Los recuerdos imborrables de Banao

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Cienfuegos y Sancti Spíritus se unieron otra vez en aventura memorable hasta uno de los lugares naturales emblemáticos de esa provincia, conocido oficialmente como la reserva ecológica Alturas de Banao, ubicada al norte del pueblo homónimo.

El periplo, llevado a cabo por un grupo de seis excursionistas, tenía como meta llegar de día a la Estación Biológica Hoyo del Naranjal, donde se reunirían con la familia encargada del cuidado y atención de los visitantes en el área. Los cienfuegueros, muy rezagados por culpa del ómnibus que cubre la ruta entre las dos provincias por el Circuito Sur, arribaron al lugar envueltos en la penumbra, luego de sortear no pocos obstáculos con el clima; torrenciales aguaceros, fango por doquier, arroyos crecidos y una espesa neblina que favorecía la desorientación.

El esfuerzo había valido la pena, ya que estaban en un enclave apartado de la civilización, en contacto pleno con la naturaleza; vastísimo, de unas 12 mil hectáreas de extensión, que alberga más de 900 especies de plantas con cerca de 150 endemismos, muchos de ellos típicos del territorio banaense. Todo ello en el seno de una topografía accidentada, de montaña, con alturas que oscilan entre los 100 y 800 metros de altura sobre el nivel del mar.

Cada detalle lo pudieron comprobar los viajeros al día siguiente con los primeros rayos del sol y el exquisito café que con tanta deferencia preparó Adriana, la madre de la familia, en su singular cocina.

La jornada se pintaba sola para explorar grutas y disfrutar de los saltos de agua, que surgen por la zona alta y media de las cuencas de los ríos Banao (norte a sur) e Higuanojo (sur a norte, y de este a oeste).

Así, como un gigantesco vestido de novia, adornado con ribetes de vegetación, se les apareció la cascada de Felipe (nombre que honra a un lugareño, presuntamente fallecido en la localidad). Casi desconocida por todos, esta catarata rivaliza en belleza con las más populares del Altiplano de Topes de Collantes, también localizadas en la geografía espirituana, como Vegas Grandes o el Salto del Caburní. Escondida del mundo, “Felipe” es la joya acuática de Banao por unanimidad.

El otro espectáculo visual que no pasó desapercibido para los muchachos fue Cortinas Blancas, exuberante debido al aguacero de la tarde anterior. La cascada, en pleno frenesí, levanta –además del torrente que se precipita en la poza– una cortina turbulenta de viento que despeina las copas de los arboles al fondo.

Por si fueran pocos los encantos y la diversidad de formas que les regaló el río Higuanojo en su curso por la reserva, descuella a su vez la Poceta del Oro, que se forma antes de pasar por una especie de sifón o túnel de proporciones considerables, provocando incluso temor el gutural estruendo del agua al chocar contra la roca en su porción inferior.

Muy cerca de la poceta, pero enmarañado por la vegetación, estaba el sendero que llevaba hasta otro sitio notorio, marcado por la polémica desde finales del siglo XIX. Hasta allí un célebre antropólogo cubano, el Dr. Luis Montané y Dardé, se encomendó realizar una expedición en la Cueva del Purial, para analizar un grupo de restos óseos, que la prensa de la época  –a partir de los incipientes conocimientos sobre la vida material del hombre de la Cuba prehispánica–, se encargó de difundir como una nueva especie del género Homo: el “Homo cubensis”, celebrado como el “Hombre de Sancti Spíritus” o “El Hombre del Purial”.

La ciencia actual ha comprobado que los hallazgos de Montané y sus respetables acompañantes, eran piezas de varios individuos, producto de un entierro secundario, y se presume que pudo estar relacionado con un culto mágico-animista a los muertos. El propio científico se vio obligado algún tiempo después a reconocer el error de sus apreciaciones frente al gremio de colegas en la capital francesa.

No obstante, hoy queda allí registrado el acontecimiento en una tarja colocada a raíz del centenario de ese descubrimiento, que tanto revuelo causó en la comunidad de expertos. Además, en la roca de la gruta pudieron ver grabado el apellido del eminente antropólogo y algunas fechas que remiten a aquel momento.

Conscientes de la significación del lugar, los excursionistas se atrevieron a hurgar un poco en la tierra con la esperanza de hallar otros vestigios que también Montané y muchos de sus sucesores, habían encontrado en la rica zona arqueológica de Banao, de especial mención fósiles de vertebrados o antiguas herramientas de piedra; artefactos humanos que fueron clave para entender la interacción de aquellas comunidades humanas con su medioambiente.

Además del conocimiento y el disfrute, sin duda alguna, cada uno se llevó del Hoyo del Naranjal y la Reserva en general, el recuerdo imborrable de la hospitalidad, sencillez y la humildad de los moradores, sin dejar de mencionar la destacada labor que realizan para que sus condiciones hoy día estén impecables, y sean una referencia nacional e internacional para que el ecoturismo triunfe en nuestro país.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

2 Comentarios en “Los recuerdos imborrables de Banao

  • el 27 marzo, 2025 a las 10:04 pm
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    Indiscutiblemente una de las mejores experiencias que me llevo de ese maravilloso lugar y su gente. Sin dejar de mencionar los buenos e inolvidables momentos junto a este magnífico periodista y el resto de los amigos que hacen que cada uno de los viajes sean únicos en nuestras vidas…

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    • el 2 abril, 2025 a las 12:55 pm
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      Seguro que sí. Habrá que repetir la experiencia. ☺️🙏

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