¿Por qué olvidamos a Eduardo Machado Gómez?

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En la actualidad, el nombre de Eduardo Machado Gómez resulta totalmente desconocido para los cubanos. Solo algunos habitantes de la vecina urbe santaclareña, en el centro de la Isla, evocan con admiración el legado de este hombre que constituyó una personalidad cimera en las luchas por la independencia nacional contra el colonialismo español. Sin embargo, la culpa de este olvido no solo recae en la mera despreocupación de gran parte de la población cubana por conservar viva su historia, sino en el pronunciamiento del propio Eduardo Machado Gómez, el 27 de octubre 1873, donde acusaba a Carlos M. de Céspedes de ser un dictador, en pleno desarrollo de la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Dicho pronunciamiento, fue la sentencia que lo relegó a la nada. En 1943, el historiador Pánfilo D. Camacho escribiría la única biografía realizada hasta la fecha sobre esta figura, titulada El legislador trashumante. Para 1969, la Universidad de La Habana publicó su autobiografía, que constituye un excelente testigo de los sucesos del Cafetal González del 6 de febrero de 1869, hecho que marcó la entrada de la región de Las Villas a la beligerancia. Amén de estos dos textos, poco se conoce sobre la vida de este singular hombre.

Eduardo Machado Gómez nació en Santa Clara el 20 de octubre de 1838 en el seno de una familia acomodada. Desde muy joven fue enviado por su padre a los Estados Unidos para estudiar lengua y literatura inglesa. Después, viajó por Inglaterra, Francia, España, Italia, el Imperio Zarista Ruso y Alemania. En esta última nación, comenzó sus estudios en ingeniería y publicó una obra bajo el seudónimo de D. Durama de Ochoa titulada Cuba y la emancipación de sus esclavos; además, del folleto “Plácido. Poeta y mártir”; este último, muy elogiado por el periodismo alemán de la época. En sus viajes, Machado Gómez se convirtió en un políglota de excelente factura al dominar el inglés, el alemán, el francés, el ruso y el hebreo. En 1865, regresó a su ciudad natal y al siguiente año fundó el periódico La Época, desde donde defendió la candidatura del Conde de Pozos Dulces a la Junta de Información de Madrid como delegado directo de esta región. En abril de 1867, inició un nuevo periplo por las naciones europeas que ya había visitado con anterioridad, a las cuales se unieron Bélgica y Holanda; en esta última, agregaría el idioma neerlandés a su acervo cultural. A mediados de 1868, tras el fallecimiento de su madre, retornó a Cuba para ocuparse de los negocios familiares.

Al producirse el alzamiento en Demajagua, el 10 de octubre de 1868, en Santa Clara se estableció una Junta Revolucionaria donde Eduardo Machado Gómez fue designado como su secretario. Esta organización fue la encargada de realizar una serie de actividades conspirativas en la zona central de la Isla y coordinar el inicio de la conflagración, hecho que ocurrió el 6 de febrero de 1869 en el Cafetal González. Durante este acontecimiento, Eduardo Machado Gómez regalaría al grupo de alzados una bandera de la estrella solitaria y eselegido como secretario de la Junta de Gobernaciónde Las Villas. El descalabro de las primeras acciones combativas puso a los independentistas villareños en una total disyuntiva: moverse hacia el oriente del país o hacia la región matancera. Eduardo Machado Gómez y Carlos Roloff fueron partidarios de arremeter por sorpresa en la zona yumurina para destruir sus ingenios e incorporar las grandes dotaciones de esclavos a la lucha. Pese a la no materialización de esta idea, los revolucionarios villareños dejaban su huella en la historia al ser los primeros en tratar de organizar un intento por invadir el occidente de la Isla. Tras su movimiento hacia el Camagüey, Eduardo Machado Gómez fue nombrado como delegado para participar en la Asamblea de Guáimaro, del 10 al 11 de abril de 1869.

Muestra de los periódicos coloniales de Santa Clara, donde se destaca La Época que fue fundado por Eduardo Machado Gómez en 1866. Cortesía de la Revista El 15 de julio, de 1918.

Al tratar el tema de la Asamblea, historiadores y otros investigadores sociales centran su interés en la forma de gobierno que adoptaría la República en Armas; no obstante, hacia el interior de la misma se suscitaron numerosos debates, de los cuales Eduardo Machado Gómez fue epicentro. El primero de ellos residió en la cuestión de la bandera a utilizar por la Revolución. Machado Gómez propuso, secundado por el delegado villareño Honorato del Castillo, que el estandarte a utilizarsefuera el de la estrella solitaria. Además, se opuso a las modificaciones que José María Izaguirre y Antonio Lorda le proponían a la bandera que él presentaba. El otro enfrentamiento del ingeniero y periodista villareño estuvo en su rechazo absoluto a los posicionamientos anexionistas hechos por algunos delegados en la Asamblea. Por otro lado, Machado Gómez se enfrentó abiertamente contra Antonio Zambrana, quien argumentaba que las propiedades de los terratenientes alzados debían protegerse y conservarse. El cuestionador de Zambrana, aludía que estas propiedades eran una fuente segura de ingresos económicos para la guerra y que sus ventas eran inevitables ante la confiscación de las mismas por parte de las autoridades colonialistas. Al concluir la Asamblea, Eduardo Machado Gómez fue elegido para el cargo de vicesecretario de la misma, pero ocuparía la máxima secretaria, de manera interina, tras la renuncia de Ignacio Agramonte. Para el 6 junio de 1869, su nombramiento como secretario sería oficial.

