La historia del tío Talleda contada por sus edificios
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En uno de sus inolvidables textos José Martí nos refiere que “en cada ciudad hay casas moras, y griegas, y góticas, y bizantinas, y japonesas, como si empezara el tiempo feliz en que los hombres se tratan como amigos, y se van juntando”. Esa mezcla de culturas, estilos y tecnologías constructivas, bellamente comunicada por el Apóstol a los niños de La Edad de Oro, estuvo también presente en la arquitectura de la Perla del Sur y fue emergiendo como expresión del esplendor erigido, no lo olvidemos, sobre la base de la de la explotación de seres humanos esclavizados. El resultado fue el cosmopolitismo creciente de un enclave soñado, pensado y ejecutado con arreglo a los códigos de la modernidad madura.
Uno de los artífices que contribuyeron de modo significativo a la transformación de la imagen citadina de Cienfuegos, que ya venía produciéndose desde el último tercio de la centuria anterior, fue el prestigioso arquitecto e ingeniero civil Miguel Aurelio Talleda y Lugones, cuya impronta se sitúa a partir de las primeras décadas republicanas. Cuando encontré su nombre en las fuentes históricas que consultaba como parte de mis investigaciones, vino rápidamente a mi memoria el nombre de mi abuelo materno, Vero Miguel Orrego Talleda, y comprendí que era el tío del que con tanta admiración hablaba durante mi niñez. El “reencuentro” con el tío bisabuelo que jamás conocí me animó a intentar reconstruir, al menos en parte, su relación con la vida económica y cultural de la ciudad, a través de su obra profesional y sobre todo de las edificaciones que concibió y ayudó a construir.
Había nacido en Sagua el 27 de mayo de 1879, aunque llegó a Cienfuegos en 1890, procedente de Trinidad cuando aún tenía 11 años. Sus padres dirigían una escuela privada donde cursó parte de su formación primaria. Casi un niño, se incorporó a la gesta del ´95, primero en el Cuerpo Auxiliar Civil y más tarde en el militar, donde terminó propuesto para el grado de oficial.
El afán de hacer y conocer debe haber distinguido al joven Miguel Aurelio, a juzgar por las labores aprendidas y estudios realizados. Asimiló el oficio de plantillero en los talleres ferroviarios e inició el de mecánico que, debido a un accidente sufrido, no pudo concluir. El joven estudió también teneduría de libros y taquigrafía, de cuyas materias impartió clases en una institución de la ciudad. Por si ello fuera poco, se residió de bachiller y fungió como maestro de instrucción primaria. Cursó además asignaturas de la carrera de Derecho y otras de carreras de Ciencias, que no concluyó.
Sin embargo, las profesiones a las que se dedicó por más tiempo y en las que adquirió verdadera notoriedad fueron la de ingeniero civil, agrimensor y arquitecto, que realizó, como la mayoría de sus estudios, por enseñanza libre. El diploma de la última de estas carreras lo obtuvo en 1931, cuando ya era reconocido en el gremio. Su nombre se inscribe junto a importantes figuras de la época como Pablo Donato Carbonell, Federico L. Navarro Taillacq, Luis Dauval Guerra, José J. Carbonell Cabrera y José Casanova Machado, entre otros, responsables de buena parte de las maravillas arquitectónicas que hoy enaltecen nuestra ciudad.
Con apenas 27 años, Talleda es nombrado secretario de la Junta de Educación de Abreus, localidad donde ejerció el magisterio en la enseñanza primaria por lo menos hasta 1908. Para 1910, ya radicado en la ciudad cabecera, resultó electo también para el cargo de secretario, pero ahora del recién erigido Colegio de Ingenieros, Arquitectos, y Agrimensores de Cienfuegos. Durante el propio año, el ayuntamiento aprobó el diseño de un nuevo escudo para la ciudad que el joven ingeniero había creado. El nuevo símbolo heráldico buscaba barrer con el pasado colonial y, entre otros elementos, sustituyó la corona mural de cinco castillos que remataba el escudo por un gorro frigio, como expresión del nuevo contexto republicano.
La decisión municipal generó fuertes polémicas, promovidas por los círculos intelectuales de la ciudad, que tuvieron un fuerte eco en la prensa local. El debate en torno a cuál de los dos escudos de armas debía prevalecer se extendió por al menos quince años. El Ayuntamiento, lejos de cambiar su decisión, la ratificó en 1932. Sin embargo, aunque el blasón del ingeniero Talleda se mantuvo como el oficial, la fuerza de la tradición y el criterio popular impusieron de hecho el escudo diseñado en 1831 por Don Agustín de Santa Cruz, más cercano, a nuestro juicio, a la historia e identidad de los perlasureños. Hoy día el escudo oficial solo puede apreciarse desde el hermoso vitral situado en la escalinata del antiguo Palacio Municipal, hoy sede del Gobierno Provincial, precisamente la obra más importante de Miguel Aurelio Talleda y Lugones.
