Lazos de amor, más que una leyenda
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Hay quien la llama mala madre, otros la denominan planta listón o lazos de amor, asociado a una hermosa leyenda. En definitiva, se trata de la cinta, una especie que la mayoría de la gente tienen en sus casas por sus características ornamentales, sin saber a ciencia cierta el real beneficio que le aporta al medio ambiente.
Como otras muchas plantas que existen sobre el planeta Tierra sin que las personas sepan todas sus virtudes, la Chlorophytum comosum, por su nombre científico, es un ejemplar que puede ayudarte a resolver indirectamente problemas respiratorios.
Purificador natural
“Según estudios de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, más conocida como NASA por sus siglas en inglés, la cinta puede eliminar toxinas comunes como el formaldehído, el benceno y el monóxido de carbono, contribuyendo a un ambiente más saludable, lo que ayudará si padeces problemas respiratorios”, refiere un artículo publicado por el sitio minutoneuquen.com.
Luego, estas propiedades purificadoras del aire unido a su belleza, la hace imprescindible en casa. En realidad, es una planta que se distingue por sus largas y estrechas hojas de color verde claro, que a menudo presentan un borde blanco cremoso. En la misma sintonía, dicho ejemplar se adapta bien a una variedad de condiciones de luz, desde la indirecta brillante hasta sombra parcial.
La mala madre es una planta perenne que pertenece a la familia de las liliáceas. Su origen se encuentra en las selvas tropicales de África del sur y actualmente existen más de 200 especies diferentes en todo el mundo. Sus hojas, que nacen de una roseta basal; en tanto, las flores blancas son pequeñas y de ellas se forman nuevas rosetas que son como plantas en miniatura perfectamente formadas y que, al trasplantarlas adecuadamente, se transforman en ejemplares adultos.
Las Chlorophytum comosum son bastante permisivas en la mayoría de sus cuidados, pero no soportan las heladas ni los climas fríos, razón por lo que es habitual su cultivo como plantas de interior. Por debajo de los 7ºC se verá afectada muy negativamente, pudiendo llegar a morir.
En lo que al calor respecta, se desarrolla perfectamente hasta temperaturas de 27ºC, por lo que puede necesitar de cuidados adicionales a partir de ahí, como riegos más frecuentes o la pulverización de sus hojas.
Por otro lado, es aconsejable exponerla a una temperatura constante y un ambiente no demasiado seco. No es recomendable colocarla en cuartos con aparatos de climatización, como aires acondicionados o calefactores, ya que los cambios bruscos de ambiente le afectan y estos equipos tienden a, además, drenar la humedad de la estancia.
En cuanto al riego, lo más importante es mantener un nivel de humedad constante y adecuado para la planta. Por supuesto, esto no debe confundirse con ahogarla ni tenerla encharcada, algo que siempre es perjudicial para la mayoría de las especies vegetales.
Normalmente, dos riegos abundantes a la semana en los meses cálidos serán suficientes, pero siempre sin encharcar, ya que tiene raíces tuberosas que poseen la capacidad de almacenar muy bien el agua. En los meses fríos, un riego a la semana o cada diez días será suficiente.
Sobre el sustrato a emplear, debes tener en cuenta que la cinta no es en absoluto exigente. Será suficiente con ofrecerle un material con un buen drenaje para evitar encharcamientos a la hora de regar, aunque si preparamos una mezcla con fibra de coco, turba y vermiculita se encontrará en las mejores condiciones.
En cuanto al abono, no es totalmente necesario cada año, pero si queremos que nuestra planta esté lo más sana posible, añadir humus de lombriz al terreno donde está plantada y hacerlo de nuevo cada 15 días en los meses cálidos la ayudará mucho.
La reproducción más sencilla y rápida de la mala madre es mediante sus hijuelos. Para saber cómo se reproduce asexualmente, simplemente plantaremos con cuidado los brotes de los tallos blancos en que se producen. Estos, de hecho, deben cortarse si no pensamos reproducir la planta, pues le suponen un gran gasto de energía. Entierra el hijuelo, sin cortarlo, en un pequeño tiesto junto a la planta madre.
Tierna historia de amor
Cuenta la leyenda, que muchos, muchos años atrás, en la época de castillos y caballeros, cuando la primavera comenzaba a asomarse, la princesa Oralis hija del rey Ian de Carvun y de la reina Klarion, caminaba por los jardines del palacio cuando se encontró con Philip, el hijo menor del jardinero.
Inmediatamente simpatizaron y comenzaron una linda amistad. Los paseos de la princesa al jardín y al bosque y sus encuentros con el joven se hicieron cada vez más frecuentes, hasta que se dieron cuenta de que se habían enamorado perdidamente.
El hijo jardinero tomó coraje y a pesar de los consejos de sus padres que le decían que debía alejarse de la princesa, fue a hablar con el rey Ian para pedirle la mano de la hija. El monarca enfureció y ordenó a sus guardias que encarcelaran al muchacho en la torre del castillo hasta que su heredera se olvidara de él y se casara con un príncipe digno de su estirpe.
Llena de tristeza, Oralis, lejos de olvidarse de Philip, siguió visitando los jardines del palacio y el bosque a diario.
Una mañana, en una vasija que pudo sacar de la cocina, colocó tierra del bosque donde habían pasado junto a su enamorado los más dulces y hermosos momentos que ella pudiera recordar. Plantó un gajo de una planta silvestre que a los dos les gustaba y cerrando los ojos, pidió un deseo a los dioses: que la unieran nuevamente a su amado.
Esa noche cuando todos dormían, subió a la torre y con lágrimas en los ojos, le pidió al guardia que le diera esa planta a Philip, cuando él despertara en la mañana. El guardián, conmovido por el sincero y profundo amor que reflejaba el rostro de la muchacha, accedió a entregar el encargo.
Cuando Philip recibió el regalo, supo que era de Oralis y ayudado por el guardia, cuidó de la hermosa mata y la puso en el borde de un ventanuco, para que recibiera sol.
Dicen que aquella planta, alimentada por el espíritu de amor de los jóvenes, extendió sus hojas y largó fuertes guías hasta casi tocar la tierra, como intentando unir esos corazones. Una madrugada, ayudado por el guardia, Philip escapó de su encierro, colgándose de las guías de la planta, que parecía haberse vuelto más fuerte para ayudar a unir a los enamorados.
Esperó a Oralis cerca del lago donde solían encontrarse y juntos huyeron a un lugar lejano y fueron inmensamente felices.
El guardia, por su lado, conservó la planta de Philip y Oralis a la que llamó lazos de amor, y cuenta la leyenda que desde entonces, cuando haya un corazón herido por amor, este se sanará de solo plantar y cuidar un gajo de cinta, nombre real de esa especie.
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