Si te preguntas por el sentido de la vida (‘El deshollinador’, de Alexis García)
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A lo mejor yo tengo una respuesta para ti: ¿Adónde quieres llegar?
Daniel anhela graduarse. No queda claro en la narración qué tipo de graduación: ¿del pre, de la universidad, de máster? Puedes elegir cualquiera de ellas.
Daniel quiere ser feliz por la canalita ideal: profesional universitario – buen salario – esposa e hijos felices – una cervecita el fin de semana y – seguir trabajando para mantener ese estatus.
Pero no se gradúa, lo desaprueban, tiene que, en definitiva, (tras muchas locuras experimentadas en tono de humor negro), preferir ser “tonto”. Por tal razón no le queda otra salida que trabajar como albañil en la Construcción.
La vida casi nunca es justa. No sé si has escuchado la palabra “meritocracia”. Se parece en su sonoridad a democracia, plutocracia, autocracia, y otras muchas acepciones relacionadas con el ejercicio del poder.
Tal vez pudieras alcanzar cuotas del mismo, no por seguir los dictámenes del pueblo, haber nacido en cuna de oro, o halagar al tirano; sino como consecuencia de tus propios méritos, de hacerte a ti mismo. Obviamente el Propietario del viñedo te va a retribuir acorde a su voluntad, justo como cuenta la parábola de los viñadores. Mt 20.13-16
Pero, ¿y si los méritos no resultan suficientes? Digamos que te gradúas con laureles como deshollinador y de repente te percatas de que ya no existen chimeneas para ser liberadas del hollín.
Entre veras y bromas es este el conflicto-corazón que recorre la obra ‘El deshollinador’, cuentinovela escrita por Alexis García Somodevilla, publicada ya hace unos años por Ediciones Mecenas.
Leer también puede proporcionar un sentido a la vida
A las personas, dentro de los libros, les ocurren cosas muy extrañas.
Daniel no solo le salva la vida a una tenaz maestra perseguidora; dibuja también una galería de personajes típicos: el jefe sepultado bajo los escombros tras el estallido de un grano de su propia cara; los “desaparecedores” de edificios completos, entre otras artes mágicas; el oficinista que suda grasa de máquina; un ex-presidiario al que llaman La leona; el Orejón que tergiversa todas las palabras que escucha; los momentos de descanso con o sin autorización, con microbios, en compañía forzada de cuenteros que se gastan anécdotas insólitas…
Al final, ¿cómo se las arregla Daniel? ¿Cuánto se transforma su propósito inicial?
Es preciso leer lo que no dicen las palabras, lo que se escabulle entre las letras. En fin, su perro le trae una piedra. ¿Para qué puede servir? ¿Cuán distinto es el ladrido de su fiel amigo?
El libro de Alexis García alcanza una atmósfera mágica a partir de situaciones muy cotidianas, desfigurando la realidad material en consonancia con la desfiguración moral de muchos de los personajes.
Es notable la habilidad de este narrador para lograr finales sorprendentes en los que corta la acción justo donde mayor significación puede aportar al lector.
Por eso se agradece esa contención, ese comedimiento en su tono narrativo que, muy bien regado por la lluvia del absurdo, nos conduce a la sonrisa reflexiva, y en no pocas ocasiones, a la carcajada.
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