El proyecto había comenzado a erigirse en 1928, bajo la atenta mirada de Talleda, a la sazón Ingeniero Municipal, y contó con la dirección técnica del arquitecto Eduardo Dorticós, junto al trabajo de Gumersindo Cortizo como maestro de obras. El 20 de mayo de 1950, luego de múltiples etapas y mandatos, se inauguraba el Palacio Municipal. El inmueble, de variante neoclásica dentro del gran estilo ecléctico, consta de dos plantas, pero en su fachada principal tiene un tercer nivel a todo lo ancho del pórtico. A partir de ahí arranca la cúpula de estilo toscano y espíritu moderno, que se convirtió en la mayor de las 23 existentes en la ciudad y en un hito por excelencia dentro de la trama urbana.
Durante su empleo como ingeniero del Ayuntamiento, y en la misma época en que concibió el proyecto del palacio de gobierno, creó también el del Mercado Municipal (1928). Aunque erigido también dentro de los marcos del estilo ecléctico, por su simetría y proporciones equilibradas, su diseño funcional y ornamentación sobria, el edificio de la Plaza del Mercado, como se le conoce entre los lugareños, revela las pautas distintivas del neoclásico en la ciudad. El edificio, sito en la calle Santa Cruz, ha fungido en distintas épocas como gran espacio citadino para las actividades mercantiles. En 2020 el inmueble fue sometido a una restauración capital, que le devolvió su antiguo esplendor y lo volvió a situar entre los espacios más concurridos para la compra de alimentos en la ciudad.
El prestigio alcanzado por Talleda con su obra profesional le granjeó altas cuotas de reconocimiento social, que le permitieron asumir otras responsabilidades directas o indirectamente asociadas a su trabajo. Así, en noviembre de 1928 fue elegido Venerable Maestro de la Logia Masónica Fernandina de Jagua, cuya gestión promovió, entre otras obras, la construcción de un panteón masónico en el cementerio Tomás Acea. En 1940 fue elegido vocal del Colegio Provincial de las Villas y tesorero de la Delegación de Cienfuegos que integraba la membresía del Colegio Nacional de Arquitectos. Fue, además, desde la década de 1930, colaborador de la Revista de la Sociedad Cubana de Ingenieros y de varios periódicos habaneros y cienfuegueros, donde publicaba artículos asociados a su profesión.
Con el auge del Art Decó en la ciudad, desde mediados de los ´30 y hasta los 50′ del siglo XX, el arquitecto e ingeniero Talleda será una de las figuras más relevantes del despliegue del nuevo estilo. Como expresión renovadora y alternativa distante del academicismo, el Decó ofrecerá además la posibilidad de estar “a la moda” y se insertará de modo coherente y sin traumatismos en el espacio citadino, hasta entonces dominado por las soluciones neoclásicas y eclécticas, al punto de convertirse en uno de sus componentes estilísticos más importantes.
El edificio de dos niveles, situado en la esquina de Gacel y San Fernando (1946), será una de las contribuciones de Miguel Talleda al desarrollo del Decó en Cienfuegos. Como afirma el arquitecto cienfueguero Aníbal Barrera Barcia, el nuevo estilo advino en una etapa en que la coyuntura económica predominante demandaba soluciones constructivas más simples sin las complejidades decorativas del eclecticismo. Para 1948, Talleda, ya anciano, mantiene plena actividad: es vicepresidente del Comité Ejecutivo Provincial de Arquitectos de las Villas y presidente de la Delegación de Cienfuegos.
Con el Art Decó en pleno desarrollo, se desplegará asimismo en la década de 1950 −y aún antes− una nueva tendencia de vanguardia conocida como Movimiento Moderno (MoMo). Talleda, aún activo y con más de siete décadas de vida, no se quedará atrás y volverá a inscribirse entre los exponentes destacados del MoMo en la ciudad, cuya temática arquitectónica más significativa será la vivienda, destinada lógicamente a los sectores de mayor solvencia económica. Aunque su despliegue también se aprecia en el centro histórico de la ciudad, donde el estilo alcanzará mayor relieve será en las urbanizaciones de reciente construcción por entonces, como Punta Gorda, Playa Alegre o el Reparto Eléctrico. Una de las hijas del arquitecto, Rosa Talleda Pérez, seguirá sus pasos y devendrá asimismo en una de las cultoras más destacadas del Movimiento Moderno en la Isla.
En 1957, Miguel Aurelio Talleda y Lugones, ya con 78 años, residía en el número 265 de la calle Argüelles y continuaba ejerciendo como arquitecto. Sus mejores años los dedicó a esta ciudad, haciendo lo que mejor sabía: soñar edificios que luego se desvelaba por convertir en realidad. Como todo buen arquitecto al decir de Frank Gehry− sus realizaciones hablaban de su tiempo y su espacio, pero anhelaban la eternidad. Eso el tío Talleda lo logró con creces y no tiene caso entonces hablar de muerte o despedida.
Su obra lo mantendrá vivo a él, como a todo el gremio de arquitectos, ingenieros, artesanos y constructores que a lo largo del tiempo nos legaron esta maravillosa ciudad. Ahora nos toca a nosotros cuidarla y defenderla, para que continúe siendo eterna.
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