Un “abuelo” de internet en Cienfuegos (III parte)

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En abril de 1875 la próspera comarca cienfueguera fue de las primeras en el mundo integradas a una red global de telecomunicaciones. La afirmación precedente vendría bien como anécdota para “darnos brillo en el ombligo” —porque es rigurosamente cierta—, pero no es ese nuestro propósito. Resulta más útil, a nuestro juicio, evaluar las consecuencias —no siempre positivas—que el enlace del cable telegráfico submarino trajo para la joven ciudad y la región que la circundaba. A ello, pues, nos dedicaremos en las próximas líneas.

Aunque la posibilidad real de enviar y recibir mensajes hacia y desde cualquier rincón del orbe fue el resultado más obvio, lo cierto es que la estación telegráfica del “cable inglés” en Cienfuegos, dejó una huella aún más profunda en la vida regional. Su mayor impacto, sin embargo, podemos situarlo con certeza en la etapa colonial y durante las dos primeras décadas republicanas. A partir de 1920, los cables telegráficos submarinos cederán su preeminencia ante el empuje de nuevas tecnologías como la telegrafía sin hilos y la telefonía, esta última también desarrollada, para entonces, a través de cables submarinos bajo el control mayoritario de empresas estadounidenses.

Con la expansión de los cables submarinos, se despliegan también agencias cablegráficas de prensa para vender sus despachos noticiosos a escala internacional. En virtud de ello, periódicos como El Heraldo de Cienfuegos, El Diario de Cienfuegos, La Correspondencia o El Comercio divulgaban noticias ocurridas el mismo día o con poco tiempo de acaecidas sobre los más variados temas, llegadas de cualquier lugar del mundo. La relación cable-prensa posibilitó transmitir y amplificar el impacto de estas hacia los distintos espacios de la sociedad regional, alcanzando a los sectores sociales que no podían acceder directamente a los servicios cablegráficos debido a la lejanía de la estación o a lo costoso de sus tarifas. Las maravillas de la modernidad podrían estar ahora al alcance de cualquier hijo de vecino.

En el ámbito económico-comercial, el “cable inglés” contribuyó a estrechar los nexos entre la economía regional cienfueguera y la economía-mundo: fue un efectivo catalizador de la actividad comercial y bursátil a partir del último tercio del siglo XIX e insertó a los hombres de negocios de la región en un contexto donde la información misma, cada vez más abundante y compleja, era vital para el éxito de las transacciones ejecutadas. El cable submarino daba la posibilidad a los empresarios de conocer datos y cifras convertidos rápidamente en ventajas, que eran utilizados en la especulación y en la bolsa de valores. Para el desarrollo de la industria azucarera en Cienfuegos, estas ventajas fueron cruciales. Refiriéndose a ello, el historiador cubano Manuel Moreno Fraginals manifestaba:

“La empresa que opera el cable cobra una tarifa por cursar mensajes a través del mismo, pero este es el aspecto menor del negocio. Lo fundamental es que al instaurarse un sistema internacional de comunicaciones telegráficas, un grupo de hombres claves en el mundo financiero tuvieron, entre otras, la prioridad de las informaciones, y las pudieron controlar, canalizar y difundir según sus intereses”[i]

En el terreno de la cultura popular, quedaron composiciones poéticas que aludían a esta tecnología y a sus beneficios. Luis Antonio Ramos Valdés, poeta y periodista cienfueguero, publicó en 1876 un soneto titulado Un Cañonazo (Gloria de la Ciencia), a propósito del primer aniversario del inicio de las operaciones de la estación cienfueguera. Esta composición exaltaba la significación universal de los cables submarinos para el progreso humano y rendía homenaje a sus principales artífices, tal y como confirma una de sus estrofas:

“De Ciro Field el nombre bendecido

Existe con aplauso en la conciencia

Por qué unió con el cable la existencia

De dos mundos en uno enriquecido”.[ii]

Por si ello fuera poco, gracias al enlace del “cable inglés”, Cienfuegos formó parte en 1887 de una de las primeras redes de vigilancia meteorológica que pudieron organizarse en el mundo. Esta loable iniciativa, promovida por el Padre Jesuita Benito Viñes Martorell desde el observatorio meteorológico del habanero Colegio de Belén, contaba con el apoyo de la Junta General de Comercio y planeaba integrar además en la red a observatorios de Jamaica, la Florida y otras islas caribeñas. El propio Viñes, refiriéndose al observatorio cienfueguero refería:

“En Cienfuegos está de observador el R. P. Gangoiti, Profesor de Física del Colegio de Montserrate, que tiene un buen barómetro comparado con el nuestro (…) y que en caso necesario puede mandar observación por el cable”[iii].

