Ciencia en Revolución, cuando los hechos trascienden las palabras (1960-1980)

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La ciencia, lejos de ser un coto exclusivo de sus cultores, profesionales o no, es ante todo un proceso social donde esferas aparentemente ajenas como la política, la economía la religión o la vida cotidiana, contribuyen a configurar su quehacer y son impactadas por sus consecuencias. Ha sido así desde su génesis y más que definiciones, hay elocuentes ejemplos que, sin ir más lejos, lo confirman en nuestra propia historia.

Las ideas seminales de la nacionalidad y nación cubanas nacieron arropadas por lo mejor del pensamiento científico a finales del siglo XVIII y principios del XIX, de la mano de Caballero, Arango, Varela, Luz y otros padres fundadores. Será, sin embargo, a partir de 1959 que la relación ciencia-sociedad adquirirá en esta isla sus expresiones más nítidas y mostrará sus resultados más sólidos. En particular, las dos primeras décadas a partir del triunfo revolucionario serán cruciales en la formación del capital humano y en la creación de una institucionalidad para la ciencia cubana. Los logros de esta etapa de fundación y formación (1960-1980) tal y como fuera calificada por el Dr.C. Ismael Clark, sentarán las bases para una etapa ulterior de maduración y despegue[1].

En 1958, la dispersión institucional evidenciaba la etapa regresiva que la ciencia había experimentado durante la República: la Academia de Ciencias estaba adscrita al Ministerio de Justicia, la Socie­dad Geográfica al Ministerio de Estado y el Observatorio Na­cional a la Marina de Guerra[2]. El talento científico existente en la nación no estaba orientado a resolver los acuciantes problemas socioeconómicos que la nación enfrentaba por entonces. El triunfo revolucionario no solo transformaría radicalmente el panorama en este, como en otros frentes de la vida social, sino que capitalizaría los esfuerzos de los profesionales de la ciencia más comprometidos con el bienestar de la sociedad que pugnaban por ello desde la etapa anterior.

A un año escaso del triunfo, el 15 de enero de 1960, durante la conmemoración del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, una vez más Fidel Castro seguramente volvería a ser tildado por algunos de “loco” o “demagogo” al afirmar que el futuro de Cuba tendría que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia y pensamiento. Acto seguido el líder de la Revolución acotaba que para lograrlo “(…) lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia”[3].

Ni locura, ni delirio: las acciones emprendidas por el gobierno revolucionario no dejarían en mal lugar la palabra empeñada. En medio de desafíos colosales la “siembra” de Fidel se abría paso: decenas de escuelas construidas y cuarteles trocados en centros escolares, una campaña masiva de alfabetización que en 1961 erradicaba el analfabetismo y lo reducía a niveles irrisorios. Ese mismo año, los planes de becas otorgadas a jóvenes salidos de los más humildes hogares de la isla abrieron las aulas universitarias como nunca antes a la formación masiva de profesionales. La emigración durante esos primeros años de cientos de profesionales, incluidos 3000 de los 6000 médicos existentes en la Isla supuso un desafío que precisaba ser enfrentado como lo fue: resueltamente.

La Reforma Universitaria de 1962 comenzó a concebir la investigación científica en el centro mismo de la actividad universitaria e inició un proceso de universalización de la Educación Superior, extendido a lo largo de varias décadas y que alcanza hoy cada rincón del país con la existencia de los Centros Universitarios Municipales. También años más tarde fue posible la formación intensiva en el exterior de nuevos profesionales de la ciencia, pero sobre todo el entrenamiento y la especialización en varias naciones del campo socialista de cientos de jóvenes ya graduados y algunos de ellos incluso, en prestigiosas instituciones de Europa Occidental y Canadá. Ello contribuiría a incorporar lo más avanzado del conocimiento universal e integrarlo creativamente al desa­rrollo de las fuerzas productivas del país y situarlo al servicio del desarrollo agrícola e industrial.

Al propio tiempo, la formación del potencial humano fue acompañada de un proceso de construcción de la institucionalidad para la ciencia iniciado también en 1962 con la creación de la Comisión Nacional para la Academia de Ciencias de Cuba, erigida sobre los mejores valores de su predecesora y con el encargo de capitalizar, encauzar y multiplicar el potencial científico nacional. Bajo su quehacer comenzó a surgió una amplia gama de instituciones de investigación científica que abarcaba diversos campos de las ciencias naturales, sociales, agrarias y técnicas[4].

La Comisión de la Academia de Ciencias de Cuba bajo la presidencia del Geógrafo Antonio Núñez Jiménez impulsó la base institucional necesaria para desarrollar la ciencia cubana. A la izquierda, el instituto de meteorología (1965), a la derecha, la portada del primer Atlas Nacional de Cuba (1970)

A partir de 1963 surgirán, entre otros, el Instituto de Información y Documentación Científico-Técnica y los institutos y departamentos científicos de Biología, Suelos, Oceanología, Investigaciones de la Caña de Azúcar, Geología, Geofísica y Astronomía, Arqueología, Historia, Filosofía, Lite­ratura y Lingüística, Etnología y Folklore. Se organiza además el Instituto de Meteorología como cabecera del Sistema Nacional correspondiente y se desarrolla la red de estaciones sinópticas, agrometeorológicas y de vigilancia por radar.