El 26 de febrero de 1871, fue propuesto como diputado de Las Villas, cargo que se materializó un mes más tarde. Desde entonces, Machado Gómez peregrinó junto a la Cámara de Representantes. El 27 de octubre de 1873, el organismo legislativo se reunió en el Bijagual para la deposición del presidente Carlos M. de Céspedes. Alude Machado Gómez en su autobiografía que él participó en dicha sesión y se mantuvo al margen de las acusaciones hechas contra el ejecutivo porque, hasta ese momento, había defendido arduamente las disposiciones del Padre de la Patria. Sin embargo, fue uno de los últimos en acusarle de haber violado la constitución erigida en Guáimaro y de ser un dictador. Eduardo Machado Gómez realizó un análisis exhaustivo de su posicionamiento contra el incorrecto accionar del ejecutivo. En primer lugar, estuvo la violación de las elecciones de enero de 1871 que fueron suspendidas en el territorio camagüeyano por el presidente. El mismo proceder ocurriría en la convocatoria para las elecciones para 1872, que quedaron suspendidas en la región oriental, espacio donde radicaba el ejecutivo. Como resultado de esta situación, la Cámara de Representantes estableció una Ley Electoral en este año que dejaba claro los procedimientos para la elección de los delegados al aparato legislativo.

Esta nueva ley se materializó en todos los estados en conflicto menos donde residía el ejecutivo, quien las había anulado. Este nuevo panorama condicionó la abolición de dicha ley durante ese año. Para comienzos de 1873, se retomaron nuevamente las disposiciones de la ley pero Javier de Céspedes, Jefe del Distrito de Bayamo y hermano de Céspedes, argumentó que no realizaría las elecciones, pues el ejecutivo no se lo había comunicado. Ante la presión hecha por la Cámara, el presidente emitió una circular para cerrar los plazos para dichas elecciones, pero violó la ley debido a que solo otorgó cuatro meses para la realización de las mismas, por lo cual a los villareños se les haría imposible participar en los sufragios. En julio del propio año se pudieron realizar, pero esta vez el ejecutivo se negaría a entregar los escrutinios al secretario de la Cámara para su revisión, lo que significaba una nueva violación. A ello, se unieron otros fallos jurídicos que acentuaron aún más la imagen del iniciador de las luchas por la independencia nacional y que condicionaría la deposición de su cargo, en la aludida fecha del 27 de octubre de 1873. Lo antes expuesto serviría de base para que en la sesión del Bijagual, Eduardo Machado Gómez acusara al ejecutivo de haber violado los artículos 6 y 20 de la constituyente.

Pese al trabajo legislativo como secretario y diputado a la Cámara, Eduardo Machado se dedicó a enseñar a leer y escribir a los esclavos que formaban parte del Ejército Libertador. Desde iniciada la contienda, en el territorio camagüeyano se crearon escuelas como fiel testigo del cumplimiento de la Ley de Instrucción Pública de la República en Armas, aprobada el 31 de agosto de 1869. En dichas escuelas, Machado Gómez fue uno de sus principales maestros en unión de Francisco La Rúa, Federico Betancourt, Eduardo Agramonte y Miguel J. Gutiérrez. De igual modo, se convirtió en un acérrimo crítico de los bandoleros que, en nombre de la revolución, saqueaban y destruían las poblaciones campesinas y que sería un muy tema recurrente en el intercambio epistolar entre el Padre de la Patria y su figura.

El 8 de noviembre de 1873 fue elegido como vicepresidente de la Cámara de Representantes y en julio del año siguiente ocuparía la presidencia de la misma. Como máxima autoridad legislativa de la República en Armas, participó en la Reunión de Loma de Sevilla, el 7 de mayo de 1875, en la cual se hacía frente a la actitud sediciosa de Vicente García en Lagunas de Varona de no reforzar a las tropas de Máximo Gómez durante la invasión a Las Villas. En esta reunión, Machado Gómez logró reducir a cuatro las ocho disposiciones hechas por el general tunero ante su insubordinación. Después de estos sucesos, cesaron sus funciones como presidente de la Cámara de Representantes pero continuó como delegado por la región villareña. En marzo de 1876 regresó a la presidencia de la misma y en enero del año siguiente pasaría a la vicepresidencia legislativa. Como resultado del inicio de las negociaciones entre las partes cubanas e ibéricas, a mediados de 1877, presentó su renuncia a sus actividades como funcionario del estado mambí y se incorporó como soldado al Regimiento de Caballería Agramonte, bajo las órdenes del coronel Enrique Loret de Mola. El 16 de octubre de 1877, durante un encuentro con una guerrilla española en Arroyo Colorado, Machado Gómez fue herido y rematado a machetazos. Su cadáver no pudo ser recuperado y fue llevado a la ciudad de Camagüey.

