Starfield: Bethesda en estado puro

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Hacía tiempo que un juego no me causaba una primera impresión tan mala como Starfield, la flamante nueva IP (intellectual property, propiedad intelectual) de Bethesda, creadores de la saga de The Elder Scrolls y de los Fallout modernos.

Durante sus compases iniciales recordé al completo, y no por buenas razones, el árbol genealógico de Todd Howard, director del estudio y de un juego que no daba muestras por ningún lado de llevar ocho años en desarrollo.

A los problemas de siempre de Bethesda (un motor gráfico que no da más de sí; campaña principal floja; IA deficiente por parte de aliados y enemigos) se sumaban cosas como ciudades con los peores mapas de la historia o una sobredosis de menús nunca antes vista, cuya única razón de ser consistía en ponerle trabas a la experiencia.

Lo normal ante tamaña sucesión de desencantos, impropios de un AAA (clasificación que se le da a aquellos videojuegos que están desarrollados por grandes compañías de la industria con altos costes tanto de producción como de marketing) de 2023, hubiese sido abandonar Starfield, cosa que solo impidió la excelente reputación de Bethesda. Me decía: “Esto es un juego de los creadores de Skyrim; es imposible que sea tan malo. En algún momento mejorará”. Así fue.

El estudio norteamericano, conocedor de su prestigio -y gracias al mismo-, no tiene reparos en mostrar primero los defectos de su nuevo RPG, porque sabe que el jugador no lo abandonará a las primeras de cambio. Luego recompensa la paciencia de este con un chute en vena de cuánto vino a buscar: el deseo de querer perderse eternamente en los mundos creados por la compañía desarrolladora.

Starfield, una vez termina de asentarse, le ofrece a quien lo juegue decenas -o incluso centenares- de horas de calidad. Sobresalen especialmente las misiones de facción: variadas, con buenos personajes e historias. Muchas de las secundarias también rayan a gran altura.

Aunque si de rayar a gran altura se habla, entonces debo referirme a los dos puntos en los cuales Starfield brilla con luz propia: la banda sonora y el sistema de creación/personalización de naves. El primero, ideado por el destacado compositor Inon Zur (detrás de la música en grandes referentes del medio, a la manera de Fallout: New Vegas y Dragon Age: Origins, por solo citar un par de ejemplos), es una maravilla desde el tema de apertura hasta el de los créditos finales.

Gracias al segundo, literalmente, puedes crear la nave espacial de tus sueños. Esa sensación que produce estar diseñándola según cómo la imaginaste cuando eras niño, y luego surcar la galaxia con ella es indescriptible (aquí vuelvo a acordarme del árbol genealógico de Todd Howard; pero para agradecerle por permitirle estar a él en el mundo). El estudio lo sabe; por eso ofrece tantas posibilidades a la hora de construirlas. Solo este apartado representa un buen pozo de horas de diversión.

Starfield es un juego que arranca de forma horrible; pero con el paso de las horas logra revertir del todo las sensaciones producidas en el comienzo. No será el GOTY de 2023 por la sencilla razón de que otros lanzamientos estrenados este año son simplemente mejores (Baldurs’s Gate 3, The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, Resident Evil 4 Remake, Alan Wake II); sin embargo, sigue siendo un título destacado, de mucho potencial y con el inconfundible sello de Bethesda. Además, como siempre ocurre con las obras de la desarrolladora (en parte gracias a ella, en parte gracias a su dedicada comunidad), solo irá a mejor con el tiempo.

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2 Comentarios en “Starfield: Bethesda en estado puro

  • el 4 noviembre, 2023 a las 1:49 pm
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    Es cierto que este año probablemente sea de los más competitivos en The Game Awards. A los videojuegos que mencionas se le suman Spiderman 2 y Final Fantasy XVI como los más competitivos. Igual creo que Baldurs Gate 3 merece el juego del año.

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