Un juez honesto en estrado sobre las olas

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Un día su padre lo llevó al estadio Trinidad y Hermanos, donde presenció un duelo monticular entre el ídolo local Conrado Marrero y Julio “Jiquí” Moreno, el Aroldis Chapman de la época, que tiraba las serpentinas por el Círculo de Artesanos.

Es de los recuerdos más antiguos que, a sus casi 91 años, atesora del deporte, actividad a la cual dedicó su extensa vida laboral, con la excepción del debut en las lides de ganarse el jornal, en la Casa Borda, comercio de efectos musicales en la calle Hourrutinier, entre San Fernando y San Carlos.

Sin llegar a brillar como atleta en su adolescencia y primera juventud, Alberto Quiñones Bárzaga integró los equipos de atletismo, baloncesto y voleibol del Club Cazadores y Náutico (CNyC), que junto al Deportivo y el Cienfuegos Yatch Club (CYC) conformaba el llamado Big Three de la estratificada sociedad cienfueguera de mediados del siglo XX.

Con los rudimentos del deporte aprendidos en la competencia a las órdenes del entrenador Emilio Vega, comenzó trabajar de manera empírica con los equipos de esas tres disciplinas en la Escuela Experimental Federico Laredo Bru, actual Mariana Grajales, en la barriada de La Juanita.

Y para perfeccionar sus conocimientos se llegaba después de las cinco de cada tarde hasta el flamante Instituto de Segunda Enseñanza y bebía de los saberes de los profesores Raúl Medina y Orestes Reina, quienes preparaban a los futuros bachilleres para los Juegos Inter Institutos.

“Ahí estuve machacando para mejorar mis conocimientos hasta 1960, cuando llegó una beca del Ministerio de Educación (MINED) para formar instructores de deportes”.

En Santa Clara, Quiñones y su coterráneo Bienvenido Goytisolo, vencieron un examen “casi todo práctico”, paso previo a un curso de nueve meses en La Habana, en el cual él optó por la especialización en el mismo trío de deportes de sus inicios en el CNyC.

El recién constituido Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) lo dirigía en el Regional Cienfuegos un ex cátcher de los Elefantes en la Liga Profesional Invernal, Sergio “Liquidá” García, y en el nivel de municipio por Troadio Suárez del Villar. A sus órdenes comenzaría en mayo de 1961 una trayectoria laboral que solo interrumpiría la jubilación 58 años después.

Un giro del diálogo en la salita de su hogar en O’Donell casi esquina a San Fernando, nos devuelve a sus años en la Laredo Bru, cuando llevó a sus discípulas y discípulos a la conquista de cinco campeonatos de básquet y vóley en la antigua provincia de Las Villas.

“Tuve el honor de que las tres primeras cienfuegueras participantes en unos Juegos Centroamericanos y del Caribe (JCC), los de Kingston en 1962, fueron hechas por mí: las voleibolistas Mercedes y Teresa Torriente y Benita Jiménez”.

Para más gloria particular, Mercedes capitaneó la selección cubana, oro en los JCC de San Juan-1966 y bronce en los Panamericanos de Winnipeg-1967.

Pero si un deporte fuera sinónimo de Quiñones Bárzaga ese sería el remo.

“No fui remero. Mi primera vinculación con esa disciplina ocurrió entre los años 1957-58, cuando escribía notas del equipo del CYC para la plana deportiva del diario La Correspondencia. Los entrenadores Manolo Toyo y Modestico Trelles me sacaban en la lancha a ver los entrenamientos”.

“Ya en el 61 con la creación del INDER ese deporte dejó de ser de las sociedades para ser del pueblo, representado en equipos como Pescadores, Asociación de Jóvenes Rebeldes y Constructores, entre otros. Entonces Marino Torrens (Tata El Flaco) organizador de las competencias en la pista acuática de Revienta Cordeles solicitó un hombre para trabajar como juez de desempate y así participé en mi primera regata, que terminó frente al hotel Jagua”.

Al año siguiente Quiñones junto a los profesores de Educación Física Manuel Ferriol, Orestes Reina, Atilio Caballero, José Daniel Hernández y Oscarito Mesa deciden conformar el cuerpo de jueces de atletismo y remos en Cienfuegos, y a continuación fundan y oficializan ese mismo grupo a nivel nacional, pero solo para el deporte de paletadas.

Su hoja de servicios como oficial de carreras acuáticas se extendería hasta julio de 2024, cuando cerró con broche de oro un expediente de más de seis décadas, al recibir el premio al mejor árbitro de los Juegos Escolares Nacionales.

En ese larguísimo intervalo destaca su debut en lides internacionales en el verano de 1982, ocasión en que la Perla del Sur fue subsede de la JCC de La Habana, con la presencia de solo tres mexicanos en calidad de árbitros internacionales (AI).

De ahí que un año después el comisionado nacional, Norge Marrero, lo enviara a Ciudad de México, donde se sacó el carné de AI, que le sirvió hasta 2003 cuando alcanzó la edad límite para esa función.

“Participé en otras cuatro ediciones de los JCC y tres Panamericanos, más una copa en la antigua RDA. Estuve a punto de ir a los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero finalmente no se dio”.

Desde hace tres meses, cuando un inoportuno traspiés con la consiguiente fractura del hombro lo mantiene quieto en base (en casa), su sempiterna presencia se extraña en la Peña Deportiva que habita en los dos últimos bancos de la orilla oriental del Prado en su esquina con San Carlos.

“Lo que hice fue ser honesto, no solo en el arbitraje sino en la vida. Y trabajar, trabajar, trabajar, con deseos y corazón, tal como me enseñaron mis padres”, resumió su larga existencia este juez que montó su estrado sobre las olas de Jagua y otra pila de bolsones acuáticos, nacionales y foráneos.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

Un Comentario en “Un juez honesto en estrado sobre las olas

  • el 15 abril, 2025 a las 12:28 pm
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    Como persona es intachable, desde la familia hasta el año 2024 que se retira del Arbitraje
    Muy comprometido con todos los buenos resultados en su trabajo, puedo decir que tiene todos los valores a su favor. De él aprendimos muchas cosas positivas. Gracias Quiñones como siempre te llamamos.

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