Danay Guerra Gómez: el Tribunal, la vida y el empeño de seguir adelante
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Dicen que a la tercera va la vencida. Y esa máxima parece aplicarse a la Máster en Derecho Judicial Danay Guerra Gómez, presidenta de la sala de lo Civil, administrativo, mercantil, del trabajo y la seguridad social en el Tribunal Provincial Popular de Cienfuegos.
Esta muchacha menuda nunca cejó en el propósito de alcanzar el grado científico que hoy ostenta; para lograrlo primero tuvo que declinar dos propuestas anteriores que coincidieron con el período de primera infancia de sus dos hijos, hoy con ocho y cuatro años de edad respectivamente.
“Más que un logro, es un sueño que creí no podría realizar; tuve que vencer no pocos obstáculos, pero finalmente fue posible. La vida siempre tiene reservado un regalo especial, sobre todo cuando de empeño se trata y uno le pone deseo; así llegó la Maestría en Derecho Judicial; es decir una maestría específica para jueces que nos dotó de conocimientos superiores.
“Retos hubo muchos, porque debíamos llevar los estudios a la par del trabajo, incluso en 2024, ya avanzada la acción de superación, asumí la responsabilidad de jefa de la sala y se complejizó mucho más la dinámica cotidiana: exigía madrugadas de insomnio para lograr cumplir con las encomiendas docentes y la continuidad de la labor; pero hoy estoy muy orgullosa de lo logrado”.
Asumes una Sala, cuyos asuntos a atender se multiplicaron luego de la aprobación del Código de las Familias y la adopción de la reforma judicial y procesal que ha vivido el país en los últimos años. ¿Cómo lo llevas?
“Cuando asumo la presidencia de la Sala, todavía nos estábamos aclimatando a las nuevas modificaciones que impuso todas estas cuestiones legislativas que se fueron dictando, sobre todo la nueva Constitución de la República y de ella derivadas las otras leyes que vinieron a complementar los derechos consagrados en la Carta magna, fundamentalmente el Código de las Familias que, en el caso de la mujer, puso la varilla bien alta-por así decirlo- en lo que respecta a justicia y en el cuidado a la hora de la tramitación y solución de esos asuntos, velando por es equidad que impusieron las leyes y que estamos obligados a cumplir.
“Ha sido una ley que nos ha llevado a mucho estudio porque hay instituciones que prevé, figuras y artículos muy específicos que prevé a la hora de tramitar un asunto o de resolver con inclinación hacia una determinada situación que se pueda dar en un caso concreto, que, si no se estudian a profundidad o se domina sustantivamente, es difícil que el juez pueda decidir de manera justa. Todo ello ha impuesto otros retos en el modo de actuación del tribunal, en la mía particular y en el caso de la sala que presido en el sentido de que todas las jóvenes jueces son mujeres y esa condición, a veces te sensibiliza con determinado casos concretos y es un poco complejo decidir a favor de lo que es más beneficioso para el niño que no siempre es decidir a favor de la mujer que está implicada; a veces lo más justo, realmente, equivale a respaldar los derechos de un hombre: un padre, un abuelo. Eso se torna complejo, pero a la vez muy bonito que hace que una adquiera valores, principios, y refuerce esas ideas que nuestro Estado, gobierno y país están tratando de afianzar y va más allá de igualdad entre hombres y mujeres porque hay personas que opinan que las leyes se han ido a un solo extremo y que solo las mujeres son favorecidas, pero no es así.
“Ha habido procesos muy novedosos, los cuales han exigido mucha preparación, pero además nos han impuesto, sobre todo balancear, equilibrar; no ponerla por encima ninguna de las características que tiene toda mujer, esa sensibilidad, destreza en algunas cosas, incluso esa perspicacia, sino de utilizarla en pos de la justicia que se demanda en ese caso concreto”.