Para las autoridades político-militares de la Isla el enlace cienfueguero prestó valiosos servicios. Las comunicaciones telegráficas submarinas comenzaron a tener una importancia capital en la actividad político-militar regional, en la medida en que, junto a las líneas terrestres, se integraron como un elemento clave en el ejercicio del poder, dando la posibilidad de otorgarle una agilidad inédita al intercambio de informaciones entre los distintos niveles del aparato político-administrativo español.

En lo que a la jurisdicción cienfueguera concierne, el cable submarino viabilizó la transmisión de reales decretos, órdenes militares y comunicaciones oficiales dirigidas a las autoridades regionales. La rapidez y eficacia del servicio cablegráfico lo convirtieron en un instrumento vital para las cuestiones burocráticas y tareas de orden político y jurídico. La Revista de Obras Públicas, publicación oficial española, se pronunciaba en uno de sus artículos de 1898 sobre la importancia estratégica del “cable” para la marcha de la guerra:

“(…) Otro vivo ejemplo de actualidad (…) es el de los cables submarinos, concedidos por el Ministerio de Ultramar en 29 de septiembre de 1895 enlazando las poblaciones de Cienfuegos, Casilda, Las Tunas, Júcaro y Santa Cruz con Manzanillo, en la costa sur de la Isla de Cuba (…) pues gracias a la última concesión ha podido conocerse al día en la península, la marcha de las operaciones militares en la región oriental de aquella Antilla (…)”.

Estratégica fue también la decisión del alto mando militar gringo, cuando el 11 de mayo de 1898, en medio de su intervención en la guerra hispano-cubana, decidió cortar el cable submarino muy cerca de su punto de amarre en Punta Los Colorados, a pocos metros del faro del mismo nombre. El plan estadounidense, afectó parcialmente las comunicaciones españolas, pero no alcanzó a interrumpir totalmente las transmisiones entre la Península y el alto mando del ejército colonial en La Habana. Para entonces ya había otros cables de la Cuba Submarine que enlazaban directamente Batabanó con Santiago que no fueron dañados, y existían al menos cinco vías que enlazaban con Europa, algunas de las cuales no tocaban territorio estadounidense. El hecho, sin embargo, marcó el fin de la historia colonial del “cable inglés” en Cienfuegos.

No cabe duda de que el “cable” se erigió en vehículo de dominio de la metrópoli ibérica sobre su colonia, pero fue utilizado con mucha mayor eficacia, al propio tiempo, por Estados Unidos para debilitar el dominio español sobre Cuba. La consolidación de la dependencia económica de la Isla al mercado estadounidense, la intercepción de mensajes cifrados con fines político-militares, o la circulación de noticias para generar matrices de opinión favorables a los intereses hegemónicos del momento, tuvieron en esta tecnología un soporte seguro. En el nuevo siglo que se acercaba, el control de las telecomunicaciones continuaría siendo un punto medular en el poderío neocolonial sobre la Isla hasta 1959.

A lo largo del siglo XX, sus líneas fueron modernizándose paulatinamente a tono con el desarrollo tecnológico de la época. El “cable” fue testigo y protagonista de los avatares republicanos en la región, incluido un accidente terrible el ocurrido el 1ro de febrero de 1913. Una explosión causada por la dinamita almacenada en una ferretería próxima a la oficina-estación, sita en Santa Clara y Santa Isabel, destruyó completamente el inmueble —a la sazón de madera—, dejando varios fallecidos y lesionados, además de múltiples daños materiales por toda la zona.

Una vez reconstruida, para beneplácito de los cienfuegueros, la estación se mantuvo prestando servicios aún en la etapa revolucionaria, siempre al cuidado de compañías británicas, hasta el cese definitivo de sus operaciones en septiembre de 1975. Un hecho sí es indiscutible: El “cable inglés” se ganó con creces un lugar dentro del patrimonio histórico-cultural cienfueguero y la cercanía del aniversario 147 de su amarre efectivo a nuestras costas, viene como anillo al dedo para saldar una deuda con su historia.

El corte del cable en Cienfuegos.

[i] Moreno Fraginals, M. “La brecha informativa: Información y desinformación como herramientas de dominio neocolonial en el siglo XIX”. Revista Santiago, No.29, 1978. p.45.

[ii] Ramos Valdés, Luis Antonio. Ensayos Literarios. Imprenta Nueva, 1877. El soneto en cuestión fue publicado originalmente en el periódico “La Retreta” entre marzo y abril de 1876.

[iii] “La meteorología y la previsión del tiempo en Cuba”. Crónica Científica. Revista internacional de Ciencias – Tomo X (239). octubre 25, 1887. pp.412-418

* Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) (Los datos aparecidos en este artículo son resultado de las investigaciones realizadas por el autor junto al Licenciado Jorge Luis Padrón Acosta, también profesor de la casa de altos estudios cienfueguera)

 

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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