Al llegar a la ciudad, los militares españoles creen que se trata de un extranjero por el color de su piel y sus atuendos. Para identificarlo, se auxilian de los vecinos de la ciudad y los familiares de su prometida, Adela Machado, quienes residían en la urbe, lograron identificarlo. La reclamación del cadáver para velarlo fue denegada, aunque el coronel español Cassola, jefe militar de la plaza y hermano masón de Eduardo Machado Gómez, le permite a su prometida recién llegada a la ciudad tras la triste noticia que el cuerpo sea enterrado en el panteón familiar. Cuando quedó bajo la tierra los vestigios mortales de este hombre, no se pronunció palabra alguna en el camposanto. A pesar de ello, al resurgir la aurora de cada día se vislumbra sobre su tumba un ramo de flores de todos los agradecidos por sus enseñanzas y de aquella mujer que no pudo ver materializado su amor. En 1943, en la ciudad de Santa Clara se creó un comité que gestionó el traslado de sus restos para el cementerio de esta localidad.

Al morir no quedó precisado si había alcanzado un grado militar y fue el último sobreviviente de la Junta Revolucionaria de Santa Clara. Entre sus cosas al morir, quedaba su autobiografía, que no solo exponía sus vivencias en la guerra, sino también una propuesta para que, una vez culminada la contienda, se erigiera en la ciudad que lo vio nacer un monumento que evocara a la memoria de sus compañeros de lucha: Antonio Lorda, Miguel J. Gutiérrez, Tranquilino Valdés y Arcadio S. García. Además, proponía que toda la región pasase a llamarse Cubanacán. No existió en el mundo ni existe aún en nuestros días una máquina para medir la grandeza de los hombres en la historia como tampoco los requisitos exactos para lograr dicha medición, pero sin lugar a dudas la vida de Eduardo Machado Gómez resulta tan extraordinaria que no debe ser olvidada por los cubanos ni mucho menos por los habitantes del centro de la Isla. Sirva este artículo para poner nuevamente el accionar revolucionario de este hombre en el panorama de los historiadores y en las formas de enseñar la historia en todos sus niveles de aprendizaje; además, de un tributo perpetuo al también conocido como el legislador trashumante.

*Universidad de Cienfuegos

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Dariel Alba Bermúdez

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC)

Un Comentario en “¿Por qué olvidamos a Eduardo Machado Gómez?

  • el 9 noviembre, 2022 a las 10:31 am
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    Pese a la larga exposición me queda la certeza. Si lo olvidaron, bien olvidado está. La destitución de Céspedes fue de los hechos de mayor trascendencia y consecuencias negativas para el mantenimiento de la unidad revolucionaria en la lucha por nuestra independencia.

    Para deponer al presidente los constituyentes dispusieron la presencia en Birajú de mil 500 hombres armados, lo que evidenció que la Cámara no tenía fuerza propia para adoptar acuerdo tan significativo. De sus 15 miembros efectivos, solo estaban presentes 7, y de estos 5 votaron a favor de la destitución, lo que indica que la decisión fue adoptada por una minoría respecto al total. Este señor fue de los que con más ahínco solicitó la deposición de Céspedes.

    Y me afirmo en mi tesis de que bien olvidado está, cuando uno analiza que ese propio órgano, del cual el reseñado aquí fue vicepresidente nombrado el 8/11/1873, le denegó al Padre de la Patria la solicitud de pasaporte que este había formulado el 2/11/1873 con la intención de salir al extranjero, negativa ante la cual no tuvo otro remedio que trasladarse, solo y sin escolta, a la finca San Lorenzo, donde cayó en desigual combate contra fuerzas superiores del enemigo, el 27 de febrero de 1874. No hay que darle muchas vueltas al asunto. la muerte de Céspedes fue, en buena parte, responsabilidad de aquella negativa tres meses antes del fatal desenlace.

    Nuestra enciclopedia colaborativa es bien contundente en el juicio contra aquel acto: “Con la deposición de Céspedes, la Cámara dio un paso en falso de nefastas consecuencias para el ulterior desarrollo de la guerra, abrió las puertas a la división interna de la Revolución y dejó sentado el precedente, de que la autoridad de ese órgano era meramente teórica, lo que desembocaría años más tarde en sediciones y desacatos para la dirección de la Revolución”.

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