Siempre quise ser jueza
Confiesa Danay que siempre se inclinó por ser jueza, desde los primeros años de estudio de la Licenciatura en Derecho, en la Universidad de Cienfuegos y finalmente pudo materializar su sueño, al punto que ya casi cumple 14 años en el ejercicio judicial. “A mí siempre me han tocado las opciones limitadas. En mi año de graduación vino una sola ubicación laboral para el sistema de Tribunales, la solicité y pude entrar. Desde entonces he estado vinculada a esta rama de la materia civil y familiar. En aquel momento, la materia familiar era un poco más específica, se estaban creando los tribunales de familia, se realizaban los primeros talleres y había pocas juezas especializadas en esa materia; incluso yo más bien estaba relacionada con la materia civil; sin embargo, es muy difícil una vez que se tramitan asuntos del ámbito familiar no quedar sensibilizada con la guarda y cuidado de un niño o con decisiones acerca de cuestiones que se suscitan en el seno familiar.
“Al inicio, tuvo que hacer todas las materias; pero siempre hubo una cierta inclinación hacia las materias que se dirimen en la sala que ahora presido. Por cosas de la vida, se fueron dando las condiciones precisas para que existiera la necesidad de jueces en el Tribunal municipal de Cienfuegos y allí atendí las materias civil y familiar y finalmente terminé en la Sala del Tribunal Provincial donde se conocen una variedad de asuntos, aunque la puntera en la radicación son la materias civil y familiar.
Para el ejercicio judicial se requiere mucha preparación, toda vez que se define la situación de un determinado ser humano; eso mi entrevistada lo tiene muy claro. Le pido, entonces, defina qué se siente estar en el estrado; ese acto de impartir justicia. “Se siente de una manera que es difícil encontrar la palabra precisa para no dejar fuera ningún sentimiento o sensación. Puedo decir que se siente cierta incertidumbre acerca de lo que uno va a lograr desencadenar en ese momento, cómo te vas a desarrollar porque ciertamente todo juez está obligado a prepararse profundamente en cada uno de los asuntos que va a realizar y más si tiene que enfrentar un acto judicial frente a las partes. Yo no he logrado dejar de poner me nerviosa, pero luego en la medida que se va desarrollando el acto judicial, se analizan todos los elementos y logra tomarse la decisión que corresponde.
Reconoce la joven jueza que es vital la sensibilidad para abordar los más diversos asuntos, sobre todo los relacionados con los menores de edad y las mujeres. “Hay que ser un poco psicólogo para poder obtener todos los detalles que inciden en la toma de una decisión. Debemos ser capaces de determinar cuando una persona está mintiendo, cuando dice verdad, cuando lo que expresa ha estado preparado…”
La familia, apoyo seguro
En su familia tiene Danay su mayor apoyo y refugio. Recuerda que en un momento determinado le asignaron una motorina para que pudiera trasladarse hacia los municipios y su papá decidió- a esas alturas- enseñarla a montar bicicleta para luego poder dominar su medio de transporte. “Los muchachos más jóvenes del barrio le decían que le había cogido tarde para eso, pues normalmente en la niñez es cuando los padres enseñan a los niños a montar bici.
“Aunque el hecho de vivir ahora en Cienfuegos (ella es nativa de Palmira) impone cierta lejanía de la familia; ellos siguen siendo mi mayor apoyo ante cualquier reto que la vida y la profesión imponen. También en mi esposo tengo un respaldo importante; nos complementamos y gracias a su apoyo, logré vencer la maestría, tenía que trasladarme a La Habana una semana al mes; él se quedaba con los niños y fue fundamental para coronar con éxitos la tesis.
“Ante las mujeres los retos quedan pequeños”; así lo afirma mi entrevistada. “Estas mujeres de Cuba, del sistema de tribunales somos capaces de muchas cosas. En esta responsabilidad nuestra a veces no hay días, no hay horas, pero seguimos en el ejercicio poniendo nuestra dosis de entrega, sensibilidad, empeño y amor”.
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Excelente amiga, mujer, madre, esposa y profesional en cualquier orden.