Malvinas, la recuperación fallida

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 43 segundos

Como suele ocurrir con ciertas guerras, libradas con el pensamiento puesto menos en el hecho bélico en sí que en el ánimo de apaciguar estados de opinión y cambiar el rumbo de la vista de los ciudadanos de los problemas internos hacia otros donde se activan los salvadores –aunque, muchas veces en estos casos manipulados, sentimientos nacionales–, la de las Malvinas convenía, a partes iguales, a la dictadura militar argentina y al gobierno conservador británico.

A inicios de la década de los ochentas del pasado siglo, crecía el rechazo de la población de Argentina a la dictadura militar implantada allí por los Estados Unidos con el apoyo de la estructura castrense y la oligarquía locales, generadora de un saldo luctuoso de miles de muertos y desaparecidos, crímenes de lesa humanidad, secuestros, torturas, encierros…, la cual tampoco andaba nada boyante en lo económico.

En tanto, los ingleses, por igual, afrontaban uno de los momentos más económicamente desfavorables transitados desde el final de la II Guerra Mundial. La primera ministra, Margaret Thatcher, zorruna estratega política, visibilizó en el poco cavilado intento de rescate insular bajo la orden del dictador Leopoldo Galtieri la posibilidad de desviar el foco de atención del socavón social interno hacia una conflagración, a miles de kilómetros, en una islas que la mayoría de sus connacionales ni siquiera sabía dónde estaban ubicadas pero cuyo arbitrio desde este momento comenzaban a ver como un asunto de primer orden moral.

Durante la confrontación iniciada por un gobierno innoble como el argentino del momento, el propio mentor de este, la administración de los Estados Unidos, ni siquiera lo apoyó, en tanto Ronald Reagan -no era posible esperar actitud diferente con un aliado del peso del Reino Unido-, se puso del lado de sus colegas imperialistas de Europa, por mucho que los militares latinoamericanos le hubiesen realizado el trabajo sucio de campo en el Cono Sur.

En realidad, los ingleses habían escamoteado la soberanía de las Islas a sus legítimos dueños, los argentinos, desde 1833. Pero en 1982, en medio del contexto sociopolítico arriba consignado, la cúpula de la dictadura militar decidió “recuperar” el terreno usurpado.

De cierto era una guerra que, desde el punto de vista ético, le debió corresponder a otro gobierno; no a esta panda de asesinos capaz de trasladar al teatro de operaciones los mismos métodos de exterminio aplicados contra su pueblo desde la década de los setentas: tortura y encierro de los soldados como “recursos disciplinarios”, vejaciones de todo género, hambre, entrega de un armamento tan vetusto como inefectivo para enfrentarse a una potencia militar mundial. Cerca de quinientos de ellos se suicidaron y otros 649 murieron a lo largo de la refriega transcurrida entre abril y junio, mes cuando tuvo lugar la rendición incondicional de Buenos Aires. Los jefes enviados al terreno por la dictadura militar, quienes disponían de todas las comodidades y provisiones, pusieron como carne de cañón a combatientes además mal entrenados;  mientras ellos claudicaban indecorosamente, en cuanto constituyeron actos vergonzosos que empañan la historia heroica de resistencia anticolonial y antiimperialista de América Latina.

Albión, fiel a su historia de expansión y muerte, manifestó toda su soberbia en el frente de guerra. La Dama de Hierro no se contuvo ni de enviar artefactos nucleares al conflicto en un sitio que, además de beneficio económico, le aseguraba el dominio estratégico del Atlántico Sur. Nuevos documentos desclasificados y publicados en los Archivos Nacionales de la nación europea a inicios de 2022 revelan que el Reino Unido envió allí 31 armas nucleares. Ya el gobierno británico había admitido el hecho diecinueve años atrás, pero sin brindar mayores detalles en aquella ocasión.

Casi dos siglos después de la usurpación inglesa de 1833,  la nación austral  continúa defendiendo sus imprescriptibles derechos de soberanía sobre las Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes.

Aunque el anterior gobierno neoliberal y entreguista de Mauricio Macri hizo cuanto pudo por soslayar el asunto en un proceso conocido como “desmalvinización”, al tiempo que le tendía perfumadas alfombras de amistad a Londres, otra ha sido la postura política del gobierno de Alberto Fernández, quien se pronuncia en términos tan claros como “robo del imperialismo inglés”. Sobre el lugar ocupado por las Malvinas en la agenda política de su gestión, el dignatario estima que “debe ser un reclamo permanente en la vida cotidiana de los argentinos porque una parte del territorio patrio quedó a un costado, usurpado por alguien que no tiene derecho sobre ese territorio”.

Fernández ha reiterado la necesidad del diálogo en pos de alcanzar una solución pacífica, amparado en la resolución de la ONU de 1965 en la cual se solicitó a Argentina e Inglaterra entablar una mesa de negociación en pro de “una solución a un problema que es mundialmente reconocido que es la usurpación indebida de las islas Malvinas por parte del Reino Unido”.

Visitas: 0

Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *