La ley de la selva
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El paquete fiscal y la ley ómnibus privatizadora y con reforma laboral, lleva el gen del modelo de país arrasado, con profunda desigualdad y casi sin clase media. Senado, paro general y el peso de los gobernadores
El nivel de conflictividad provocado por el gobierno alcanzará otro hito esta semana con el plan de lucha de los trabajadores del transporte, el lunes, el paro general del jueves convocado por la CGT. Y el baile recién empieza, porque el Senado se meterá de cabeza con el paquete de leyes que dinamitan el esquema social que permite aspirar a los argentinos a una democracia de iguales. En ese debate estará en juego la estabilidad laboral, las indemnizaciones por despidos, el derecho a huelga, se restablece el impuesto a las ganancias para cientos de miles de trabajadores, al mismo tiempo que lanza una ola de privatizaciones, favorece el blanqueo de narcos y lavadores y facilita el aterrizaje de fondos especulativos así como la entrega de las riquezas naturales.
El vocero Manuel Adorni dijo que no entendía el motivo del paro. “Dicen que es en defensa de derechos laborales —se burló—, pero hay que ver si realmente son derechos. El 40 por ciento de los trabajadores no los tienen”.
La convocatoria del miércoles, promovida por la CGT, a la que se sumaron los movimientos sociales y las dos CTA, fue muy masiva. Es la quinta gran movilización en cuatro meses. La del miércoles fue esencialmente de trabajadores, la mayoría encolumnados con sus gremios y pocos manifestantes sin encuadramiento. La gran manifestación en defensa de la educación pública fue en su mayoría de jóvenes y muchos manifestantes por la propia. En las del 8M, por lo general, la mayoría de las asistentes no llega encolumnada. La del 24 de marzo fue una mezcla, con muchas organizaciones y gran cantidad de personas que marcharon con amigos o con la familia. Las cuatro tuvieron su correlato en las ciudades más pobladas de todas las provincias. La primera convocatoria de la CGT, el 24 de enero, fue cuando apenas Milei había pasado poco más de un mes en el gobierno y logró potenciar el rechazo inicial a las dos normas.
Que el gobierno trate de ignorar el clima extendido de bronca es un error, pero se entiende porque está comprometido con un modelo que expulsa a la mayoría. Pero que haga lo mismo el opoficialismo —peronista, radical o provincialista— puede llevarlo a su extinción al aprobar una legislación que, al no dejar matices, polariza y achica el centro del espectro político. Las medidas del gobierno achican a la clase media, que rápidamente está cayendo bajo la línea de pobreza.
En su estrategia de alianzas y negociaciones para lograr la aprobación de la ley ómnibus recortada, el gobierno se lanzó a negociar primero con los gobernadores, porque consideró que los diputados opoficialistas de la línea de Miguel Angel Pichetto, ya los tenía adentro. Varios gobernadores, como el catamarqueño Raúl Jalil, salieron prestamente a anunciar su respaldo. Otros se lo dieron en silencio. Después de hacer una engañosa alabanza de la ley ómnibus, el radical Alfredo Cornejo no tuvo empacho en informar que el gobierno había liberado mil millones de dólares para Mendoza. A otros los sedujo prometiendo estímulos a las mineras y a producciones regionales.
En esos puntos, Milei no tiene problemas para hacer concesiones. Es difícil que pueda ofrecer mucho a las provincias patagónicas. En el caso de Santa Cruz, paralizó las dos grandes represas lo que produjo el retiro airado de la constructora china cuando las obras ya estaban avanzadas. Y los senadores sin gobernador tienen mucho para perder y poco para ganar. En todo caso, el impacto destructor sobre la clase media y el aumento vertiginoso de la pobreza se verifica en todas las provincias. La negociación de los gobernadores por mil millones, o por el litio, es pan para hoy y hambre para mañana.
Cuando aprobaron la ley ómnibus en Diputados, el ministro del Interior, Guillermo Francos exclamó satisfecho: “Menos trolls y más política”. Es simpático que haya dicho “menos trolls” y no “fuera trolls”. El oficialismo y la oposición han naturalizado los linchamientos, la persecución y la violencia mediática a las que es afín el Presidente de la República. Uno de los senadores provinciales aclaró: “voy a votar a consciencia, y los trolls que me la fumen”. Tener esa banda de patoteros mediáticos con altos sueldos en la Casa Rosada tendría que ser motivo, al menos, de la comparecencia de Milei en el Congreso.
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