Periodismo: mirada por dentro y un tanto hacia afuera

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Por estos días, como parte del proceso orgánico del XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), quienes nos mantenemos en esa profesión y la ejercemos con responsabilidad, hemos hecho, a lo largo y ancho del país, una mirada profunda hacia adentro, desde las secciones de base, sobre todo.

Son tantos los problemas acumulados y las razones que dañan la motivación, que resulta difícil tratarlas en un comentario. Pero intentaré cierto abordaje, que si bien no será generalizador, pondrá algunos “dedos sobre las llagas” urgidas de que sean tenidas muy en cuenta de una vez y por todas.

Quién escribe estas líneas lleva más de 40 años en el intento de hacer un ejercicio periodístico serio y que respete, sobre todo, a los receptores. Como “voy de salida”, según dice alguien que me quiere mucho, porque se acerca a pasos agigantados la jubilación, me permito retrotraerme en la historia y criticar lo que debe ser criticado.

No admito que alguien, quien a veces no ha escrito ni una carta de amor en su vida, reprenda lo que hacemos. Desde “las barreras, los toros se ven muy bien”. El asunto está en “mojarse” y enfrentarse cada día a problemas que no son solo materiales (aunque hay muchos de ese tipo), sino subjetivos.

Cualquiera en Cuba ─y lo digo con conocimiento de causa─ se toma con una facilidad extraordinaria el atrevimiento y el intrusismo profesional de evaluar y criticar lo que hacemos con la sana intención de informar a la población y orientarla o reflejar historias de vidas de personas muy valerosas. Eso siempre lo he considerado una falta de respeto. Me ha encanta la afirmación: “A un médico especializado nadie le indica cómo debe operar y si se equivoca, solo puede demostrarlo una comisión de expertos”. Pero…, no somos médicos.

Imposible es no referirse a las condiciones materiales. Tenemos redacciones verdaderamente primitivas. Y si “gritas” porque se rompió la computadora, la respuesta más segura es: “Arréglatelas como puedas”. ¡Vaya solución! El ejemplo lo tengo a mano: se dañó hace unos meses la PC asignada a la corresponsalía que atiendo. Solo puedo escribir en una vieja y ya destartalada laptop prestada que da más “bateos” que soluciones. Desde hace años se anuncia un crédito de origen chino que no acaba de llegar.

Algo parecido sucede con el transporte, las cámaras fotográficas, los ya imprescindibles teléfonos móviles…

Lo referido a las fuentes de información es “harina de otro costal”. No son pocos los funcionarios que se reservan datos informativos valiosos y de interés social. Los hay, como me sucedió hace unos pocos días, que hasta preguntan, como si tuvieran toda la autoridad del mundo, quién autorizó la realización de determinado material periodístico; sobre todo cuando el asunto, según ellos consideran, empaña en algún modo la supuesta brillantez de la empresa u organismo que dirige.

También sucede que por sus responsabilidades deben sentirse precisados a abordar determinado tema, y sin embargo, dan la callada por respuesta y dejan que pasen los días sin responder un mensaje, un correo electrónico o una llamada telefónica. “Estoy enredado, dame un chance”, afirman, si es que llegan a responder en algún momento.

Siempre he tenido la apreciación de que hacemos un periodismo con cierto temor a que nos regañen o nos citen a una reunión para rendir cuentas. Confieso que no es el caso de esta provincia en los tiempos actuales, pero 40 años son 40 años, o sea 14 mil 600 días, uno detrás de otro.

Existe un dato de interés y que debe ser muy tenido en cuenta. En este territorio, el éxodo de los graduados de la profesión, entre 2007 y diciembre de 2022, asciende al 75 por ciento. Y ese comportamiento está bastante generalizado en el país, salvo muy pocas excepciones. Las causas están dichas y las que no, se conocen porque se encuentran a la vista o han sido informadas reiteradamente.

Está por aprobarse la Ley de Comunicación Social, la que en el inicio de su proyecto plantea: “La Constitución de la República de Cuba pauta una sociedad centrada en la persona y orientada al desarrollo socialista, en la que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento.

“El Estado, sus directivos, funcionarios y empleados tienen la obligación de atender, respetar y dar respuesta al pueblo, mantener estrechos vínculos con este y someterse a su control, conforme al Artículo 10 de la Constitución”.

Será un cuerpo legal valioso, pero requerirá de una aplicación adecuada y de respeto y control. De lo contrario se convertirá de modo fatídico en una legislación sin valía práctica alguna. Y seguiremos entonces “en lo mismo de lo mismo”. Una Ley no resuelve todos los problemas.

Hay un arsenal de frases indicativas sobre el papel que deben desempeñar los periodistas en el proceso revolucionario. Solo mencionaré dos de ellas.

El Comandante en Jefe Fidel Castro, en época tan temprana como el 4 de enero de 1959, expresó en Camagüey: “Bien merecen los periodistas la oportunidad de trabajar; el periodista trabaja para el pueblo, el periodista informa al pueblo. El pueblo solo necesita que le informen los hechos, las conclusiones las saca él, porque para eso es lo suficientemente inteligente nuestro pueblo cubano”.

Y en el discurso pronunciado en la clausura del VI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, efectuada en el Palacio de Convenciones, el 24 de diciembre de 1993, señaló: “Veo la prensa como una fuerza, un instrumento formidable de la Revolución. La veo como Radio Rebelde, en la Sierra Maestra, porque estamos viviendo tiempos que no son más fáciles que los de la Sierra Maestra; estamos viviendo tiempos más complejos que los que vivimos en aquella época”.

¿Qué más habría que decir?

El Héroe Nacional cubano, José Martí, dejó ─a mi modo de ver─ una sentencia muy valiosa y definitoria: “La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo”.

Y qué sabio fue el Maestro.

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

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