Al fomento de la joven red institucional de la ciencia cubana se integraron también desde la década de 1960 varios institutos de investigación tecnológica impulsados por el Che para promover el desarrollo de cuatro direcciones fundamentales: metalurgia, construcción naval, electrónica y derivados de la caña de azúcar. Otras dos importantes instituciones científicas adscritas a la Universidad de la Habana, se fundaron en esta etapa: El Instituto de Ciencia Animal (1964) y el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (1965), ambos dotados de una sólida infraestructura que permitió emplearlos como ejes para la formación de investigadores y dirigentes científicos, por un lado, y para el desarrollo de nuevas líneas de investigación o incluso de nuevos centros de investigación en años posteriores, por el otro.

Paralelamente, desde mediados de esa década, aparecen sucesivamente trece importantes institutos nacionales dedicados a las Ciencias Médicas y de la Salud, con la triple encomienda de acelerar la transferencia externa de las tecnologías médicas más avanzadas, desarrollar investigaciones propias y asegurar, como cúspide del naciente Sistema Nacional de Salud, servicios asistenciales y de formación profesional del más alto nivel. Entre ellos, vale mencionar los Institutos de Endocrinología; Cardiología y Cirugía Cardiovascular; Neurología y Neurocirugía; Oncología y Radiobiología; Gastroenterología; Angiología; Hematología (hoy Hematología e Inmunología), y de Nefrología.

El apoyo que la URSS y los países socialistas de Europa del Este prestaron al desarrollo científico nacional desde sus primeros años constituyó un factor importante en el avance de este proceso. La integración posterior (1972) de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) reforzó tales vínculos. La influencia en Cuba de la ciencia soviética en particular fue muy fuerte en la física, las matemáticas y las ingenierías. Tuvo menos presencia sin embargo en la medicina, las ciencias biológicas y la computación, lo cual reflejaba el balance de fortalezas y debilidades existente en la propia URSS[5]

Durante esas dos décadas, además de los logros referidos vendrían otras realizaciones concretas alcanzadas por la ciencia revolucionaria, algunas de las más significativas serían: la primera campaña de vacunación contra la poliomielitis (1962) y 8 meses más tardes el inicio de la inmunización con la vacuna triple (Difteria, Tétanos y Tosferina). También constituyeron un hito el desarrollo de la medicina deportiva como especialidad médica (1966) y la construcción de la primera computadora cubana (1969) que abriría el camino para el desarrollo posterior de la electrónica médica. El primer y segundo Atlas Nacional de Cuba, publicados en 1970 y 1978 respectivamente, junto al Mapa Genético de los Suelos de Cuba (1971) marcaron un parteaguas en el estudio riguroso del estado de nuestros recursos naturales y de las principales transformaciones físico-geográficas del entorno cubano, como parte de un esfuerzo conjunto desarrollado por varias instituciones.

En septiembre de 1980, la realización exitosa del vuelo espacial conjunto Cuba- URSS evidenció la capacidad de las instituciones científicas cubanas en un modelo de colaboración a gran escala. Detrás de los cosmonautas, el cubano Arnaldo Tamayo Méndez y el Soviético Yuri Romanenko el despliegue resultó gigantesco. Para el programa científico del vuelo fueron evaluadas 50 proposiciones de investigaciones en las que participaron siete organismos de la Administración Central del Estado, más de 50 instituciones de investigación, empresas de producción y alrededor de 500 técnicos y obreros en la realización de múltiples experimentos con precisión y eficacia en un esfuerzo sin precedentes hasta entonces.

Luego de dos décadas de trabajo que permitieron construir una base institucional sólida, con numerosos aciertos y también no pocos fracasos que sirvieron de experiencia y acicate, la ciencia cubana se encontraba lista para una fase cualitativamente superior de su desarrollo. El inicio en 1981 de esta nueva etapa de maduración y despegue implicaría la necesidad de superar desafíos tremendos, pero también se alcanzarían nuevas victorias que continuarán acentuando la condición de la ciencia como proceso social.


[1] Clark, Arxer, I. (1999). 138 años de la Academia de Ciencias de Cuba. Visión de la ciencia en el proceso histórico cubano. Editorial Academia.

[2] Sáenz, Tirso W y Emilio García Capote. (1989). Ciencia y tecnología en Cuba. Antecedentes y desarrollo. Editorial de Ciencias Sociales.

[3] Castro, F. (1960). Discurso pronunciado en el Acto Celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias. http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-el-acto-celebrado-por-la-sociedad-espeleologica-de-cuba

[4] Clark, Arxer, I. Ob.Cit. p.12

[5] Lage Dávila, A. (2018). La Osadía de la Ciencia. Editorial Academia.

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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