos minutos la coloco sobre mi cabeza,
me siento en la silla de oro,
usurpo este reinado.
A través de los múltiples espejos
exploro mi rostro a punto de estallar
en una carcajada.
Bueno sería que ahora me viera el pueblo,
que viera a su rey, un lamentable enano
con una cabeza enorme
en la que no cabe siquiera una corona.
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Soy más perfecto que Dios.
Al menos yo admito mi deformidad y la muestro.
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Es mi vida el cadáver de un sueño
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Regreso de una muerte que no me pertenece.
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Somos reales
y hay que desconfiar de aquellos
que tienen su fuerza en los soldados
y no en los poetas,
y además, ¿qué puede el Rey saber de amor
si nunca ha besado a un caballo?
Sorprende, en la poesía de Marimón, siempre, la contundencia con que escribe, la capacidad con que dota a las palabras de vida, insuflándoles el temblor del instante vivido, el terror del minuto que transcurre, y a través del cual entrega la poesía como acto de exorcismo y liberación.
Poemas sentidos, redactados y concebidos en la ciudad de Matanzas, específicamente en el barrio de La Marina, entre 1989 y 1992, que se editan por primera vez, y están impregnados de una fuerza espiritual, también material, que los hace parecer escritos hoy —ahora mismo— durante este año 2024, se erigen en punzantes, dolorosas y desgarradoras creaciones literarias, trocando el presente en un espejismo que anula el pasado, le confiere actualidad, empujando el futuro no sabemos hacia dónde, borrándolo o desapareciéndolo por completo del horizonte, y lo más importante: de la razón; iracundos y melancólicos, encierran el tiempo dentro de un feroz torbellino de días y noches inmóviles, que ni siquiera la belleza, el amor, o la esperanza pueden devolverle el sentido que alguna vez tuvo.
La edición, a cargo de Yanira Marimón, hija del poeta—quien viene haciendo un infatigable trabajo de recuperación con respecto a la obra de su padre— no solo cuida la particular escritura de Luis, sino que respeta, en grado sumo, los estados en que el autor dejó sus poemas al abandonarlos dentro de una caja de cartón, y en un rincón de su cuarto, antes de subir a una maltrecha embarcación construida por él mismo en el patio de su casa, rumbo a La Florida, en 1994, dentro de aquella avalancha emigratoria llamada Crisis de los balseros. Sí, Marimón fue uno de ellos y dejó aquí el manuscrito de Memorias del bufón, en compañía de muchos otros libros que esperan ser publicados algún día.
El hermoso y certero dibujo que Rolando Estévez, amigo personal del poeta, hace para ilustrar la portada de estos poemas escritos por un bufón, acentúa el delirio natural en el autor, el mundo Marimón, digámoslo de otro modo: la poeticidad Marimoniana, mientras el magnífico diseño de Johan E. Trujillo se complementa con este para hacer del cuaderno una verdadera obra de arte.
Entre los muchos poemarios inéditos que Luis Marimón dejó antes de emigrar, abandonados en aquella caja de cartón que antes he citado, se encontraba este. Ahora el lector cubano y en especial, el matancero, tiene la oportunidad (a través de Memorias del bufón) de acercarse a la obra poética que, siempre inconclusa, abierta, e insondable Marimón nos legó, y completarla a través de una lectura que, sin dudas, lo dejará sin sosiego, recuperando el riesgo que representa estar vivos, o que, de cualquier manera, significa vivir.
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