Sábados de gloria: por arriba de la media, pero con errores y vicios

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La telenovela constituye un género que superé hace muchos años, sin menoscabar un ápice los gustos de miles de personas que lo siguen de forma ferviente. Una de las razones más prácticas de dicha decisión personal es que, durante las decenas o centenares de horas que debe dedicársele a una sola producción, resulta posible apreciar impresionante volumen de películas y series.

No obstante, el hecho de escribir este espacio (que es de series, pero el cual tampoco está ajeno a otras expresiones audiovisuales) me hizo atender a Sábados de gloria, la telenovela cubana dirigida por Tamara Castellanos/Ernesto Fiallo. Finalizada este lunes, ganó el seguimiento y cariño de muchos.

La pieza escrita por el novelista Jorge Luis Sánchez constituye una obra sobre la fuerza de la amistad, la cual asume una posición ética, en tanto censura antivalores y propugna necesarias virtudes.

Es un documento de reafirmación al poder benéfico de la fraternidad. A la honestidad, a la no renuncia a los principios personales, a la lucha femenina por conseguir los sueños, al esfuerzo diario por domeñar las vicisitudes y crecernos desde las coordenadas más puras del amor y del respeto por los nuestros.

Atractiva desde su misma cabecera y el tema musical de presentación, fundamenta su acierto en una razón de peso: su delineado, evolución y defensa de los personajes centrales; como también de diversos secundarios. Hay verdad, nervio, humanidad, riqueza caracterológica, contradicciones y conflictos reconocibles del escenario social cubano en estas criaturas. Sus cuitas, carencias, afectividades y pasiones salen a relucir en cada capítulo.

Lo hacen de forma natural, orgánica; sin la manipulación o el lagrimeo barato, tan caros al género en Latinoamérica.

Sábados de gloria se gana al espectador desde los afectos. Lo consigue, fundamentalmente, mediante sus tres redondos personajes centrales: Karelia, Omara y Rita, estas tres grandes amigas (interpretadas, con tino y garra, por Yudexi de la Torre, Tahimí Alvariño y Yessie Guridi) que prendaron a los televidentes.

El material encuentra lo que en el argot se denomina como alivio cómico por la vía de tres personajes secundarios, quienes -tanto como los tres principales- se hicieron queribles. Portan rasgos bien definidos, desde la escritura; e interpretaciones que los tipifican ricamente a partir de sus lenguajes verbal y extraverbal.

Hablamos de los personajes de Maura y de Elenita/Rosita, las dos ancianas, siempre pendientes de cuanto sucede en el barrio. Hay mucho de las buenas comedias de situación en sus interacciones. Ambas también portan un elemento nostálgico, que nos hace recordar a muchas personas de esa ya avanzada edad, de la familia o el vecindario, las cuales tenemos o tuvimos bien cerca. Ellas forman parte, por sus costumbres, fraseología y maneras de apreciar las cosas, de un mundo en extinción que, lamentablemente, se nos escurre entre las manos, sin poder hacer algo por remediarlo.

El género responde a patrones y, aunque no estemos aquí ante las melcochas de Televisa, siempre habrá un padre perdido cuya identidad se revela al cabo de las décadas. Es el caso de Arturo y su verdadero hijo Eduardo, algo que hubiese sido factible suprimir.

Y mucho más digno de supresión debió ser -el mismo caso, al parecer presunto este-, entre Juanito Promesas y el ruso-español, quien el personaje defendido por Néstor Jiménez creyó fuese el hijo perdido que dejó cuando estudiaba en la Unión Soviética.

Hablamos de Víctor, el empresario extranjero, con su amante cubana, el hombre del enredo con Pablo, el instrumento isleño para un presunto objetivo espurio que nunca se definió totalmente, pero el cual consumió mucho tiempo en pantalla sin despeje dramático. Su dilación entorpeció la fluencia.

En la recta final de la telenovela se acumuló toda la torpeza que no hubo en los primeros superiores 45 capítulos. No solo se evaporan real o dramáticamente algunos personajes (Pablo, la amante suya y de Víctor), sino que aparecen las famosas escenas de tríos. En mi opinión, esto no asusta a nadie a estas alturas. El problema es que los cubanos tendemos a exagerar, sabemos, y lo que constituye una práctica eventual de determinadas parejas en la búsqueda de necesidades erótico-afectivas no cubiertas (el ménage à trois, o ese trío sexual que a la larga nunca formará parte del verdadero amor de dos seres humanos, en tanto entra en el juego un elemento extraño), Sábados de gloria lo extiende a una forma de vida normal y corriente, dentro de una pequeña habitación de una casa-restaurante, santificado por todos. Sin reticencia alguna, no sea la de Arturo.

Sábados de gloria, que juega en varios de sus capítulos con el concepto meta de examinar los entresijos del género por dentro y hablar del trabajo que cuesta escribir una telenovela (quehacer asumido por una de sus protagonistas, la cual de hecho dialoga sobre el tema, como otros personajes), pone el parche antes de que caiga la gotera. Me explico: Omara y sus amigas hablan del cliché que supone terminar una expresión audiovisual de este corte a través de escenas de boda, todos felices y comiendo perdices. Sin embargo, resulta exactamente cuánto ocurre aquí.

No son para nada creíbles las transformaciones meliorativas de Mayito, la antigua pareja de Omara, ni (muchísimo menos esta) la del ogro Tony, el padre de Tonito y ex esposo de Melissa. Ella, al fin, podrá casarse con Isis. Bravo por ambas; ahora bien, el asunto a objetar aquí no sería en modo alguno dicha unión homosexual, sino la eterna cara de sonrisa de ambas cuando miran a Tonito en cualquier actividad, o al padre de Isis. Ambas siempre en el mismo registro. Nadie está sonriendo permanentemente, ni con ese alelamiento soso, por muy enamorado que esté.

El cierre corte Tras la huella con el muerto enterrado por Elenita y Rosita -luego ellas tan campantes en su casa: los crímenes prescriben, pero aquí se aborda el asunto de forma tan festinada, que encierra peligrosas connotaciones-, y la escena angelical del pedófilo Manolito en la cárcel junto a Víctor, otro preso interrogativo y otro mirón que no interviene en el diálogo, son decisiones dramáticas que tampoco le hacen mucho favor a Sábados de gloria.

A propósito, no pienso que al equipo de Producción le hubiese sido muy difícil, o bien filmar dentro de un establecimiento penitenciario, con los debidos permisos, o al menos recrear mejor el escenario. No siempre debemos escudarnos en la falta de presupuesto para todo.

Los referidos valladares u otros que el espectador pudiera encontrar no son óbice para ignorar la valía, en sentido general, de una telenovela bien concebida, por arriba de la media en su género (en Cuba y en el exterior), portal de acceso a un solvente grupo de jóvenes intérpretes: esa nueva hornada actoral que defenderá en pocos años papeles centrales dentro de la teleficción o el cine de nuestro país.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

2 Comentarios en “Sábados de gloria: por arriba de la media, pero con errores y vicios

  • el 11 junio, 2025 a las 3:30 pm
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    Excelente valoración.

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  • el 10 junio, 2025 a las 11:11 am
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    Concuerdo, excelente crítica!!! Deberías acercarte más a las telenovelas, toda vez que son seguidas por un amplio sector de la sociedad. Se te da muy bien!!!

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