Montañas entre lo bello y lo sacro

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 47 segundos

Cualquier montaña llama la atención. Su altitud asombra, sobrecoge y, en ocasiones, se nos muestra como si fuese una metáfora de piedra incitadora, planteándonos un desafío al esfuerzo, a la lucha, y la consecución de propósitos difíciles o aparentemente imposibles.

Supongo que siempre fue así. Desde los albores de la humanidad, nuestros antepasados vislumbraban en ellas lo magnánimo y trascendente. Con su imaginación reservaron para los puntos geográficos más altos la residencia de sus deidades. Muchos seres humanos de hoy las perciben como reto que incita a escalarlas. Y sin olvidar su sentido metafórico, muchos las semejamos a nuestros más caros sueños.

Siglos atrás las montañas fueron consideradas “moradas de dioses”. En la Antigua Grecia consideraban que sus doce grandes deidades residían en el monte Olimpo, en cuya cima estaban los palacios que Hefestos, dios de los metales, habría construido para ellos. Alto y lejano, con la intención de que el pie humano jamás pudiese profanarlos con su presencia.

La de los griegos no fue la única mitología que cifrara en las grandes alturas geográficas el culmen de lo sobrenatural. El sentido sagrado de las montañas ha devenido joya espiritual y material del género humano a través de siglos. Su número abarca desde glaciares desérticos hasta enclaves en barrios habitados. Al pie de muchas de ellas se erige la arquitectura mítica que secunda a la magnificencia natural.

Esta vez quiero compartir con ustedes algunos de esos lugares que – incluso a quienes vivimos al margen de sus historias – nos provocan asombro y curiosidad.

Relativamente cerca de nosotros, en la América del Sur, está la ciudad sagrada de Machu Pichu emplazada entre dos picos a 2 mil 45 metros de altura. Los incas adoraban al sol; por ello resulta fácil imaginar que hayan construido su ciudadela para procurar estar más cerca de Inti, como llamaban al astro rey. Lo únicamente cierto es que nunca se ha conocido la explicación exacta de la existencia de esa ciudadela.

Regresando a Europa, en la península de Calcídica en el mar Egeo, se halla el monte Athos erguido a 2 mil metros sobre el nivel del mar. Conocido allá como “Montaña Santa”, desde el siglo once es un centro espiritual ortodoxo con veinte monasterios que incluyen casas, celdas y ermitas. Cuenta, por añadidura, con una escuela de pintura que conserva tesoros del arte bizantino.

En Shandong, China yace la montaña Taishan, a mil quinientos veinticuatro metros, y desde hace tres mil años es lugar de culto. La elevación atesora la huella humana a través de obras de arte que armonizan con el entorno natural.

Los aborígenes de Australia también cuentan con una elevación sagrada. Me refiero al monolito de Uluru, de roca arenosa. Se afirma que hace setenta millones de años el monolito era una isla en medio de un lago enorme. Sitio encantador cuando anochece, cuya superficie cambia del color rojo al morado.

Hay otras montañas que mencionar. Todas despliegan un encanto y, de cualquier manera, se han hecho parte de la historia, la literatura y el arte. Son frescos al natural y melodías sugestivas. Al fin y al cabo, museos naturales que conservan su origen entre lo bello y lo sagrado.

Visitas: 66

2 Comentarios en “Montañas entre lo bello y lo sacro

  • el 19 diciembre, 2024 a las 5:25 pm
    Permalink

    ¡Magníficas! Cada diciembre se celebra el Día Internacional de las Montañas, justamente para destacar no solo su importancia para la biodiversidad y el desarrollo de muchas sociedades en el planeta. También se les rende culto por esa singular emoción, pasión por la aventura que genera subir o escalar cualquiera de ellas.

    Respuesta
    • el 20 diciembre, 2024 a las 8:09 am
      Permalink

      Como siempre felicitaciones para Cadalso por los interesantes temas que inserta en esta publicación, que los necesita. Y una sugerencia: Se nota la ausencia de los montes o montañas bíblicas y otro tema interesante, que me has sugerido: la sacralidad de la montaña en la poesía de José Martí. Feliz fin de año, para todos y para Cadalso en especial. Otra vez, MUCHAS GRACIAS.

      Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *