Reflexiones de un brigadista Conrado Benítez

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Por Damián Cosme Guas Paret

Regocijado por el extraordinario triunfo obtenido por mi país, al lograr en el transcurso de un año eliminar las secuelas del analfabetismo, a lo cual había contribuido con mi modesto esfuerzo, al igual que más de cien mil jóvenes cubanos, me encontraba en la plaza de la Revolución, aquel 22 de diciembre de 1961. Allí nuestro Comandante en Jefe pronunció un trascendental discurso para proclamar a Cuba territorio libre de analfabetismo.

Realmente en aquel momento y con la edad de 16 años no tenía una clara noción de la magnitud de aquella hermosa tarea, realizada por todo el pueblo en sólo 12 meses, sin embargo, una frase pronunciada por Fidel vino a esclarecer la importancia del triunfo en aquella heroica batalla y fue cuando él planteó: “Ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y de gloria, como este, en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados”.

Muchos indagan sobre el milagro de en un país que, en el momento del triunfo de la Revolución, presentaba un panorama desolador en la educación. Las cifras eran deprimentes pues el 45 por ciento de los niños de seis a 14 años, no asistían a las escuelas y de cada 100 pequeños que matriculaban, sólo seis llegaban al sexto grado. Más del 23 por ciento de los cubanos mayores de diez años eran analfabetos.

Evidencia de la exclusión en materia educacional antes del primero de enero de 1959 se refleja en la enseñanza media y superior, reservada para una minoría. A la primera sólo llegaba la mitad de la población escolar. Decenas de miles de niños estaban obligados a trabajar para suplir las necesidades de alimentación en sus casas.

La campaña de alfabetización marcó las pautas para que Cuba pudiera convertirse en un país donde hay más de un millón de graduados universitarios.Está garantizada la educación gratuita para todos los niños, jóvenes, adolescentes y adultos. La nación ha sido capaz de tener un desarrollo en las ciencias, que nos garantizó la creación de cinco candidatos vacunales y tres vacunas que salvaron a nuestro país de la muerte de miles de cubanos durante la terrible pandemia de la Covid-19. ¡Ese milagro es el triunfo de una Revolución Socialista!

Antes de esa etapa las condiciones estaban creadas en lo económico, social y educacional para seguir manteniendo las formas de explotación y sometimiento hacia el imperialismo yanqui por parte de los gobiernos de turno. Mientras todo esto sucedía a nivel de país, la situación de la familia cubana era también cada día de más explotación.

Perteneciente a una familia pobre que vivía en la periferia del municipio de Caibarién, en la antigua provincia de Las Villas, mi situación era la misma que la de miles de cubanos. En el municipio existían dos o tres escuelas primarias públicas, situadas en la parte céntrica del municipio. En ellas había una escasa matricula y condiciones muy precarias para el desarrollo del proceso docente educativo, a diferencia de varias centros docentes privados con todas las condiciones para la realización de sus clases. A a sus aulas asistían los ricos del territorio. Ello era suficiente para mantener el estado imperante de la educación y reproducir la situación reinante en cuanto al incremento del analfabetismo.

Ingresé en una de estas escuelas públicas en el cuarto grado y con una edad de 12 años. En ella continuaría hasta el sexto grado y luego buscaría un empleo para contribuir al mantenimiento económico de la familia, como ya estaba decidido. En ese período triunfa la Revolución y comienzan a cambiar las condiciones económicas y educacionales del país. Mi familia decide, haciendo un gran sacrificio, que yo continuara estudiando, en una escuela primaria superior, recién creada, por eso, siempre digo que todo lo que soy se lo debo a la Revolución!

Cursé el séptimo y octavo grados en esta escuela y cada día fue creciendo en mí la admiración y respeto por aquellos jóvenes que fueron capaces de dar hasta su propia vida por nuestra libertad.

Llega el año 1961 y se convoca a toda la juventud a librar la batalla por la eliminación del analfabetismo en el país, entusiasmado ante esta posibilidad de contribuir al desarrollo de mi pueblo, doy el paso al frente y me incorporo a la Campaña de Alfabetización, como brigadista Conrado Benítez. Considero que la participación en aquella honrosa tarea fue para mí permitió motivo de enorme crecimiento enorme, pues pude vivir junto a parte del campesinado cubano y conocer las secuelas de la explotación que durante siglos sufrieron.Pude saber y constatar el amor al trabajo y la laboriosidad de aquella clase. Conocer la fe inquebrantable que profesaban a la Revolución naciente. También tuve la posibilidad de recibir el amor y respeto que sentían hacia nosotros, quienes fuimos considerados por ellos como sus propios hijos. Conocí que la fuente de toda riqueza es el trabajo honrado.

Ante la pregunta que insistentemente le hacíamos en aquel histórico acto: “¿Fidel, dinos que otra cosa debemos hacer?”, nuestro Comandante respondió, esbozando las características de un plan de becas con más de 40 mil plazas en varias especialidades para el desarrollo del país, en la cual destacaban diferentes opciones relacionadas con la formación de maestros, como garantía de la superación de todo nuestro pueblo y de la importancia que tiene para un país subdesarrollado crear las condiciones para que no se pierda la inteligencia de sus ciudadanos. Estudiar, estudiar y estudiar para contribuir de una forma más eficiente al desarrollo del país, fue a mi juicio la idea que nos trasmitió Fidel.

Las enseñanzas adquiridas durante el desarrollo de la Campaña de Alfabetización y las trasmitidas por el líder en aquel histórico discurso, me permitieron tomar una decisión trascendental para mi vida: !Sería maestro!

Estudié y me gradué, gracias a las oportunidades que me dio la Revolución y durante 55 años desarrollé activamente la profesión. En el transcurso de todos estos años he podido constatar la importancia que tiene la profesión para la formación de las nuevas generaciones y la abnegación, disciplina y responsabilidad que acompañan a esta carrera. A lo largo de mi trabajo he apreciado el altruismo y el sacrificio de muchos compañeros que me han servido de ejemplo para continuar mi labo. He recibido muchos estímulos y reconocimientos, pero mi mayor satisfacción ha sido siempre ver los frutos de mi quehacer en la contribución a la formación de los más jóvenes. Mucho aún hay que hacer en el incentivo moral y material de los maestros en nuestra sociedad. Sirvan estas reflexiones como homenaje de un colega a su encomiable labor. En cuanto a mí, haciendo un análisis integral de la decisión que tome en mi juventud y he mantenido durante toda mi vida, solo les diré !Soy maestro y si volviera a nacer seguiría siendo maestro!

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

Un Comentario en “Reflexiones de un brigadista Conrado Benítez

  • el 22 diciembre, 2024 a las 7:18 am
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    Excelente material , así como su autor q tengo el gusto y la dicha de conocer, el mismo es héroe del trabajo de la República de Cuba por todos méritos…

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