Lola Beltrán, “La Grande”

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Lejano está el día cuando una muchacha llamada María Lucila Beltrán Ruiz aceptó un contrato de secretaría en la emisora XEW de la capital mexicana. Se afirmaba que cada vez que aquella taqui-meca ponía sus manos en la máquina de escribir, el teclado volaba por la rapidez con que escribía.

María Lucila era de extracción humilde. Había nacido el 7 de marzo de 1932 en el pueblito sinaloense de Rosario. Cursó estudios de Comercio en Mazatlán, donde mostró sus dotes de excepcional mecanógrafa, y de allá se mudó a Ciudad de México en busca de mejores oportunidades.

Como sinaloense genuina, amaba la música tradicional de su país, y era habitual oírla cantar en voz baja aquellas piezas que escuchaba desde que era una niña. Cuentan que un día pasó por su lado el ya consagrado intérprete Miguel Aceves Mejía, quien le puso atención al oírla cantar. Entonces el “Rey del Falsete” comenzó a darle apoyo para que diera sus primeros pasos profesionales en la música.

Por su humildad y carácter, se ganó el afecto de muchas otras figuras musicales que frecuentaban la XEW. Todos la apoyaron. Una de aquellas personalidades fue la intérprete jalisciense Matilde Sánchez, mejor conocida como “La Torcacita”.

Contaba 20 años de edad cuando salió triunfante en el concurso de intérpretes convocado por la radioemisora donde trabajaba. Aquello le posibilitó grabar su primer álbum, titulado “Ranchera y Sentimental”, que la hizo popular en todo México. Había llegado el momento de abandonar el repiqueteo de su teclado oficinesco para dedicarse por entero a la canción.

Uno de sus amigos y mecenas, el compositor Ignacio Fernández Esperón – “Tata Nacho” -, le sugirió ponerse un nombre artístico; él mismo le propuso a aquella simpática veinteañera, darse a conocer como Lola Beltrán. Así lo hizo, cumpliendo la petición de don Tata.

Lo escrito hasta aquí fue el despegue de quien es y será por siempre un ícono de la música tradicional mexicana. Lola Beltrán es la voz femenina por excelencia de la canción ranchera; tan sobresaliente, que fue la primera mujer intérprete del género que se presentó en el Palacio de Bellas Artes.

Llevó la música ranchera al rango de clásica dentro de lo popular. Su voz era potente al mismo tiempo que dotada de dulzura; poseía una capacidad nada común para imprimirle sentido a cada pieza que cantaba.

No por gusto los mejores compositores la buscaban para que ella incluyera sus obras, entre ellos José Alfredo Jiménez y Tomás Méndez Sosa.

Piezas de José Alfredo como Un mundo raro, Llegando a ti y Si nos dejan son únicas en su estilo de interpretación. Igual sucedió con las creaciones de Tomás Méndez Sosa, entre ellas Cucurrucucú paloma, Huapango torero y Gorrioncillo pecho amarillo. Mucho grabó de estos compositores, al extremo de que su discografía incluye álbumes exclusivos con obras respectivas de cada uno.

De mis piezas favoritas también les sugiero El aguacero de Tomás Méndez, y Lágrimas del alma, con la firma autoral de Boni Villaseñor.

A su fama como intérprete añadió la de actriz de cine. Debutó en 1953 en “Espaldas mojadas”. De ahí en lo adelante emprendió un quehacer cinematográfico que sumó casi medio centenar de películas.

Entre sus virtudes, figuró la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Sin abandonar la raíz de lo tradicional en la música mexicana, incorporó a su repertorio piezas de compositores más recientes, entre ellos Juan Gabriel, con quien mantuvo estrecha amistad. Inspiración de “El Divo de Juárez” fueron éxitos de “La Grande” títulos como Se me olvidó otra vez con quien llegó a cantarla a dúo, Costumbres y La diferencia.

Campeó por su respeto en géneros tan variados de la tradición mexicana como la canción ranchera, la canción huapango y el bolero ranchero. También incursionó dentro de lo que conocemos como balada ranchera, un género híbrido debido, entre otros, a Juan Gabriel.

Dejó de existir a los 64 años el 24 de marzo de 1996. Con su deceso México perdió una intérprete que marcó pautas y encarnó el prototipo de la mujer mexicana. Sus interpretaciones se siguen escuchando con el agrado de siempre.

Admirada en toda América Latina, Lola Beltrán es una de las cimeras voces femeninas de la canción ranchera. El sobrenombre de “La Grande”, revela ese fino quilate.

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